Capítulo XXXIX

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—No puedo creer que me dejarás dormir en el sillón— eso fue un reproche cuando Luna cruzo la sala por primera vez en lo que iba de mañana. El cuerpo me estaba doliendo, tanto así que sentía que me había metido en una licuadora y lo que hoy amaneció fuero aquellos restos —. Eres una ingrata.

Me dolía el cuerpo, verdad.

—Te vez rara, ¿qué te pasa?– Luna me miró riendo.

—Me dejaste dormir en el sillón– señale a Luna molesta —. Lo peor es que termine cayendo al piso y ahora me duele hasta el alma–me sobe el cuello cerrando los ojos.

—Te llame pero estabas roncando y no me escuchaste.– levanto sus manos excusandose.

—Yo no ronco–arrugué la nariz –Además, solo debiste moverme.

—Créeme que lo hice— aseguro asintiendo —.  Como si no pesarás. ¡Eres un rolo, mujer! Ni siquiera te inmutaste más que a respirar y ya.

—¡Yo no soy tan pesada!— chillé.

—Bueno, bueno, no importa. Necesito su ayuda.

—¿En qué necesitas que te ayude?

—No olviden que quede con Matteo— enarque una ceja divertida —.  Está seria nuestra primera salida solos.

—Su primera cita— sonrío Luna —. Porque aunque lo niegues, eso es. Una cita.

—¿Me ayudaras?— omití lo anterior.

—Por supuesto que sí. Ámbar y yo te ayudaremos.

***

—¿Pantalón o falda?– preguntó Ámbar tirando toda la ropa de mi armario.

—Pantalón, es mucho más cómodo– comente riendo, era cierto. Las faldas se me hacía muy tediosas. Por eso aunque si las utilizaba, era muy pocas las veces que me las podían ver —. ¡Auch! Luna me vas a sacar un ojo– me tape con mi mano.

—¿Y cómo no? Si no dejas de moverte– se  quejo Luna.

—Ósea que si termino tuerta, será mi culpa— dije indigada —. Ten cuidado por favor, seria terrible si llego en esas circunstancias con él.

—Sólo  intento taparte las ojeras que traes— murmuro con fastidio —. Deberías agradecerme.

—¿Tacos o zapatillas?– preguntó Ámbar.

—Tacos y unos chilaquiles—contesto Luna —. Grandecitos  por favor.

—Deja de pensar en comida Luna, habló deque si  zapatillas altas o bajas.

—Yo no tengo altas Ámbar.

—Pero yo sí–mostró lo que traía en sus manos.

—Prefiero zapatillas bajas, son mucho más cómodas.

—Para ser bellas hay que ver estrellas.–rió Ámbar.

—Dejemos eso para otra ocasión— dije cerrando los ojos por instinto cuando Luna acercaba los pinceles a ellos —. No olviden que no se dónde piense ir Matteo aun. No puedo ir con zapatos altos y que terminemos yendo de excursión.

—¡No te llevará de excursión en su primera cita!

—Solo fue un ejemplo Luna.

—Entonces bajos—  suspiro Ámbar a mis espaldas —. Deberías aprender un poco de feminidad Nina. Y no lo digo por mal, es solo que debes saber que hay momentos en los que nos es necesario llevarlos puestos.

—Eso lo sé— afirme de manera positiva —. Como también se que para está salida no es la ocasión de llevarlos.

—Ya que, en algún momento será.

—Sí, supongo que si— asentí —. ¿Conseguiste que ponerme?

—Pues, ya sé que me dijiste que no querías nada con faldas hoy—hablo en un tono sumiso —. Pero si no vas a llevar unos zapatos altos por lo menos opino que estaría lindo que llevarás una. ¡Está azul está muy linda!

—¿En serio me harás llevar una?

—Si.

—No puedo creerlo.

Después de que Luna hiciera lo que ella decreto como maravillas conmigo, me puse lo que Ámbar escogió para mi. No me gustaba la idea de salir en falda aun cuando Matteo era mi compañero de salida pero sabía que sería imposible que la convenciera de lo contrario después de que me negué a llevar las zapatillas altas.

Sin mucho que decir y poco que hacer, suspire subiendo la cremallera de aquella falda azul rey que tanto le había gustado a la rubia de mi amiga, aunque me gustaba como me quedaba -porque en realidad si se me veía bastante bien- no me sentía del todo cómoda al usarla. Sin embargo me quede callada.

Salí del baño ya totalmente lista y la satisfacción en la cara de mis amigas me hizo darme cuenta de que si les había dado por resultado lo que ellas querían.

—Estás muy bonita Nina—sonrío Luna sentada en mi cama dejando de mirar su celular —. Que chulada que eres amiga.

—Gracias— murmure apenada.

—¡Que guapa, amiga!—dijo Ámbar mirándome —. Te queda muy bonita esa falda.

—¿Segura?

—Totalmente sí—asintió.

—Gracias a ustedes chicas.

Me llegó un mensaje en mi celular.

Corrí a buscarlo sobre mi cama, y vi quien era; Era Matteo.

Me sentí nerviosa al ver su nombre.

Estoy afuera, sal.

Mire a las chicas y solo respondí; 

Ya voy pimienta.

—Chicas, ya está aquí.

—¡Pues ve y disfruta con tú chico Nina!— sonrío Luna.

—Gracias— sonreí —. Nos vemos más tarde.


Amor Oculto,  Mattina SLWhere stories live. Discover now