XXVIII

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N/A: Dedicatoria para la bella Ari por ser su cumplevejez (en menos de 24 horas quedaste igual de "vieja" que yo) :3 ¡Espero te la pases muuuuy bien! <3

Hay tantas cosas que le gustan, a las dos en realidad. Objetos esponjosos, rosados, morados... cosas lindas. Las ponía felices. Yo las veía. Era lo más divertido de salir de compras, verlas con grandes sonrisas en los labios daban la sensación de estar en el buen camino. Se divertían, ¿qué más podía pedir?


La princesa de la casa brincaba en la cama bajo el ojo atento de su tía y el cuidado máximo de montañas de almohadas, sábanas y edredones. Artemisa ignoraba su barrera de protección. Sus piernas se flexionaban para estirarse de nuevo, al mismo tiempo que sus brazos hacían lo mismo en su intento de tocar el techo estrellado. Su motor era la emoción... la idea de comprar adornos y recibir regalos.

Más recibir regalos.

—¡Mi cumpleaños! —repetía como disco rayado—. ¡Fiesta! ¡Fiesta!

Romeo se asomó por la puerta y las saludó moviendo los dedos.

—¡Tío Romeo! ¡Hola! —dio dos brincos al frente. Elena tuvo que estirarse para alcanzarla—. ¡Mi cumpleaños es la siguiente semana! ¡Quiero regalos! ¡Muchos!

—Tu tía Stephanie está haciendo los preparativos —indicó Romeo.

Artemisa frunció el ceño.

—¡Ah! ¡No es justo! Es mi cumpleaños —hizo un puchero—, yo quiero comprar los dulces, los vasos y las servilletas, ¡y la piñata!

Los jóvenes se miraron. ¿Piñata? Preguntaron de dónde salió la idea, la respuesta fue corta.

—Mariana tuvo una en su cumpleaños, ¡yo quiero la mía!

Elena había olvidado por completo ese punto importante para los niños pequeños. Una fiesta tenía que ser mejor que la anterior... ¿pero a los cinco años? Quiso preguntarle a su hermana a dónde había metido a su hija o cómo había empezado la rivalidad en las pequeñitas.

¿O le estamos dando mucho a Artemisa después del accidente?

Elena miró preocupada a su sobrina, ¿y si estaban haciendo algo mal?

—¿Vienes? —le preguntó Elena a Romeo esperando que accediera, tenía la leve sensación de estar encaminándose a un territorio que Artemisa pelearía hasta jalarse los rizos.

El joven se excusó diciendo que debía trabajar, que no era mentira. Romeo tenía que arreglar muchas cosas antes de partir a Berlín.

∞∞∞

La primera tienda de dulces era una antigua bodega industrial pintada de blanco y rojo. Un caramelo, pensó Elena acomodándose el bolso sobre el hombro. Artemisa dejó salir un "wow" del asombro creciendo en su pecho. En el interior reinaban los estantes con cajas y bolsas de dulces, también se encontraron con grandes recipientes rebosando de dulces diversos. La tentación de agarrar un dulce diminuto era grande, no había nadie alrededor.

—¡Ey! —Elena le dio un golpecito en la mano a la niña y ésta se detuvo en el acto, un parpadeo después su mano estaba a un costado y su cara de perrito atrapado no pudo con Elena—. Está mal, Artemisa.

—Pero lo ibas a pagar.

Elena bajó hasta quedar a su nivel.

—¿Preguntaste si lo haría? —Artemisa clavó la mirada en sus pies y negó con suavidad—. No, no lo hiciste. Primero tienes que preguntar, amor.

El juego de Artemisa | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora