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-         ¡Seis! bueno...¡siete!- dijo Laura, empujando el dado con el dedo pulgar para volverlo a introducir dentro del cubilete, mientras dirigía una pícara mirada a su marido y dos hijas  - Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete ¡te comí otra vez! Y ahora…me cuento veinte y vuelvo a tirar.

Todos parecían emocionados con la adquisición de aquel tablero de parchís. Todos menos Carol, la mayor de las dos hermanas, que como cada año se preparaba psicológicamente para lo que iban a ser unas  largas y aburridas vacaciones.

A Javier le habían trasladado, durante el período estival, a una sucursal del sur del país. La familia residía, momentáneamente, en un hotel en primera línea de playa a las a fueras de la ciudad. Así que, a Carol le quedaban aproximadamente unos noventa días de auténtica diversión, dónde al parecer, el parchís iba a ocupar la mayor parte de las noches.

A sus escasas ganas de enfrentar un lamentable e inevitable futuro próximo, se le unían el cansancio de un largo viaje y la añoranza de sus amigos.

-         ¡Qué divertido mami! Mira qué cara se le ha quedado a Carol- reía Nayara, la menor de las hermanas.

Nayara, contaba con once años, por lo que, desde su perspectiva infantil, aquello iban a ser unas vacaciones la mar de divertidas junto a sus padres y a su queridísima hermana mayor, a la que se empeñaba en seguir a todas partes e imitar hasta en el último de sus pestañeos.

-         Carol te toca tirar- dijo el padre- ¡Carol! Estás dormida hija.

-         ¡Ah, sí!- respondió automáticamente agitando el cubilete- tres, no hago nada, te toca papá.

-         ¿En qué piensas?- preguntaron sus padres a la vez.

-         En nada, es sólo que me encuentro un poco cansada del viaje.

Rezaba por que aquella interminable partida acabase, cuando vio que un grupo de tres chicas y un chico, de aproximadamente su edad, se acercaban a la mesa donde la familia jugaba al parchís.

-         ¡Hola! Estamos juntándonos todos los chicos y chicas del hotel para salir a dar un paseo, ¿quieres venir?- dijo una de las muchachas.

-         Yo…esto…no, gracias- respondió rápidamente y de manera esquiva.

La chica la miró con cara de no comprender su respuesta.

A todas luces se veía que estaba aburridísima. ¿Qué hacía una chica de dieciocho años un viernes a las doce de la noche jugando al parchís con sus padres? Si en verdad rechazaba su oferta estaba confirmado que sufría algún tipo de “tara mental”.

-         Está bien, tal vez en otro momento- respondió la chica encogiéndose de hombros.

¡No, no, no! se dijo a si misma, imaginando que se golpeaba en la cabeza con un  martillo gigante.

El hotel (El borrador)Where stories live. Discover now