XXXVI

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El mes se acabó, pero muchas cosas iniciaron, muchas retomaron su curso después de dos años.


Romeo hizo que Artemisa prometiera que sería buena niña, que se comería todas sus verduras, e incluso logró que incluyera la sopa. ¡La sopa que tanto odiaba! Elena solo deseaba que no se olvidara de la promesa en cuanto Romeo desapareciera por la puerta. Se esforzaba por sonreír, lo último que quería era pegarle a Artemisa su humor, ella estaba muy emocionada, podría decir que su tío estaba en Berlín, Alemania, aunque no sabía dónde se ubicaba esa ciudad en el mapa.

Romeo puso su dedo índice debajo del mentón de Elena y lo elevó hasta que sus ojos no tenían otra opción, sino verlo directamente a los suyos.

—No pongas esa cara, son cuatro semanas —le dio un casto beso en los labios—. Hemos estado separados más tiempo.

—Pero literalmente separados, no juntos pero a un mar y un poco más de distancia. —Frunció los labios.

—¡Hasta Artemisa se está comportando!

—¡Soy niña grande! —Exclamó mostrando su blanca dentadura.

Romeo se agachó hasta quedar a la altura de su sobrina, le revolvió el pelo y le plantó un beso en la frente.

—Cuida de tu tía, ¿me lo prometes? —Extendió su meñique con el objetivo de cerrar su promesa.

Artemisa enrolló su dedito en el de Romeo.

—¡Prometido!

Al levantarse, Romeo metió las manos en los bolsillos y contempló a Elena largos segundos, grabándola en sus retinas, quería verla hasta con los ojos cerrados. Elena quería tenerlo a su lado, deseaba encadenarlo a ella y no dejarlo ir, pero debía hacerlo. Se trataba de una prueba que le ponía Mr. Karma en su preciado juego, quería ver cómo se comportaría, Elena se había convencido de ello.

—Cuando regrese, iré cada fin de semana, aunque un par las secuestraré y las traeré aquí —tomó las suaves manos de Elena entre las suyas y se las llevó a los labios, besó cada dedo, y luego tiró de Elena, encajándola en su pecho—. No me he ido y ya te extraño. ¿Es eso posible?

—Cuando amas nada es imposible.

Llamaron a los pasajeros del vuelo en que iba Romeo. Elena abrió los ojos como platos. ¿Tan rápido? Y aún más rápido se encontró entre los brazos de Romeo, con sus labios probando los de él. Una última vez. Más cerca, es lo más cerca que lo tendré en un mes. Artemisa se quejó, cubrió sus ojos con las manos, pero la ignoraron. Sus corazones gritaban el nombre del otro mientras sus labios se movían lentamente, buscando alargar el momento unos segundos.

—Te amo, ¿lo sabes, verdad?

—Lo sé, así como tú sabes que nunca dejé de amarte.

—Ay, Romeo. —Dijo Elena con un hilo de voz intentando no ser consumida por las bombas en su estómago, las mariposas habían sido víctimas de una evolución muy extraña, un tanto violenta.

Romeo besó la frente de las chicas a las que más quería, las miró una última vez y sintió las miradas de las chicas hasta desaparecer por el pasillo, siempre mirando adelante, a un futuro donde no las vería por treinta días.

Yo puedo.

∞∞∞

De regreso en su departamento por la noche, Elena había sacado el colchón y el edredón de la cama a la pequeña terraza que tenía su cuarto. Dejó los ventanales abiertos, y las cortinas amarradas con las bonitas cintas de corazones rosados que compró antes de salir a carretera. Los farolitos colgaban de unos postes plegables que instaló con ayuda de videos de YouTube, y de poste a poste había pegado cuerdas con estrellas fluorescentes, que Artemisa no dejaba en paz un segundo.

El juego de Artemisa | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora