Capítulo cinco

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Brisa

Me desperezo en la cama y me cubro hasta la cabeza con las sábanas.

Regresé a casa a las cinco de la mañana porque con Stefanía paramos en una cafetería que se mantiene abierta las veinticuatro horas y nos quedamos conversando un largo rato. Como suponía, ella iba a querer sacarme información, pero como no tenía ganas de hablar de Gastón, le volví a repetir que luego le diría todo. Al rato dejó de insistir y el tema de conversación se desvió a Matt, un amigo que tenemos en común y que a ella le gusta.

Cuando miro el reloj me doy cuenta de que son las tres de la tarde. No siento que descansé mucho, pero por lo visto las horas se han pasado volando. Me he desorientado en el momento en que me acosté, de eso no hay duda. En algunas ocasiones me ha pasado exactamente lo mismo; pienso que no duermo, pero en realidad sí lo hago. Se siente como si el cuerpo sí descansara, pero como si la mente no.

Estiro el brazo y tomo el celular de mi mesita de luz. Ya han pasado un par de horas del mediodía y yo ni siquiera he desayunado. Tengo varias llamadas perdidas de mi novio, no las escuché porque olvidé dejar el teléfono en sonido. Seguro está algo preocupado, siempre suelo atenderle cada vez que me llama.

Marco el número de Liam.

—¡Hola, hermosa! ¿Cómo estás? Te he estado llamando un montón de veces, ¿qué pasó?

—Lo dejé en silencio y la hora se me pasó.

—Me dejaste preocupado.

—Perdona.

—¿Estás de malhumor? —inquiere.

—Para nada.

—No pareces estar de ánimos...

—No sé, yo me siento bien, quizá parece que estoy molesta, pero no —creo—. ¿Tú cómo estás, amor?

—Bien, terminando de llenar unos papeles. Después tomaré una pequeña siesta porque me tuve que levantar temprano y anoche no pude descansar bien por los ladridos de los perros del vecino. ¿Qué tal la noche? ¿Algo interesante que destaques del nuevo club?

Gastón aparece en mis pensamientos en cuanto mis oídos captan esa pregunta. De solo recordar que lo vi y que después me pegué un porrazo, el calor sube por mis mejillas. Qué vergüenza, señor, qué vergüenza.

—Estuvo todo muy lindo, podemos ir algún otro día juntos, ya que no pudimos salir esta vez. ¿Qué te parece?

—Me gustaría mucho, hace tiempo no te saco a bailar. Extraño ver cómo tus caderas se mueven —me roba una sonrisa.

—Te extraño, Liam.

—Lo sé, bonita, lo sé; siempre me lo recuerdas. ¿Sabes de qué tengo ganas?

—¿De qué tienes ganas?

—De besarte mucho, mis labios piden tocar los tuyos.

Algo que siempre destaqué de Liam fue su manera tierna de expresarse conmigo. Desde que lo conocí vi en él tanta amabilidad, tanta compresión, tanta ternura en toda su personalidad que esas fueron algunas de las cosas que me hicieron caer rendida a sus pies. Y ni hablar de lo guapo que es...

Las siguientes dos horas, después de prepararme algo para comer me dedico a organizar mi departamento. Sé que no hay mucho que hacer, casi todas las cosas están en su lugar y el piso también está impecable, pero aun así quiero volver a trapear. Siempre me consideré una mujer limpia, bueno, a veces no tanto, pero por lo general, ordenada.

Comienzo con mi habitación: paso el plumero por los muebles y cambio las sábanas de la cama mientras una canción suena en mi celular. La ropa está ordenada en su totalidad, así que no tengo que preocuparme por eso. Continúo barriendo el pasillo y la cocina. Reviso que el baño esté en orden y finalizo trapeando todo el piso de las habitaciones mientras lavo la poca ropa que estaba sucia.

Destinados #D1 (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora