Capítulo XXXIV

1.4K 91 24
                                    

Seguía atontada por lo que había dicho aun al pasar de los minutos. Era la primera vez que escuchaba que me dijera algo lindo desde que me gustaba, y me sorprendía que justo todo esto estuviese ocurriendo en estos momentos.

-Gracias.

-¿No tienes más que decir?-pregunto, poniéndose de pie y acercándose un poco más a mi. Quedando a una distancia considerablemente no tan corta pero terriblemente peligrosa.

-No- conteste con cierto nerviosismo en mi voz sin saber que decir -. Supongo que no.

-Vaya, eso fue algo decepcionante-cruzo sus brazos sobre su abdomen recordándome que no traía camiseta con él -. Quería escuchar algo diferente a eso, supongo.

-No siempre obtenemos lo que queremos- alegué, aun sin dejar de mirarlo -. Digo, no es que no lo puedas, es solo que no siempre todo resulta ser como queremos.

-¿Qué?- pregunto entre risas por lo que acababa de decir.

-Descuida. No se que dije.

Matteo solo negó en varias ocasiones, se acerco dando un par de pasos de manera sigilosa quizá para no espantarme y se planto justamente frente a mi. Su mirada vacilo por un instante entre mis labios y volvió a mis ojos aun sin abandonar la sonrisa que afloraba entre sus labios.

-¿Quién eres Nina Simonetti?- pregunto con un tono de voz bajo y no aparte mi mirada ni un solo segundo. Incluso empece a sentir que mi pulso ya no estaba controlado normalmente, más bien, apenas y sentía mi corazón en mi pecho. Era como si su cercanía solo hacía que se detuviera -. ¿Y por qué no llegaste a mi vida antes?

-Siempre estuve ahí- contemple sus labios con lujuria, aun bajo todo acto ante él que pudiese avergonzarme -. Aunque nunca lo notaste.

-Entonces, déjame formular mejor mi pregunta. ¿Por qué no hable contigo antes?

-El destino nunca estuvo de nuestro lado- murmure, bajando la insistencia de mi mirada. Era la verdad, no hubo día en que yo no estuviese ahí, junto a él, sin que él lo notará. Siempre estuve. Y no porque lo acosará sino que al final, ambos siempre estábamos en los mismos lugares y compartíamos con las mismas personas -. Y supongo que ahora tampoco.

-¿Y por qué no ahora?- pregunto, haciendo contacto con la piel de mi brazo que solo me hizo dejar de respirar por un segundo, cerré mis ojos para que mi cerebro pudiera oxigenar y comenzar a mandarle señales a mi cuerpo de como reaccionar en estos momentos -. Quizá ahora si podamos conocernos. 

-Matteo- susurre porque el contacto que tenían sus dedos con la piel descubierta de mis brazos me quitaba el habla -. Yo solo vine a saber si estabas mejor- decía con la voz entre cortada, intentando coordinar las palabras que saldrían -. Debería irme.

-No- negó rotundamente -. Porque aunque en realidad no sé lo que siento, no creo que deba dejarte ir así de la nada.

-¿De que estás hablando?

-No voy a ofrecerte mil cosas porque no suelo ser así. No me gusta serlo- confeso, rascando su nuca -. Es solo que no sé, siento algún tipo de atracción hacia ti.

Me quede sin respuestas en ese momento, solo mire con desdén la puerta detrás de él intentando ordenar en mi cabeza todo lo que salía de sus labios e intentando darle algún significado a aquellas palabras.

-¿Qué?

-Lo siento, yo.., no pretendo confundirte- suspiro con negación. Quizá culpándose por lo que acababa de suceder -. ¿Quieres que vayamos por algo de comer?

-En realidad, yo solo venia a saber que estabas bien. Ya debería de irme- susurre, debatiéndome entre salir por aquella puerta y dejar atrás todo lo que no logre entender o quedare aquí, buscando respuestas que quizá ni siquiera tenían preguntas.

-No tienes que irte aun- contesto con una sonrisa apareciendo en su rostro. Posiblemente si quisiera quedarme, pero mi parte sensata creería que lo más sensato era que me fuera ya de aquí para evitar futuras confesiones con mi corazón -. Podemos hacer una pizza- ofreció con emoción -. No es por presumir pero me quedan, para chuparse los dedos.

Lo mire con sorpresa porque, a todos los chicos que conocía no sabían cocinar algo más que calentar algo de la nevera o freír algunos huevos con pan tostado para el desayuno.

-¿Sabes hacer pizzas?

-Obvio mi amor, soy Italiano- alardeó, caminando hasta la puerta de su habitación -. ¿Qué esperabas?

-Que no supieras siquiera hervir el agua- bromee aun desde mi lugar.

-Guapo, inteligente y chef ¿Ves que soy el chico perfecto para cualquier chica?- enfatizo abriendo su puerta y me miro. Para mi sí. -. Suelo sorprender a todos con mis cualidades culinarias. ¡Que no te sorprenda que cocine mejor que tú,eh! 

-¡Oye, no insultes mi comida que aun no pruebas!- remede mirándolo recostarse bajo el umbral de la puerta con los brazos cruzados -. ¡Y no es por presumir, pero mis tortas de chocolate son las mejores delicias que jamás tendrás el placer de probar!

-¿Y por qué nunca las probaré?- pregunto con cierta diversión, aun desde su lugar.

-Porque yo suelo cocinarle solo a personas importantes- remarque lo último -. No todos los seres pueden disfrutar de mis exquisiteces solo por que si- alardeé está vez yo.

-¿Y entonces porque deberías de probar mis pizzas si yo no puedo hacerlo con tus tortas?-pregunto con cierta interés.

-Porque tú has ofrecido hacerlas- me encogí de hombros -. Mientras yo te he dicho que no las haré para ti.

-Oye, eso definitivamente me dolió- llevo una mano hasta su pecho y fingió dolor -. Acabas de decir prácticamente que me he ofrecido a cocinarte a ti.

-Eso es lo que acabas de hacer- resople.

-¿No me darás nunca de tus tortas?

-No.

-¿Ni siquiera una mísera miga?

-Totalmente no.

-Diablos Simonetti, que mezquina- bromeo bajando sus brazos a su lado -. Algún día lo harás. Y si me gustan, tendrás que regalarme una cada fin de semana- finalizó, tomando una camiseta que estaba tirada cerca de dónde él estaba y la paso sobre su cuello.

-¿Y qué ganaría yo a cambio?- pregunte.

-Eso ya estaría en tus manos- cruzó la puerta de manera triunfal con una sonrisa entre sus labios y me quede ahí como una estúpida pensando en sus últimas palabras -. ¿Te piensas quedar ahí, admirando mi ropa interior y robandola para después hacerme un amarre para que me case contigo y luego tengamos hijos, o vendrás conmigo a la cocina?

Solté un risotada ante sus ocurrencias y camine por el pasillo, siguiendo sus pasos.

-Me voy por el segundo, aunque el primero no estaba mal-jugué ya estando a su lado.

-Es que lo se- aseguro con firmeza -. Siempre se pierden mis boxers, supongo que eres tu la causante de eso.

Me detuve y lo mire confundida. ¿Estaba bromeando conmigo?

-¿En serio siempre se pierden?

-Sí- asintió con la cabeza -. Comienzo a creer que eres tú quien los roba.

-Claro, y según tú, ¿cómo va mi amarre?- le seguí la corriente mientras bajaba los peldaños de las escaleras con el suficiente cuidado para no ser torpe y terminar cayendo por tratar de seguir sus pasos -. ¿Está funcionando, o debo llevarme uno más para poder completarlo?

-Digamos que va lento pero por buen camino.


***

Holishhhh, ¿saben? faltan -58 por edición, y pos si me esta gustando lo que voy cambiando. A decir verdad antes me adelantaba mucho a lo que pasaba. Ahorita lo voy ajustando todo

Estaba pensado y el otro día leí muchas tramas que tengo en borradores de historias que definitivamente se desarrollarían muy bien. Y puede que pronto este retomando algunas para darles ya un curso que nunca les di :)

Amor Oculto,  Mattina SLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora