Capítulo XLIX

909 56 63
                                    


Todo me molestaba y en mi cabeza daba vueltas sin parar el hecho de que ayer ese imbécil casi iba a besarla. No podía reclamar, porque no tenía ningún tipo de derecho para hacerlo pero odiaba el solo hecho de imaginarlo acercándose mucho más a ella de lo que yo podía hacerlo. Nina seguía ignorándome, evitando hablar conmigo y afectaba el hecho de él si pudiera, de que él si disfrutará de tenerla cerca. 

En toda la mañana no quise tener ningún tipo de contacto con los demás, no dónde ella estuviera. Estaba molesto y no terminaba de entender porque, solo sabía que no quería verla.

—Te estaba buscando—dice Jorge a mi lado llamando mi atención. Rodé mis ojos—. Creo que olvidaste algo que debiste recordar.

—¿De que se supone que estás hablando? No tengo mucho tiempo, no tengo ánimos de conversar ni discutir con nadie, Jorge— lo miré de reojo—. Se que si lo hago me desahogare con quién no lo merece.

—¿Matteo, se te olvido que hoy tenemos teatro?

—¿Qué se supone que estás hablando?—pregunté, —. ¿Bromeas? ¿es hoy?

—No puedo creer que en serio lo olvidarás—comento indignado, mientras me miraba—. Para colmo somos los primeros en salir. Así que ya deberíamos estar listos.

—¿Y Nico y Pedro?—pregunté sacando el teléfono de uno de mis bolsillos—. Debería llamarlos.

—Tarde. Cuando tú vas ya yo vengo— volví a bloquear mi celular y lo miré esperando que hablará —. Se supone que ya vienen para acá—asentí, —. Espero que hayas estudiado tú libreto o terminaré por asesinarte.

—Jamás me tocarías un jodido cabello porque no te lo permitiría—hable en un tono amenazante mientras lo miraba con fastidio —. Hagamos esto porque no tolero tenerte cerca por mucho más tiempo.

—¿Y por qué no?—preguntó—. Todos terminan amándome.

—¡No puede ser que tengas tanta estima!— dije fastidiado ya—. En serio, no sabes acaso que no es bueno.

—¿Olvidas quién es que el que se cree el dueño de una simple pista cualquiera?— ironizó—. ¿El rey de la pista? Que mentalidad más estúpidamente altanera.

—Yo nunca me creí más que nadie.

—Lo hiciste, Matteo— asintió—. Por supuesto que sí. 

—Solo vayamos, hagamos lo que tenemos que hacer y terminemos con esto de una buena vez por todas, ¿te parece?

—Me parece bien— estuvo de acuerdo conmigo—. A mi también me está cansando esto.


***


—Esto me parece sumamente ridículo—me queje cruzando mis brazos a la altura de mi pecho, totalmente negado a tener que hacer esto —. Yo, el sexy Matteo Balsano metido en esto que aparte de ser de mujeres era de la era de mi tatarabuela.

—Deja el machismo Matteo, por Dios— negó repetidas veces—. Solo es por un momento, salimos, actuamos y disfruta de esto—admitió sonriente, mientras se divertía con todo esto.

Rodé mis ojos sin diversión alguna.

—¿Cómo quieres que camine con esto?—mostré indiferente el par de zapatillas altas  que traía calzadas en mis pies.

—¿Nunca te has subido a unos?—pregunto fingiendo demencia—. Con esas actitudes que a veces terminas gastándote, creo que a mas de uno— soltó una carcajada causando que quiera romperle su jodida boca.

—No me está causando gracia esto— volví a cruzarme de brazos. Infeliz.

—Práctica antes de ir al escenario—me miro con seriedad —. No quiero que termines por caerte como un imbécil allá afuera.

Comencé a practicar con los tacones, intentando poder mantener estabilidad con ellos en mis pies. Admiraba mucho en este momento a las mujeres para poder mantener el equilibrio sobre unos de estos, y me preguntaba en repetidas ocasiones como hacían ellas para soportar semejante tortura. Mis piernas tambaleaban sin querer estar estables, sin querer seguir mis indicaciones. Caminaba hacia mi compañero mostrandole lo torpe que era mi pasarela de gelatina (literal), con cierta gracia para no perder mi encanto.

—Comienzo a creer que eres mujer en alguna parte—comento Jorge con burla —. Comienzo a creer que te gusto y por eso me acosas.

—¡No digas estupideces!— gruñí.

—Mentira no es.

Torpemente caí al uno de los zapatos romperse en el tacón y caí al piso sin previo aviso arrasando con lo que tenía a mi lado. Jorge cayó conmigo, quedando debajo de mi.

—Comienza a preocuparme esto—dijo respirando agitado y adolorido al caerle mi peso encima—. ¡Quitate de encima de una buena vez, Matteo! ¡No te aguanto ya!—intento moverme y pudo respirar con normalidad cuando rodé mi cuerpo a su lado.

—Eso fue sin querer—admití.

—Me dejaste molido—se quejo aun con una mueca—. Como pesas, loco.

—Suelo comer bastante— sonreí con la boca pegada. Me puse de pie apenas pude y limpie mi vestido a lo estilo princesa Disney.

—Deberías ayudarme, ¿no lo crees?—me miro desde el piso aun sin aire —. Creo que seria lo más justo después de todo. Tú me has tumbado.

—¿Qué?—pregunte, mientras lo miro de vuelta —. ¡Oh, es que te caíste! ¡No lo había notado!—fingí demencia—. Igual deberías saber ya no iba a ayudarte.

—¡Tú me tumbaste! ¡Por patifloja!— se quejó incorporándose en el piso. Aun sentado, me miro mal—. Quita esa cara de imbécil y practica bien lo que vas a hacer o por mi madre que te mato.

—Como si te tuviera miedo.

—Deberías.

—¿Sí? ¿Y por qué?

—Solo hazlo, y ya.

—Tú no me mandas.

—¡Eres jodidamente insoportable, Matteo!

—Opino lo mismo— dije con obviedad —. Es un sentimiento bastante mutuo.



****

¿Qué les parece mi novela?

1.) Excelente

2.) Buena

3.) Regular

4.) Pésima

Amor Oculto,  Mattina SLWhere stories live. Discover now