Capítulo treinta y cinco

Comenzar desde el principio
                                    

—¿Segura?

—Muy —responde. Sé que no es del todo verdad, pero arranco el coche y noto que se pone nerviosa.

Procuro ir lento en todo el viaje para que se relaje. Se descalza los pies y sube las piernas al asiento, enredándose a sí misma con sus brazos mientras mira por la ventana. Quiero decirle algo, pero el silencio es tan relajante y nada incómodo que dejo pasar mis pensamientos y me concentro en el camino. De vez en cuando, la miro para ver qué hace, y noto que sigue en la misma posición. Parece estar cómoda y eso me gusta. La prioridad es que ella esté bien.

Mi celular vibra en mi pantalón y ella levanta la mirada para verme.

—¿Podrías ver quién es?

Brisa asiente.

—Permiso —dice mientras acerca su mano a mi bolsillo delantero para sacar mi teléfono. Su mano derecha se posa en mi pierna y la otra saca el móvil. Que me toque, en especial en la pierna, me vuelve completamente loco.

Mira la pantalla y me la enseña.

—Contéstale. Dile que estamos en camino.

Le digo cuál es mi contraseña y entra a la aplicación de mensajes para decirle a Stefanía lo que le dije. Tendremos una cena para festejar que Brisa ha salido al fin del hospital, superando los obstáculos que se le pusieron en el camino por un tiempo. La primera propuesta era que sus padres la trajeran a su casa, pero yo fui insistente y pedí que me dejaran llevarla.

Estaciono el auto y la detengo del brazo cuando se quiere bajar. Me mira con ojos de desentendimiento.

—Yo te ayudo —le aclaro.

—No es necesario —sonríe.

—Sí, sí lo es —me bajo y le abro la puerta. La tomo de la mano y tiro levemente de ella para ayudarla.

—Soy perfectamente capaz de bajar del auto, Gastón —apunta, mientras curva una sonrisa—, pero gracias.

Le pongo el seguro al auto y me atrevo a rodear su cuerpo para acompañarla hasta el ascensor. No dice nada ante mi gesto y lo agradezco. Me veo muy cómodo rodeándola.

Cuando el ascensor nos deja en el piso correcto, Brisa sale primero y yo la sigo por detrás. Coloca su llave en la cerradura y entramos, recibiendo inmediatamente las miradas de los demás.

El primero en acercarse a Brisa es Isaac. La rodea con sus brazos y ella suelta una risita.

—¡Oye!, ¡despacito, por favor!, que, si no me vas a mandar de nuevo al hospital —lo reprende en forma de broma.

—Es que me alegra muchísimo que ya estés fuera de ese lugar. ¡Te quiero, hermana!

—Yo también —le responde con cariño.

Los segundos en saludarla son sus padres y su abuela. Le dan un abrazo fuerte y le dicen cosas que no llego a escuchar bien. Aprovecho que están reteniendo a Brisa y me acerco a Stefanía para saludarla.

—¿Sabes algo de él? —pregunto, recordando la rabia del día en el que le pegué. Ya que no lo dejaban ver a Brisa, el descarado de Liam estuvo llamando a Stef para saber sobre el estado de su ex.

Niega, mientras se cruza de brazos y mira a Brisa.

—No. No sé nada de él desde hace unos días. Es raro que haya dejado de llamar, pero ya no sé qué pensar de Liam después de lo que pasó.

—A mí nunca me cayó del todo bien —comento.

—Lo sé —responde—. Si llama, ¿crees que debería decirle que Brisa ha salido del hospital?

Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora