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N/A: Disfruten (ale_valdem, te vigilo) :D

Sabía quién era Romeo, fuimos amigos... era el hermano del novio de mi hermana. Básico.

Pero jamás me imaginé lo que iba a significar para mí. Siempre fue un salvavidas, a quien más quería.

Elena acariciaba el cabello chocolate de Artemisa una y otra vez, suficientes veces para pasar una noche lejos de ella. La tranquilidad que le daba hacía que comenzara a caerle el sueño sobre los hombros, unos minutos más serían suficientes para encontrarla dormida allí, al pie de la cama y con la mejilla descansando en el colchón.

—Dame una razón válida para que se quede —dijo Romeo recargado en el marco de la puerta, tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la bolsa de Elena en el hombro—. La quieres en la casa, ¿verdad?

—Son las tres de la mañana, Ro.

—Estará profundamente dormida, no se dará cuenta.

Esperó a que le diera un beso en la mejilla a la niña antes de entrar a la habitación. Elena lo alcanzó a media habitación y le puso una mano sobre el pecho para detenerlo. Sus miradas se cruzaron, transparentes. Una duda rondando en los ojos de Elena... Romeo no quería darle la respuesta, la decisión era de ella. ¿Cuánto trabajo le estaba costando? Romeo no se lo imaginaba, pero la responsabilidad y el temor la estaban poniendo a prueba.

—Va a estar incómoda en el coche.

—Siempre puedes ir atrás con ella —continuó presionando a la joven, veía cambiar su expresión corporal. La tranquilidad abandonaba sus venas poco a poco—. ¿Por qué, Elena? ¿Por qué dejarla aquí y no llevarla a casa?

Elena se dejó caer en el puff morado, su pequeño bolso de piel chocó con los Legos que los niños no habían guardado. A unos pasos seguían esperando las Barbies el inicio de una fiesta de té que tendría que esperar hasta la mañana siguiente y mirando en la dirección contraria, Elena halló un par de gises con los que pintaron en la pared de pizarra. Tres dibujos hicieron estremecer el corazón de la chica. Elena bajó la mirada y dejó que el cabello le tapara la cara.

—¿Por qué haces tantas preguntas?

—Bueno, no las haría si estuvieras segura. Pero mírate, estás tirada en el suelo.

—¿Y qué quieres que haga?

—Lo que tú quieras hacer —Elena salió de su escondite, quitó la cortina roja entre ellos y lo miró directo a los ojos—. No es muy complicado.

—Quiero que se vaya con nosotros a la casa —confesó—. Que duerma en su cama donde puedo controlar todo y sé que estará segura.

—¿Y aquí no lo estará? —Romeo alzó una ceja, sonaba casi indignado—. ¿Hola, Elena? Hablamos de Flora. Hasta cuarto para sus sobrinos tiene, el piso tiene una alfombra tan gruesa que puede ser un segundo colchón y vi un botiquín de primeros auxilios en el baño. ¿Te recuerdo que estuvo a cargo de Magnolia por dos semanas?

—Sí, pero... ¿y si le sucede algo?

Romeo suspiró. Ya había perdido a Elena ante la caja de preguntas en su cabeza, con el tiempo había aprendido que no valía la pena responderlas, eran para evitar el punto principal de la plática.

—Okay, nos vamos —la levantó del brazo y la sostuvo hasta estar seguro de que los tacones estaban seguros en el suelo—. Mañana venimos por Artemisa.

—¿No querías una razón para que se quedara? Pensé que no estabas de acuerdo.

—Ya me la diste, ahora nos vamos.

El juego de Artemisa | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora