Capítulo veintiséis

Start from the beginning
                                    

—Sí, bueno, pero no tiene por qué parecerte raro. Es tu amigo, ¿no? Yo soy tu novio y quiero conocerlo más, porque en una fiesta no es tan buena idea. El ruido no te deja comunicarte bien, y gritar para oírnos no es muy cómodo que digamos. No olvides que él te ha invitado a salir a una casa de verano y a una fiesta suya, es correcto que tú lo invites a venir.

Sí, es cierto. Además, creo que Gastón está muy solo... Vive en una casa bastante grande sin nadie más. Entiendo que hay personas a las que les agrada estar en la soledad, pero sé que a Gastón no tanto. No hemos hablado mucho en estos días, apenas hemos intercambiado unas palabras. Lo básico, como preguntarnos cómo nos sentimos y qué tal fue nuestro día, pero más allá de eso, no.

—Te veo luego —le digo y lo beso en la boca—. ¿A qué hora vendrás a casa?

—Cuando vengas de la universidad ya estaré en casa. —me responde.

Asiento.

—Mejor.

—Te quiero.

—Yo igual —agarro mi bolso—. Hasta pronto.

Camino hasta el ascensor, bajo hasta la entrada y salgo a la calle buscando con la mirada el auto de mi amiga. Me meto dentro, y el viaje se me hace demasiado pesado. Bajo la ventanilla cuando siento algo de mareo y náuseas. Llego a la universidad sin haber hecho ninguna parada para vomitar. Me estaba sintiendo muy mal, y ahora, que estoy completamente al aire libre, me siento aliviada.

La mañana se me hace lenta, tengo mucho sueño y ansío llegar a mi casa para poder dormir una larga siesta. ¡Qué bueno que es fin de semana! El malestar persiste en mi cuerpo, y más de una vez, siento que vomitaré, pero me aguanto, y no digo nada. Menos con un profesor tan exigente como Miller. Lo que destaco de la mañana es que nadie me ha mirado raro, y eso es bueno, porque todos parecen haberse olvidado de los rumores que me ligaban a Gastón. Los días ayudaron bastante.

Me despido de Matt cuando veo que su novia le da un beso en los labios.

—Me siento mal, la verdad. —expreso, algo mareada.

—Se te nota en la cara, estás pálida.

—¿Mucho?

—Sí.

—Tengo ganas de acostarme por un largo rato.

—¿Vas a avisarle a Gastón?

—Ahora, cuando estemos en el auto —respondo mientras caminamos hasta el coche de Stefanía—. ¡Ah!, cuando lleguemos a tu casa, subiré contigo para que me des el vestido que te presté la otra vez. No andarás subiendo y bajando si te sientes mal. También aprovecharé para saludar a tu hermano.

No respondo nada, no tengo ganas ni de hablar. Llegamos hasta el auto, y mis cejas se fruncen al ver un pequeño papelito pegado al parabrisas.

—Te dejaron una nota —aviso. Stef la despega para leerla.

Me mira con las cejas fruncidas.

—En realidad, creo que es para ti —me la tiende y la leo.

«Mejor aléjate. -D.M. »

La firma es la misma del mensaje que me llegó la otra mañana.

—¿No es la misma...?

—Sí —me adelanto—. Es la misma firma del mensaje que me llegó el otro día —arrugo el papel, pero lo guardo en mi mochila—. ¿Me tendré que preocupar? —pregunto, pero no siento ni miedo, ni preocupación. Solo es una simple nota.

—Si llegan más, creo que sí. Parece una amenaza.

Me río.

—Sí, lo sé, pero yo no tengo enemigos, así que es inútil. Seguro alguien se aburrió y hace estas estupideces. Lástima que la letra está impresa, de lo contrario, quizá podía reconocer al autor.

Destinados #D1 (Completa)Where stories live. Discover now