La ruta del burro primaveral. Parte III

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El burrapo.

Me he puesto muy serio en estas últimas entregas de Así que quieres escribir... (Léase con voz de locutor de radionovela). Pero, creo que ya se me pasó el mal humor. Nada que varias buenas horas de sueño y algo más no remedien. En fin, unos son felices con su pandicornio y yo lo soy con mi burrapo —criatura mística parte burro y parte sapo creada por mi suegra— y ahora te toca ser feliz porque ya vamos a la mitad de la ruta del burro primaveral. Recuerda: si te duele al sentarte, es culpa del burro.

Bueno, hablando de mitades, una novela no solo es buena por tener un comienzo que enganche

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Bueno, hablando de mitades, una novela no solo es buena por tener un comienzo que enganche. Debe tener al menos desarrollo y final sólidos y convincentes. No quieres defraudar a tus lectores. ¿O sí?

La forma en que desarrolles tus capítulos es muy tuya. No lo olvides: rechaza imitaciones. O sea, no imites la escritura de otros. En cambio, sigue estos consejos que seguramente servirán para que al menos el nudo, desarrollo o como quieras llamar a lo que sigue del inicio, no sea tan mediocre como las novelas de Rayita.

¡Comenzamos! (Léase como presentador de programa de concursos)

1. Menos es más... Porque muchas veces podrás transmitir la misma idea con una palabra que con cuatro. Es lo que algunos llaman "economía verbal". Por ejemplo, puedes mandar a tu personaje con el especialista del corazón o con el cardiólogo. Tampoco abuses de las florituras. Fíjate en esto:

"El vasto cielo azul, interminable, celestial, retrato del paraíso, se pintó tras la ventana cuando las nubes tropezaron al fin, mientras caía la tarde. El viento daba muerte a la tempestad y el sol cantaba su triunfo con voz dorada."

¡Puaj! ¡Quiero vomitar un arcoíris! Por suerte, esta escena puede construirse con menos adornitos y aún transmitirá la misma sensación:

"El cielo parecía infinito aquel atardecer, después de que el viento ahuyentó la tormenta."

Pero ten cuidado. A veces prefiero usar esas tres o cuatro palabras de más que obligar al lector a coger el diccionario. ¿Cuándo conviene renunciar a la economía verbal? Hay dos casos —que yo sepa—: si el término es extravagante y no importa si lo usas o hay necesidad de repetirlo. Para resumir, no olvides que puedes dar la sopa a tus personajes en escudillas o platos de barro; todo depende si viven en el medievo o durante la revolución mexicana de 1910. Por si no quedó claro: si esa palabreja ayuda a ambientar la historia, adelante, pero si da igual... mejor pasa.

2. ¡Fuera, impulso de adjetivación! Los adjetivos son bonitos. Claro. Pero, imagina que vas a la heladería y te sirven tus fresas con crema, chocolate fundido, nuez picada, helado napolitano, ositos de goma, grajeas, M&Ms, chispas de chocolate... Ay, no. Así tendré diabetes. ¿Recuerdas el ejemplo del punto 1? ¡Cómo olvidar tanta melcocha! El cielo era azul, interminable, celestial... Faltaba que la chica al lado de este joven llevara su hermosa, reluciente y suave cabellera en un estético peinado redondo. ¿No sería más fácil decir que Pánfila traía un peinado estilo paje? Un autor mucho más malhumorado te diría que uses sustantivos que no requieran adjetivación. Sustantivos fuertes. Verbos, muchos verbos también. Así tu kung-fu será más poderoso.

Así que quieres escribir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora