Capítulo XXXVI

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—Si Matteo– conteste riendo.

—Bien— negó con la cabeza riendo —. Eso espero.

—Chicos ¿Por qué no van a ducharse?– dijo la nana entrando por la puerta trasera, me puse de pie y la mire –. Se ponen algo limpio y bajan a comer. Yo termino con esto y saco las pizzas del horno.

—No traigo más ropa— confesé —. No pensé que la fuese a necesitar.

—Yo te puedo prestar algo, no es muy de moda ni nada pero podría servirte para quitarte todo esto de encima.

—No importa.

—Vamos– Matteo se puso a mi lado y me tomo de la cintura —. Hay que limpiarnos antes de comer.

—No Matteo, ella se va conmigo– me tomo de la mano la señora que conocía por Tita y solo lo miré y me alce de hombros.

Llegamos a la que supuse era su habitación y luego de unos minutos salió de su guarda ropa con un vestido en sus manos. Me indico el baño y segundos después ya lo tenía puesto, me quedaba bastante grande y ancho. Era unas tres tallas más que la mía así que quedaba literalmente nadando.

Salí de ahí y ella me miró.

—Sabes, este fue el último obsequio que me dio madre antes de morir—susurro con cierta nostalgia en su voz.

—¡Oh! Creo que mejor me lo quito– me giré de vuelta al baño.

—No, déjalo.

—Pero esto es muy especial para usted– me senté en la orilla de su cama y la miré.

—No importa. Dejatelo.

—Está bien, prometo cuidarlo y enviarlo con Matteo intacto.

—Te gusta ¿no?– sonrío.

—¿Qué?

—¿Te gusta mi Matteito?—pregunto con diversión—. Se nota que le gustas.

—¿Por qué lo dice?– fruncí levemente el ceño.

—Nunca lo vi sonreír como hoy y menos trapear el piso– sonrío. Yo la imite.

—Se le veía gracioso– dije aún riendo.

—Si, te debe estar esperando abajo, anda yo luego voy– asentí y salí, al llegar al pie de la escalera Matteo me miró y comenzó a reír sonoramente.

—¿Qué te paso?– parecía tener una crisis de risa -. Pareces una viejita.

—Matteo esto es algo muy importante para tu nana ¡No te burles!– dije llegando a su lado.

—¿Sabes?  A ti cualquier trapito te luce– me tomo de la mano tomándome por sorpresa. Entramos a la cocina y nos sentamos en el mesón, él sirvió un poco de zumo de naranja en dos copas 

—¿Por qué las copas?— pregunte curiosa —. Digo, tomaremos jugo.

—Prueba y me dices que tal te parecen– acerco un trozo de pizza a mi boca para que lo probará. Le dí un mordisco y lo mire con sorpresa –. ¿Qué tal?

—Vaya, está bastante muy buena– me limpie con una servilleta –. Me sorprendes Matteo– reí. Dí un mordisco más. Cerré los ojos degustando en mi paladar lo exquisita que estaba.

—Y eso que no has trovado mi pasta, es exquisita– tome un sorbo de mi zumo. –. Después cuando nos casemos vas a querer que te cocine– al escucharlo me ahogue, y comencé a toser. –Es joda, no te pongas así– dijo riendo.

—¿Qué te hace creer que nos casaremos?

—Que si todo es como va. Sería una maravilla que eso pasará— continúo riendo—. Y no me molestaría para nada cocinar en ocasiones.

—Pues eso no suena nada mal.

—¿Verdad que no?— mordió su pizza y me miro —. Mi salsa es buenísima.

—No lo niego.

***

—¿Qué hora es?– pregunto tomando un poco de agua.

—Son casi las once.

—¿Qué? ¡Mamá me va a matar!– me levante y acomode el vestido. — Debo irme.

—Esperate, voy por tu bolso y mis llaves y te llevo.

—No tú estás enfermo, ya es tarde y yo puedo tomar un taxi.

—Ya estoy mejor, además tú misma lo dijiste, ya es tarde, no me lo perdonaría si algo malo te pasa– me dio una última sonrisa y salió corriendo. Negué sonriendo.

Camine hasta la entrada y lo espere frente a la puerta.

—¿Vamos?– abrió la puerta y caminamos hasta su garaje, subí al auto y él comenzó a conducir—. Estuvo bien hoy. Gracias por venir a visitarme.

—Sí. Gracias por las pizzas.

—Cuando quieras.

Por suerte mi casa está tan solo a unas cuantas cuadras y en menos de diez minutos llegamos.

—¿Nos vemos mañana?– termino de estacionar el auto y me miró —. En el Blake.

—Si, debo entrar ya.– señale mi casa –. Buenas noches.– me baje del auto.

—Buenas noches.– me sonrío desde adentro del auto. Me acerque a la ventana de la puerta de la que acababa de bajarme, y me agache en ella para que pudiera verme —. ¿Sí?

—¿Me puedes enviar un mensaje cuando llegues a tu casa para saber que estás bien y estar tranquila?

—Te prometo que lo primero que voy hacer al pisar mi habitación será eso.

—¿Por el meñique?– extendí mi brazo hacia él.

—¿Debo hacer eso?– chilló y asentí. Suspiró pesadamente y miró mi meñique. –. ¡Por el tonto meñique!– acepto el mio.

Me aleje del auto y ya en la puerta de mi casa,me despedí de él moviendo mi mano, suspire y entre a casa.

Cerré la puerta con cuidado y en silencio queriendo evitar que notarán que estoy llegando bastante tarde, me quite mis zapatillas para no hacer ruido. Estaba subiendo la escalera cuando todas las luces se encienden ¡Carajo!

—Estás no son horas de llegar señorita.

—Mamá yo te puedo explicar—me giré sobre mis talones y Lunita estaba en pijama al pie de la escalera con un helado enorme–. Me asustaste Luna ¿Qué haces despierta? ¿Y mamá?– susurré bajando de vuelta.

—¿Por qué susurras?

—¿Donde está mamá?

—Llamo que llegaría tarde y me pidió que me quedará con ustedes– tomo una enorme cucharada de helado y lo puso en su boca. –. ¿Y ese vestido de abuelita?

—Es un cuento largo, Luna– me tiré en el sofá — . ¿Y Ámbar?

—Aquí estoy– habló acercándose a nosotras.

—¿No estabas dormida?– Luna frunció el ceño.

—Tú lo has dicho, estaba– se sentó a mi lado—. ¿Cómo les fue, a ambas?

—Empieza tu Nina.

—No hay mucho que contar— negué rotundamente —. Nada interesante.

—¿Ah, no?– alzó una de sus cejas.

—No– asentí –. Solo hicimos algunas pizzas y eso.

—¿Solo eso? Mentirosa, ocultas algo– sonrío  Ámbar.

—No oculto nada,Ámbar, en serio.


Amor Oculto,  Mattina SLOnde histórias criam vida. Descubra agora