—Lo he estado buscando sin mucho éxito.

Seguí hablando con ella hasta que el gimnasio se fue despejando. De repente escuchamos aplausos y al profesor Adam gritar quién había hecho tal estropicio. Miré a Sarah en busca de respuestas. Decidimos salir a los pasillos a ver a qué se debía tanto alboroto. Todas las paredes habían sido pintadas con mi nombre. Ponía Allison en diferentes tamaños y tipos de letra. Lo que más me sorprendió fue que lo habían hecho con mi color favorito, amarillo mostaza. Sé que no es uno de los colores más bonitos del mundo, pero era una de las pocas cosas que compartía con mi madre. Ese era nuestro color favorito según me había contado mi padre.

Caminé por los pasillos del instituto con Sarah a mi lado, ella estaba tan perpleja como yo. Pensé que, a lo mejor, aquello no era para mí. Muchas chicas se llamaban igual que yo en el instituto. No fue hasta que vi que habían pintado también mi taquilla cuando caí que esas pintadas, de alguna forma, sí que iban dirigidas hacia mí. La mayoría de los alumnos que estaban allí se dieron cuenta, muchos de ellos me habían visto guardar mis libros durante estos últimos años por lo que sabían que era la mía. ¿Quién se habría tomado tantas molestias en hacer algo así? ¿Debería de estar asustada?

—Allison, ¿qué es todo esto?— me preguntó Sarah.

—No tengo ni idea.

Después de haber hablado con Sarah, el profesor Adam me llevó al despacho de la directora. Estuve allí explicando que yo no tenía nada que ver con aquello y que tampoco sabía quién había sido o quién podía haber sido durante más de media hora.

—Allison West, usted ha sido una alumna ejemplar. Ha ido bien en los estudios desde siempre y nunca se ha metido en líos. ¿Me puede explicar qué ha pasado?— me dijo la directora.

—No lo sé— le contesté intentando aparentar seguridad.

—¿Y sabe quién ha podido realizar tal acto vandálico?— yo no pensaba que fuera un acto vandálico, solo había sido una pequeña broma, ¿no?

—No sé quién ha podido ser, lo juro— me estaba poniendo un poco nerviosa, esto era ya demasiado para mí. La directora se pensaba que yo había tenido algo que ver. El hecho de que me pudiesen expulsar por algo que no había hecho me ponía enferma, no quería ser expulsada y manchar mi expediente.

—Está bien, la creo. Puede irse aunque volveremos a hablar el lunes— me lo dijo mirándome fijamente. Seguía sin creerme y no hacía nada para demostrar lo contrario. Encontraría al culpable de todo esto.

Fui a mi taquilla a dejar los libros que no necesitaba. Habían quitado cualquier rastro de pintura amarilla que había en las paredes. Sin embargo, mi taquilla todavía seguía pintada. Al abrirla una nota de papel cayó directamente a mis pies. Dejé los libros y después de cerrarla cogí la nota del suelo para leerla.

Estoy completamente enamorado de ti desde el momento en el que te vi por primera vez. Vivir sin ti no podría ser considerado vivir. Sé que algún día te diré quién soy y tú me corresponderás con tu amor. Tu belleza no puede pasar desapercibida por eso tu nombre tiene que estar escrito en todas partes, la gente tiene que saber de ti. Este es el primero de mis muchos regalos.

Atentamente, tu fiel admirador.

Me había quedado de piedra, lo que me faltaba, un admirador secreto. Había visto bastantes películas y había leído los suficientes libros para saber que esto no iba a terminar nada bien. Debo admitir que estaba intrigada por saber quién podría ser, por un momento pensé que podría ser Oliver, pero enseguida descarté ese pensamiento de mi cabeza. Oliver no escribía cosas así. Además, no estaba, se había ido con su nueva novia. Cuando llegué a casa pasé completamente de mi padre, le dije que hasta que no me contara lo que me estaba ocultando no le iba a dirigir la palabra.

—Allison, soy tu padre. Debes hablarme quieras o no— calenté la comida en el microondas y mientras esperaba a que estuviera lista revisé Twitter mientras él seguía hablando. —Venga, te compraré algo para que me perdones, ¿qué quieres?— sí pensaba que me iba a comprar con dinero estaba muy equivocado. Saqué la comida del microondas y me puse a comer. —¿Un coche nuevo? ¿Ropa nueva?— siguió hablando. Desconecté y me puse a pensar en mis cosas. Cuando terminé de comer seguía hablándome, dejé los platos en el fregadero y le miré.

—Te lo voy a repetir una vez más, hasta que no me digas la verdad no voy a hablarte. No te lo mereces. No puedes mentirme en algo así, sabes que mis mentiras son más leves— le miré esperando que me dijese dónde había estado.

—No puedo, lo siento— estaba decepcionada. Prefería que no le hablase antes que decirme la verdad. Cogí y me fui a mi habitación sin mirarle siquiera.

Tenía que hacer una redacción de 1.500 palabras sobre cómo me habían ido las vacaciones, así que no perdí el tiempo y me puse a hacerla. A eso de las cinco de la tarde ya había terminado y no sabía qué más podía hacer. Decidí escuchar música, entré en Spotify, dentro de la lista de lo más escuchado del momento. Cuando la canción que salía me gustaba me ponía a bailar, no es que se me diera muy bien, pero me gustaba mover las caderas al son de la música. Estuve así como una media hora hasta que me asomé por la ventana y vi que en la ventana de Sarah había una cartulina amarilla. Eso quería decir que necesitaba hablar conmigo.

Cuando nos dimos cuenta de que éramos vecinas nos inventamos un lenguaje en clave. Estaba la cartulina rosa que decía que había alguien en casa y no podíamos vernos, la cartulina verde era que quería hablar solo con Isaak y la amarilla que quería hablar solo conmigo. La de color azul que necesitaba salir de su casa cuanto antes, la roja que Oliver estaba en casa con una chica y la naranja que estaba enferma y necesitaba muchos mimos. Yo tenía mis propias cartulinas e Isaak se nos unió también cuando le contamos de qué trataba aquello. Yo era la que vivía en medio por lo que podía ver las de Sarah y las de Isaak.

Fui a casa de Sarah a ver qué era lo que le pasaba. Al llamar a la puerta no tardó ni treinta segundos en abrirme. Fuimos al salón, yo me senté en el sofá y ella se quedó de pie, caminando de un lado a otro mientras se mordía las uñas.

—Llevo desde que hemos vuelto del instituto intentado comunicarme con Isaak y no da señales de vida. No me coge las llamadas, he ido a su casa y nadie me abre la puerta— me dijo bastante preocupada.

—Relájate, seguro que está bien. Hoy hay una fiesta en casa de Nick, el de cuarto curso. Seguro que lo vemos allí, no te preocupes. Y, si no, ya tomaremos medidas.

—Pero...— me miró no muy convencida todavía.

—Necesitará tiempo para él, piensa que siempre está con nosotras. Podemos resultar bastante pesadas a veces.

—Sí, tal vez tengas razón. Si no lo vemos en la fiesta...— se quedó mirándome. —Oye, ¿qué hay de lo de las pintadas del instituto? ¿Sabes algo?— Me debatía entre contarle la verdad o decirle que no sabía nada todavía. Era mi mejor amiga, debía contárselo.

—No sé nada, me ha pillado por sorpresa— solo es una mentira más dentro de las miles que ya le he contado.

—Si sabes algo más dímelo, por favor.

Salí de casa de Sarah y cuando llegué a mi puerta me encontré en el suelo con tres girasoles atados por un pequeño hilo verde junto con una nota. Los girasoles eran mi flor favorita, también era algo que compartía con mi madre. En la nota ponía:

Este es mi segundo regalo de muchos más.

El girasol es símbolo de la buena suerte y de esperanza.

Adoras los girasoles y yo te adoro a ti.

Nos vemos esta noche.

Atentamente, tú fiel admirador.

No te enamoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora