Capítulo LVIII

857 68 55
                                    


¿Qué va a pasar cuando vuelva a verlo? O peor aún ¿Qué voy a sentir al verlo junto a ella?

Solo eso pasaba por mi cabeza cuando salimos de camino al Roller para ver a los demás. No sabia que me esperaba, tampoco si podría soportarlo. Pero ya estando aquí todo me obligaba a hacerlo.

Quizá pensaba demasiado las cosas pero la realidad es que no sabía si estaba preparada para verlo con alguien más. 

Maldición.

Extrañaba a Sebas y sus manías de hacerme reír siempre que lo necesitaba. Sacarme una sonrisa se estaba volviendo su especialidad y adoraba el hecho de siempre tenerlo. De saber que en un momento como este él podría entenderme y ayudarme a resolver lo que sea que este pasando por mi cabeza.

Cuando entramos mire todo con detenimiento. Todo estaba sumamente igual, cosa que no me sorprendía porque hacía muy poco que me había ido. Sin embargo, el lugar ya no me causaba la misma emoción que antes.

Nada era igual ahora.

Unos brazos rodearon mi espalda con suma tranquilidad haciendo que volviera a mi realidad. Extrañaba mucho sus abrazos y no sabía cuanto me ayudaban a sostenerme en este momento.

—Mi bonita—acarició mi cabello con sutileza, causando que cierre mis ojos—. ¿Qué haces aquí?

—Debía volver.

—¿Has visto a Ámbar?—pregunto—. Te he extrañado tanto. No sabes lo mucho que me emociona que estés aquí.

—A mi igual—sonrío aun en sus brazos.

—¡Es que no puedo creerlo, Nicolas! ¡De verdad!—la voz molesta de Pedro llego a mis oídos—. ¡No puedo creer que no te puedo dejar ni un segundo en la cocina porque lo vuelves todo un desastre!

—No exageres tampoco, Pedro—bufo Nico siguiendo sus pasos—. Tú te ahogas en un vaso de agua muy fácilmente. Tampoco es para tanto.

—¿Qué no es para tanto?—pregunto Pedro aun más molesto, sin notar que todos los veíamos—. ¿No es para tanto? ¡Solo mira el desorden que has hecho allí dentro, por Dios! ¡Es un completo asco!

—Pero si lo limpias estará todo bien.

—¿Si lo limpio? ¿Acaso crees que yo lo haré? ¡Jodete, Nicolas!—le mostró el dedo medio y rodó sus ojos—. A veces no comprendo como aun no te han echado.

—¿Nina?—pregunto Nico dejando de prestarle atención a Pedro y mirándome—. ¡Dios mío, pero si tú eres!—apresuro a abrasarme pero di un paso atrás cuando note algo.

—No me toques.

—¿Qué onda?¿Qué te pasa?— levemente confundido frunció el ceño, bajo toda una capa de chocolate—. No recuerdo haberte hecho algo malo, sólo el día que te tiré aquel licuado de frutilla ¿aun sigues molesta por eso?

Bien, no es precisamente algo que quería recordar, fue un momento bastante vergonzoso. Tener todas las miradas clavadas sobre mi, algunas miradas asqueadas y otras, sólo con burlas en medio de toda la pista. Y claro entre todos estaba él, sólo que miraba indiferente. Sin notar que pasaba a su alrededor. Quien me ayudo fue Simón, me ayudo a limpiarme y quitarme todo ese desorden que había hecho ese día Nico conmigo. Creo que le caía mal.

—¿O es por aquel día que te choque en la plaza? Llevaba mis patines ¡eh!, No tenían los putos frenos buenos— alzó sus manos a los lados —. Y no creo que aún recuerdes el día que tire un aceite en el piso y tú caíste como papa al piso.

Amor Oculto,  Mattina SLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora