—Necesito un poco de tiempo para asimilar las cosas, pero os perdono. Cuando me aclare, volverá a ser todo igual, lo prometo— nos fundimos en un abrazo que por poco nos corta la respiración a los tres. —Gracias por venir, ahora tengo que volver a casa y hablar con mi padre.

—Si se pasa mucho con tu castigo nos lo podemos repartir, así no me sentiré tan culpable— me dijo Isaak.

—No te preocupes, no se va a pasar— le respondí. No iba a permitir que mi padre se pasara con el castigo después de que él también me hubiese mentido.

[...]

Eran las cinco de la tarde y mi padre por fin se dignaba a aparecer por casa. Yo estaba sentada en el sofá viendo Friends, una serie que me gustaba mucho. Cogió el mando y me apagó la televisión.

—¿Qué estás haciendo? La estaba viendo— le dije algo irritada.

—Estás castigada sin televisión. Te vas a pasar lo que queda de vacaciones encerrada en tu habitación estudiando— me miró enfadado.

—¿Por qué? Todo ha salido bien. Nadie ha salido herido, no ha venido la policía y la casa está más limpia que nunca—. Me levanté del sofá y me puse delante de él. Podía notar que mi padre estaba realmente cabreado, se le hinchaba una pequeña vena que tenía en la frente.

—¿Me lo estás diciendo en serio? Te dije que nada de fiestas, nada de chicos, que tuvieras cuidado y lo que haces es montar una fiesta. Y, además, te has pasado dos días en tú habitación sin salir a dar la cara— me dice medio gritando.

—Vale, sí. Lo he hecho mal, no debería haber montado una fiesta. Se me fue de las manos, perdón—se lo dije de corazón, estaba realmente arrepentida. — Tú tampoco te libras. Me dijiste que ibas a ver a los abuelos y no era verdad.

—Claro que fui a visitarlos, si no, ¿dónde crees que he estado estos días?— De repente pasó de cabreado a nervioso, algo me estaba ocultando.

—No lo sé, llamé a la abuela y me dijo que no habías ido. ¿Dónde has estado?

—Allison, no te lo puedo decir. Todavía no estás lista.

—¿Lista para qué? No tienes por qué estar cuidándome siempre. Si te has estado viendo con otra mujer lo voy a entender, es hora de que puedas rehacer tu vida.

—No quiero hablar de esto ahora, vete a tu cuarto. Te quito el castigo, pero no te quitaré el ojo de encima.

Grité a causa de mi frustración y me fui a mi habitación. Por lo menos había solucionado las cosas con Sarah e Isaak aunque aún me faltaba saber qué era lo que había estado haciendo mi padre. Mientras subía las escaleras escuché sonar su teléfono. Me quedo sentada en un escalón para poder escuchar quién era. No suelo hacer estas cosas, pero si con esto averiguaba qué era lo que me estaba ocultando pues adelante.

—Sí, ya he llegado a casa y todavía no le he dicho nada— por su tono puedo deducir que está molesto con la persona con la que está hablando. —Simplemente no está preparada, no puedo decirle esto ahora y además, no tienes derecho a llevártela— le escucho caminar de un lado del salón a otro.—No, me niego. Vas a tener que venir tú porque yo no voy a mover un dedo. Soy su padre. Me da igual quién seas tú, ahora ya no eres...— mira hacía arriba en dirección a dónde estaba escondida. Su mirada se cruza por un momento con la mía y puedo ver que está claramente disgustado, pero esta vez, no lo está conmigo. Subo corriendo a mi habitación y cierro la puerta con el pestillo, no quería que nadie me molestara. Tenía muchas cosas que asimilar.

Media hora después de haber estado en mi cuarto pensando y sin ningún resultado, soy consciente de que necesitaba salir de casa. Mi padre esta hablando de mí, pero ¿con quién? Si seguía comiéndome la cabeza acabaría mal. Por suerte, Sarah me estaba llamando.

—Allison, sé que has dicho que necesitabas tiempo para pensar, pero nos apetece hacer planes. Los tres juntos, como en los viejos tiempos.

Si soy sincera me resultaba extraño que Sarah me llamara sobre estas horas para quedar, aunque los entiendo. Para nosotros es raro pasar demasiado tiempo sin vernos, es como una necesidad. Una necesidad que ahora mismo yo no tenía. De todas formas le dije que sí, como he dicho antes, necesitaba salir de casa y esta era una oportunidad. Salgo de casa sin despedirme de mi padre -dejo una nota en la nevera-, había decidido no dirigirle la palabra hasta que me contara qué era lo que me estaba ocultando.

Había quedado con Sarah e Isaak en el centro comercial. Sarah y yo entramos en un montón de tiendas de ropa, por no decir que entramos en todas. Mientras nos probábamos algunos conjuntos, Isaak se quedaba fuera y nos daba su opinión aunque la mayoría de las veces no le hacíamos caso. Después de un par de horas más comprando para nosotras, decidimos que era hora de que Isaak cambiase de estilo. La ropa que llevaba se la compraba su madre o se la tejía su abuela. Era hora de renovar su vestuario, por suerte, no se quejó y nos dio vía libre para elegir lo que quisiéramos. Se compró pantalones, camisas, sudaderas, zapatillas e incluso una colonia que Sarah le había recomendado.

—Creo que tu madre se alegrará al ver todo esto— le dijo Sarah una vez habíamos dejado todas las bolsas en su coche.

—Me parece que no, le gustaba comprarme la ropa— parece pensativo. —O eso me dice a mí, aunque ahora le diré a mi abuela que solo os teja ropa a vosotras— Sarah y yo nos miramos con cara de espanto.

—No creo que eso sea necesario— le contesto rápidamente. —Si le hace ilusión puede seguir haciéndote ropa a ti.

—No es que no nos guste su ropa, solo es que nos da picores— añade Sarah.

—Está bien, está bien. Pillo la indirecta— nos señala. —No vais a libraros de los jerséis para Navidad del año que viene— nos reímos un buen rato.

Isaak se va con su cuenta. Dejamos las bolsas de Sarah y las mías en mi coche y pongo rumbo a casa. Por el camino hablamos de cosas triviales como que no tenemos ganas de empezar las clases de nuevo. Una vez llegamos, aparco y bajamos a coger todas las bolsas.

—Ally, ¿quieres ver una película de miedo en mi casa?

—No sé, estoy algo cansada. Me apetece darme un buen baño y descansar.

—Vemos la película y luego te quedas a dormir, como hemos hechos siempre— no era una pregunta, me estaba confirmado que eso era lo que iba a hacer. Tira de mi brazo libre y me lleva en dirección a su casa. Sarah podía ser más cabezota que yo cuando se lo proponía.

—¿Le parece bien a Oliver que me quede?— no había caído en que podría cruzarme con Oliver hasta que dejé las bolsas en la habitación de Sarah.

—¿Por qué le iba a molestar? Además, no está— me mira mientras bajamos al salón.

—¿No está?— le pregunté.

—Ha vuelto a la universidad— No. No. No. Otra vez no. Siempre me pasaba lo mismo, cuando creo que puede pasar algo entre los dos, se va. Lo que más me molestaba es que, esta vez, no me había avisado de que se iba.

—¿Tan pronto? Pensaba que todavía le quedaban unos días más de vacaciones...— intentaba actuar con normalidad, pero mi estado de ánimo se había disparado a la más profunda depresión.

—Y así es, pero su novia le ha llamado porque ella había vuelto antes de sus vacaciones y ha tenido que volver.

—¿Su novia?— le pregunté a Sarah mientras me pasaba las manos por el pelo, le estaba dando la espalda para que no pudiera ver mi rostro. Se me caían las lágrimas y no podía permitirme que Sarah me viera así.

—Sí, su novia— concluyó. 

No te enamoresWhere stories live. Discover now