La respuesta era simple, desde que formamos ese estúpido vínculo. ¿Por qué el jodido destino se empeñaba en unirme a un vampiro? ¿y por qué precisamente con esos vampiros? No sé cómo comportarme frente a él, ni siquiera sé qué decirle cuando lo tengo cerca, es como si me sintiera desnuda antes sus ojos.

Y no era para menos, cada vez que Dereck me miraba parecía que me quitaría la ropa en cualquier momento, he comenzado a tener estúpidos sueños eróticos de acuerdo a la descripción que Bee me hizo sobre una película porno... ¿Qué mierda sucedía conmigo?

— Lo último que escuché fue lo que Enzo me contó que había problemas dentro de los Annibal. — Y no era para menos, respondió mi subconsciente.

Aún recordaba la mirada que me lanzo su madre, la forma déspota y arrogante con la que me trató pero lo que jamás podré olvidar fueron los ojos rojos de Joanne Annibal, la frialdad y dureza de sus palabras me dejó descolocaba.

De algo estaba completamente segura, esa mujer me odiaba. Ante sus ojos yo había sido la culpable de todo, la razón de que su relación se fuera al mismo carajo aunque al parecer no del todo... Ella era su esposa.

— Deja de atormentarme la cabeza, es como si tuvieras un aura negra cada vez que piensas en él.— miré hacia los ojos tristones de Bee sorprendiendo de que dijera eso.

— No estaba pensando en él. — mentí descaradamente frunciendo el ceño. Ella puso los ojos en blanco. — Aún lo odio. — susurré.

— Tus sentimientos no cambian Maggy, si son reales permanecen ahí por más que no haya ninguna conexión. Si tu aún lo am...

— ¡No! Y no vuelvas a repetir eso. — ella juntó sus labios y dejó caer su cuerpo sobre el asiento.

— No lo vistes después de terminar con el vínculo, aún no sabes lo que sientes por él.

— ¡Bee! ¿¡Qué diablos te pasa!? — exclamé con los brazos cruzados. — ¿Ahora defiendes a Lucian? Después de todo lo que hizo.

— No, no justifico sus acciones solo que... — miró hacia sus manos.— Tuve una visión, una que no sé cómo interpretarla.

Mi cara de desconcierto era épica. ¿Visiones?

— Pensé que tus poderes como druida habían desaparecido.

— Yo también Magga, o eso creía... Estoy segura que no fue un sueño.

— ¿Qué viste? — me atreví a preguntar.

— Lucian estaba... — la sombra de una persona nos interrumpió.

Mis ojos casi se salen de órbita al ver a la mujer que teníamos en frente.

— ¿Tu que haces aquí? — cuestionó Bee poniéndose de pie.

Su madre la observaba con detenimiento, al parecer tuvo la pequeña esperanza de que Bee hubiera olvidado todo, pero conocía a mi amiga, estaba demasiado molesta con esa mujer como para perdonarla tan fácilmente.

— Hola Bee. — saludó la mujer.

Las manos de Emma se abrían y cerraban mientras sus uñas se clavaban con fuerza contra las palmas de sus manos. Su nariz parecía cobrar vida propia mientras destilaba destellos rojos por sus ojos.

— Vete. — espetó.

—Emma. —advertí pero ella me ignoró.

— No tienes por qué estar aquí. — su pecho comenzaba a subir y bajar como si respirara con irregularidad. Note como sus venas se hinchaban de poco a poco.

Tengo Sed de Ti - IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora