—¡Ah! —me limito a decir—. Sí, sí tiene. De hecho, hoy se han puesto de novios —comento.

Gastón sonríe, pero no agrega nada más.

—¿Mañana qué harás? —le pregunto—. ¿Cuáles son tus planes para la semana?

Se acomoda el pelo.

—El martes tengo que irme de viaje por unos días.

—¡Ah!, ¿sí?

—Sí, es una sesión de fotos que tengo agendada desde hace unas semanas. Es para Calvin Klein. Tenemos un contrato desde hace ya un año. Seguramente, habrás visto alguna que otra publicidad en las tiendas de ropa.

Asiento.

—¿Cuál viste?

Una en la que estás en bóxers y se te ven todos esos perfectos abdominales y pectorales y se te marca un poco el paquete...—pienso.

—Bri —me dice y lo miro.

—¿Qué?

—Te pregunté algo.

—¡Ah, sí!... No recuerdo en cuál —respondo.

Minutos más tarde, apenas me doy cuenta de que estacionamos frente a mi edificio. Sé que es la hora de salir de su coche, pero me gusta su compañía, no quiero irme, quiero quedarme un ratito más con él. Estos últimos días estoy muy sola en casa y dudo que Stef quiera venir a quedarse conmigo porque es obvio que está con Matt haciendo Dios sabrá qué.

Desabrocho mi cinturón.

—Hoy me la pasé muy bien —me sonríe tiernamente y le devuelvo el gesto—. Gracias por hacer de mi domingo un día divertido. Estuvo lindo esto de salir como amigos, lo extrañaba. Antes solíamos estar siempre juntos los domingos, el día entero.

—Bueno, yo te agradezco haber hecho que saliera de ese departamento, no me gusta estar tanto tiempo sola. La pasé muy bien, la casa de verano, la piscina, la película, las risas, las fotos, las charlas, la cena que yo quería pagar y tú no me dejaste... —Se ríe—. Y tu compañía... Gracias, en serio. Ha sido un domingo perfecto.

Gastón está tan guapo con esa mirada de ternura. Me encanta que me mire así, porque me da la sensación de que todavía puedo contar con él.

—Es tan loco todo... es raro también... tenerte en mi auto. Me alegra haberme encontrado contigo.

Me quedo pensativa por un corto lapso.

Yo también me alegro de que nos hayamos reencontrado. A veces, se presentan cosas que después no van a volver a pasar, me siento bien por haber aceptado salir con Gastón. Puede que este día, a pesar de que nos hayamos visto de nuevo el viernes por la noche, haya marcado un después en nuestra renaciente y tímida relación. Quizá dentro de un tiempo, si es que seguimos en contacto, la palabra «tímida» se transforme en otra, una más linda. Y espero que sigamos en contacto.

—Yo también me alegro.

Gastón me vuelve a dedicar una cálida sonrisa. No lo evito y le contesto de la misma manera. Y nos quedamos así... mirándonos a los ojos y envueltos en un silencio profundo. Pero este no es malo, al contrario, es bonito, es cómodo.

Su rostro es de facciones definidas. Sus ojos grandes y marrones me penetran hasta lo insondable, como si supiese lo que pienso y lo que siento. Sus cejas negras y sus pestañas cortas lo hacen aún más atractivo. Y otra vez vuelvo a caer en esos pensamientos, esos que no tienen que estar dentro de mi cabeza. Aparto la mirada.

—Se hace un poco tarde, tengo que subir.

—Claro, tienes razón. ¿Nos juntaremos pronto? —sondea.

—Seguramente, sí —me acerco a abrazarlo con algo de duda, pero me relajo cuando sus brazos me corresponden y me dan un leve apretón.

—¿A dónde te gustaría salir la próxima vez?

Lo pienso un poco.

—Tal vez, sería buena idea ir a la playa. O podríamos ir a dar un paseo en un auto escarabajo —me río. Sé que eso no se podrá a no ser que alquilemos uno.

—De verdad te gustan mucho los escarabajos, ¿eh?

—¡Muchísimo!, algún día tendré el mío. Será negro o blanco... o rojo. Todavía no sé. Además, da igual, primero debo tener mi licencia. Espero te vaya superbién en el viaje y en el trabajo, Gastón.

—Y a ti en la universidad.

Le sonrío y me separo después del segundo e inesperado abrazo, no sin antes disfrutar su perfume, con disimulo.

—Adiós.

—Adiós, Brisa.

Abro la puerta y salgo del auto con algo de torpeza, pues por poco me caigo.

Mierda, siempre tan torpe, me hago quedar mal yo solita. El viernes en la noche con el tacón partido y ahora con el auto.

Gastón sonríe y la vergüenza me golpea, pero hago como si no pasó nada y cierro la puerta. Lo saludo con la mano mientras sonrío y entro en el departamento. Cuando me doy la vuelta, el auto de Gastón sigue ahí, lo que me hace pensar que seguramente quiere esperar a que me suba al ascensor.

Presiono el botón de mi planta y espero a que las puertas se abran al llegar. Camino por el pasillo y coloco la llave en la puerta para después girarla y tomar el picaporte. Cuando entro a la casa, la luz encendida me llama la atención y la tele prendida también.

Lo primero que se me pasa por la cabeza es que hay un ladrón —algo un poco ilógico porque, generalmente, el que te quiere robar, te saca las cosas y se va de inmediato— pero cuando veo una figura salir de la cocina, una enorme sonrisa me inunda el rostro.

—¿Tú qué haces aquí? 

—¿Tú qué haces aquí? 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora