Capítulo cuarenta y siete

Comenzar desde el principio
                                    

—¿Por qué no?

—Porque no hemos hablado de lo que queremos hacer. No somos nada aún —vuelvo a besarlo—. No podemos seguir besándonos. No hasta que hablemos. No quiero que seamos amigos con derechos. No me van esas cosas.

—Entonces —me besa, y continúa hablando—: ¿Por qué parece que quieres seguir besándome?, ¿por qué sigues respondiéndome? —acaricia una de mis piernas.

Buen punto.

—Porque quiero seguir haciéndolo —respondo. Se me escapa un suspiro pequeño, y me dispongo a abrir los ojos. Si no paro ahora, sé que después tampoco lo haré. Pego las palmas de mis manos en su pecho y me echo hacia atrás. Su mirada se encuentra con la mía.

—Lo siento —sonríe mirando mi boca—. Me dejé llevar.

Me sonrojo. Después, si él quiere, puede dejarse llevar todo lo que se le dé la gana.

Apoya las palmas de sus manos a los costados de mi cuerpo. Aún sigo sentada sobre la mesa. ¿Qué tengo que hacer?, ¿pedirle permiso para poder ponerme de pie?

¿Has escuchado el dicho que dice que las situaciones románticas son sencillas, pero que las personas las hacemos complicadas? —me pregunta.

Asiento.

—No quiero que eso pase ahora, lo he pensado toda la noche. No quiero tener una charla superlarga de esto. Yo sé lo que quiero, Brisa. Lo sé desde hace tiempo. ¿Tú sabes lo que quieres?

—Sí. Pero tengo que hacerte una pregunta.

Si no se me hubiera pasado por la mente lo que vi ayer cuando entré a la casa, esta pregunta no estaría por salir de mi boca. Pero como esta situación es totalmente nueva y desconocida para mí, tengo que aclarar las dudas. Esta es la especie de charla que íbamos a tener, aunque, siendo sincera, pensé que ambos estaríamos sentados. En una silla.

—Hazla.

—¿Qué sentiste cuando tú y Sofía se besaron ayer?

Gastón

Nada. La respuesta es nada.

Mi historia con Sofía terminó hace mucho tiempo y los sentimientos que una vez fueron fuertes, empezaron a acabarse cuando comencé a sanar las heridas que dejó en mí. El beso de ayer fue monótono.

—No sentí nada, Brisa. Ya no la quiero. Ella quedó en el pasado.

Su expresión refleja algo de inconformidad, y no quiero que esto sea una traba en su cabeza. No cuando podemos tener algo más que una amistad.

—Oye, lo digo en serio —me acerco a su rostro. Por un segundo pensé que me alejaría, pero no lo hace. Me permite acercarme, así que me avivo y deposito un beso en sus suaves labios.

No sé qué es lo que Brisa tiene. Decir que me vuelve loco es poco. Tiene una vibración especial, un imán que me atrae y me hace desearla cada vez que la veo. El beso de recién fue igual de intenso como el de ayer en la tarde. Cada vez que la toco tengo que soportar las ganas de sacarle la remera y su demás vestimenta para hacérselo, para embestirla con fuerza y dejarme perder en el deseo máximo. Quiero verla bajo mi cuerpo, escuchando sus gemidos y presionando mi piel con sus manos. Quiero oírla pidiéndome más, quiero mirarla a los ojos mientras se lo hago y quiero escuchar cómo su respiración se descontrola ante la excitación.

—Me gustas tú. Ya no quiero ser solo tu amigo. No quiero seguir viéndote bajar las escaleras y no poder ir hacia ti a darte un beso en los labios, en la mejilla o en la piel de tu cuello. ¿Qué quieres tú?

—Quiero lo mismo. Quiero que seamos algo más.

—¿Te sientes lista para estar conmigo? —pregunto por Liam. No quiero que empecemos a tener algo, y que después ella me diga que tenemos que terminar porque sigue queriendo a ese otro.

—Sí. La verdad no pensé que estaría lista tan pronto, pero ya no puedo evitar que me gustes. Creo que... yo empecé a sentir cosas por ti desde que llegaste. Es como si al verte hubieras revivido de a poco y disimuladamente lo que sentí una vez por ti. Quiero estar contigo. Aunque me da un poco de miedo. Pero puedo aceptar el riesgo.

—Yo quiero aceptarlo desde hace mucho —confieso con una sonrisa. Le robo una y eso hace que mi día sea feliz.

Una sonrisa de la persona que quieres puede cambiarte el día. Suena cursi, pero si quieres de verdad, entenderás el sentimiento.

—Pero tienes que hacerme la pregunta —me pide con las mejillas ruborizadas.

Ya iba a hacerlo. Me gusta hacer las cosas a la antigua.

—¿Te gustaría ser mi novia, bonita? Di que sí, no vayas a arrepentirte de lo que has dicho hace un momento atrás.

Baja la mirada ante la vergüenza. Me gusta cuando se pone tímida, me da ternura.

—¡Sí!, quiero ser tu novia —responde casi en susurro.

Le doy un beso.

Y pensar que hace un tiempo ella estaba por casarse con otra persona. Ypensar que hace un tiempo, ella y yo no sabíamos cómo nos encontrábamos. Nosabíamos qué nos pasaba. No sabíamos nada. Hace un tiempo no éramos ni amigos.Y ahora, ya somos pareja. No sé cómo es que el destino se maneja, pero meagrada la manera en la que ha hecho que las cosas se den.

 No sé cómo es que el destino se maneja, pero meagrada la manera en la que ha hecho que las cosas se den

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora