Él tomó mis manos con delicadeza y las bajó. Miré sus ojos, él me observaba con atención. Pero su mirada estaba clavada en mis irises. Por lo que me hizo ruborizar aún más. Antes de poder decirle que dejara de hacer eso, se acercó y me dio un beso. Fue relativamente corto, no duró más de un minuto y fue terriblemente suave y dulce. Se separó y colocó su frente sobre la mía.

—Eres hermosa, Sarah —susurró antes de volver a besarme. Para ese entonces creo que los tomates me pueden reclamar como parte de su familia.

Me besó con intensidad pero seguía siendo un beso dulce y apasionado. Uno ve a Derek y lo relaciona directamente como un chico malo y rudo y se espera que sea así en cualquier ámbito. Pero cuando estamos solos, él es dulce y se preocupa por mí. Quiere que me sienta cómoda con mi cuerpo y con lo que sea que estemos haciendo. Se encarga de preguntarme todo el tiempo si eso es lo que quiero, si hay algo que me incomode, si quería que se detuviera. Todo eso hacía que la intimidad fuera algo especial. Su preocupación por mi bienestar y mi consentimiento hicieron que toda imagen de un chico rudo que alguna vez tuve de él, se desvaneciera.

Me volví a recostar, a estar debajo de él. Derek se sostenía con sus manos sobre el colchón, sus piernas al lado de mi cuerpo y su torso muy pegado al mío. Unos segundos después, se volvió a separar de mí. Se alejó de mi cuerpo, estuve por preguntarle si estaba todo bien cuando me quedé sin habla. Derek analizaba mi cuerpo. Odio y amo cuando hace eso.

Lo odio porque sé que estoy siendo observada por una de las pocas personas que me ha visto así y realmente quiero que le guste lo que ve. Sin mencionar que eso me hace ruborizar a un nivel extremo. Y lo amo porque que me analice con la mirada me hace sentir especial. Me hace sentir querida por alguien que está muy fuera de mi liga.

Sus ojos se detuvieron en mi hombro derecho. Me giré para ver qué le llamó la atención.

Las marcas de dientes. Las marcas que me hizo Peter en la noche del baile, en el campo de lacrosse. Volví a verle. Sé que se siente algo culpable por aquello. Cuando él no pudo hacer nada para impedirlo, Kate le había secuestrado. El ser mordida no fue su culpa. Pero no me sorprendería que lo considerara así. Derek tiende a culparse de demasiadas cosas que no debería. Es porque tiene un enorme corazón, que por el momento solo yo puedo ver.

Levanto su mano izquierda (gracias a su fuerza lobuna no se cayó sobre mí) y rozó sus yemas sobre las pequeñas cicatrices. Dejé salir una mínima sonrisa, una algo triste, siempre que las veía hacía lo mismo.

—No fue tu culpa, Der —murmuré. Sus irises verdes se conectaron con los míos. Subí mi mano derecha y tomé la suya, le alejé de esas marcas. Este era nuestro momento, no iba a dejar que esas cicatrices me robaran el protagonismo.

Él estuvo a punto de decir algo, cuando giró su rostro hacia la ventana. Fruncí el ceño, ¿habrá escuchado algo que sólo su audición extrasensorial puede escuchar? Se incorporó, hice lo mismo.

—¿Qué ocurre? —pregunté mirando sus hermosas facciones. Su dura mandíbula y la leve barba que le adornaba. Sus mejillas algo ruborizadas por el calor corporal de nuestras acciones. Sus labios rosados, producto de los besos apasionados. Su desnudo torso y el leve brillo provocado por el sudor. Sus brazos y lo musculosos que éstos son. Sus piernas cubiertas por el jean y...

—¿No dijiste que tu hermano vendría a eso de las siete? —su pregunta interrumpió mi análisis de su perfecto cuerpo. Cuando las palabras tuvieron un sentido para mí, abrí los ojos con grandeza. Me giré con rapidez para ver la hora. Eran las seis. A eso de las siete, Stiles y yo acompañaríamos a Scott a hacerse un tatuaje. Mi hermano llegó temprano—. Acaba de estacionar su auto.

Paranoia [Teen Wolf]Where stories live. Discover now