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  — ¡Y que sea la última maldita vez!—  les gritó Black hat a sus tres secuaces antes de salir del laboratorio. 

El oso azul apretaba con miedo el cuerpo de la chica lagarto, quien ya parecía haber olvidado que por su culpa se había desatado el caos en la casa, otra vez. Para prueba la estantería con los químicos del doctor Flug caída y sus frascos desparramados por el suelo, los que contenían sustancias altamente corrosivas comenzaban a derretir las baldosas del piso. Todo ello peligrosamente cerca de donde había caído el joven inventor tras ser golpeado por Demencia.

Black hat siguió escuchando la discusión que se reanudaba a lo lejos para cuando accedió a su despacho. Su té aún humeaba justo como lo había dejado antes de ir a regañar a su grupo de incompetentes particular. Por culpa de esos tres llevaba varios días con una jaqueca horrible, no podía dormir, no podía trabajar, no sin que ese agudo y persistente dolor le taladrara en lo más profundo de su maligna cabeza. Era peor que esa gripe malvada que tuvo hace varios años.

Se dejó caer sobre su sillón y tomó la taza con una de sus manos con tan mala suerte de que se resbalara nada más despegó la base de la mesa. 

— Maldición. 

No era un drama, pero se sentía frustrado. Se había vertido media taza sobre su inmaculado escritorio, por fortuno en ese momento no había gran cosa sobre la mesa y no hubo que lamentar documentos importantes empapados por su momentánea torpeza.

Se quedó embobado con el pequeño charquito de té que se había derramado de su taza y ahora comenzaba a expandirse por su escritorio, no pudo más que sentirse identificado con ese líquido. Como él poco a poco había tomado el poder, como había expandido su leyenda, su ambición, su gloria. Ahogando a quienes osaban ponerse en su contra, hundiendo a sus enemigos. Pocos fueron quienes verdaderamente le supusieron un reto, y hacía mucho que nadie lograba ser digno de su tiempo, era tan aburrido. Recordó a una persona que hace tiempo se convirtió en su dolor de cabeza. Entrecerró los ojos y se dejó llevar por sus recuerdos.



Había logrado averiguar donde se encontraba aquella súper heroína que tantos quebraderos de cabeza le habían provocado. Era la más brillante mente del mundo y su nombre le venia como anillo al dedo: Shining star. Se había convertido en la principal fuente de problemas de Black hat, no solo porque por su culpa habían encarcelado a su preciado científico, sino porque la mujer se dedicaba a crear y vender aparatos para los héroes ¡Era su maldita contraparte! o lo más parecido a una, no es como si hubiera un hombre vestido de blanco, un elegante sombrero similar y unos poderes iguales a los suyos por ahí, que tontería. 

Ahora, sin científico, y con las últimas existencias, su negocio hallaría pronto la ruina. Se prometió a sí mismo que no volvería a enfrentarse contra los héroes, eran seres inferiores a él que no merecían ni el privilegio de ser machacados por el más grande de los villanos, pero Shining se lo había buscado.

Desearía no haber nacido, se ensañaría con su compañero, Fly man, solo para verla suplicar por la vida del hombre. Fly man era un cabeza de chorlito con aires de ángel de la guarda, un estúpido que rescataba personas ayudado de sus alas. 

—Tiene alas pero no puede ponerse un nombre mejor. Patético.  — se rió el villano.   

Escondido en las sombras del laboratorio de Shining Star observó como la mujer trabajaba en lo que debía ser su último producto. La mujer tarareaba una suave melodía que seguía con suave baile moviéndose al compás de su melena rubia. Black hat decidió aprovechar que estaba de espaldas para atacarla pero la llegada de Fly man se le hizo retroceder.

Villainous- Brillante estrella fugazWhere stories live. Discover now