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Elena

Toda la vida nos la pasamos jugando en el tablero que nos ha sido asignado desde antes de nacer. ¿Ajedrez? ¿Damas chinas? Es indiferente cuál crees que estás jugando, porque, al final de cuentas, la estrategia y las decisiones que tomas te llevarán a la victoria o a la derrota. Hace 1,095 días, tres años exactos, fue mi turno de mover la pieza y mi rival, el Karma, aprovechó para darme en la torre en su siguiente movimiento.

Con Mr. Karma no se juega.

Aprendí la lección, lo juro. Me porté bien, gasté únicamente el dinero que tenía, fui a los servicios religiosos y visité a mis padres tanto como pude. Sigo sin entender qué hice mal para recibir sonora cachetada, seguida de tremendo puñetazo en el estómago para terminar en las gélidas aguas del océano, sintiéndome más sola que el último ser del planeta.

29 de mayo de 2015

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29 de mayo de 2015

Elena exagera, siempre lo hace, cuando abrió la puerta del penthouse solo sintió un poco de agua fría bañándola de la cabeza hasta los pies. Lo tenía enfrente por primera vez en 1,095 días, no contados, claro. Él era Romeo. Un barco a la mitad de una tempestad en el mar, de esas que aparecen de la nada, devastando todo lo que se encontraba a su paso. Se notaba cansado, tenso. Esperaba una luz que iluminara el camino por el que venía navegando por horas, días. Una parte de su interior tenía esperanza de que esa luz fuese Elena, porque no sabía por cuánto tiempo más podría navegar por esas aguas desconocidas a oscuras.

El resto de él deseaba no tener que estar ahí, al menos no con las noticias que le llevaba.

—¿Ro-Romeo? —Preguntó sorprendida, repitiendo inconscientemente el nombre. Le resultó extraño saborear "Romeo" en su boca, escuchar el nombre formado por su propia voz era una de las cosas que juró nunca hacer de nuevo—. ¿Eh...? ¿Hola?

Se percató de que las ojeras le llegaban hasta el suelo y los ojos... esas bonitas piedras azules las tenía hinchadas, inyectados de sangre. Elena quiso reprimirlo, aunque no estaba flaco ni pálido, le pareció que estaba enfermo.

«Su apariencia no es de tú incumbencia», se regañó mentalmente. Elena debía preguntarse qué hacía parado en el umbral de su departamento o cómo la había encontrado, en cambio se estaba fijando en su apariencia.

«Genial

¿Algún día dejaría de comportarse como una adolescente? Probablemente no, nunca. Observar personas era parte de su día a día, cuestionarse lo que ocurría quedaba en segundo plano.

—Tiempo sin vernos... ¿Lena? —Intentó darle por simple costumbre una de sus sonrisas derrite chocolates, sin embargo rápido se evaporó en el aire que los separaba.

—Elena está bien. —Dejó las últimas palabras que vagaran en el espacio entre ellos, su atención había recaído en la niña al lado de Romeo, que se había mantenido en perfecto silencio hasta el momento.

El juego de Artemisa | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora