Capítulo 7

2K 83 11
                                    

—Kate, por favor, ya hemos hablado miles de veces sobre Christian Grey —digo por teléfono durante mi descanso de 5 minutos del trabajo, mientras frunzo el ceño y pongo los ojos en blanco.

—No lo suficiente. Y me parece que no me has dicho todo lo que piensas sobre el, ejem, "Sr. Grey".

—¿Como qué? —pregunto, mordiendo mi labio.

—Pues creo que por fin un hombre ha sido capaz de cautivarte.

—¿A mí? ¿Cautivarme un tipo millonario, poderoso, misterioso, seguro de sí mismo, joven y atractivo? Por favor, no seas ridícula. Además, seguro que ya tiene miles de novias, a menos que los rumores sean ciertos y realmente sea... gay.

—Tú misma me has contado cómo te mira con esos ojitos grises de perro siberiano. Me parece que tú también le gustas.

—Sí, claro —repongo escépticamente, poniendo los ojos en blanco.

—Quién sabe. Quizás termines siendo su novia... o su esclava sexual.

Ambas nos partimos de la risa por lo estúpidamente absurda de esa idea.

—Pero ya en serio, Ana. ¿No te parece sospechoso que de todas las ferreterías de Portland, él entre a la tuya?

—Él sólo estaba de paso cerrando un trato con la Universidad.

—Sí, pero... ¿por qué entró a la pequeña tiendita del horror en la que trabajas tú, si no era para verte? Estoy segura de que si trabajaras en una sex-shop, él igualmente hubiese pasado a "comprar".

—Estás loca. ¿Aún quieres las fotos de Grey?

—¡Maldición, sí! ¿Puedes comunicarte con él?

—Me dio su número de celular.

—¡Uuuuuuuuuuuuuuyyyyyyyyyyyyyy!

Cuelgo.

Para abaratar costos, decidimos usar como fotógrafo a mi buen amigo étnico José Luis Manuel Miguel Rafael Rodríguez Hernández Fernández Zapatero Díaz de Vivar, Jr., un apasionado de la fotografía. El padre de José, por una de esas coincidencias rebuscadas de la vida, sirvió en la misma unidad del ejército que Ray, uno de mis 800 padrastros, lo cual nos hace automáticamente los mejores amigos. Sé que él me ve como algo más que una amiga, pero para mí es como el hermano que nunca tuve. Jamás podría pasar nada entre nosotros. Es que es tan... moreno. Y pobre. Ugh.

Tenemos todo listo para la sesión de fotos. Todo menos Christian Grey. Tras mucha insistencia de Kate, me armo de valor y decido contactarlo. Antes de presionar el botón de llamar, escucho una voz contenida y fría del otro lado de la línea:

—Grey.

—Eh... Sr... Anastasia...

—Señorita Steele. Qué bueno saber de usted.

Siento que un par de gotas de leche caen de mis pezones.

—Eh... ¿Sesión... fotos... mañana... dónde?

Casi puedo escuchar su sonrisa a través del teléfono. No me pregunten cómo, sólo pienso eso y ya.

—Me quedo en el Heathman de Portland. Digamos... ¿a las 9 y media de la mañana?

—Eh... s-sí... bueno...

—Estaré esperando, señorita Steele.

Mi útero parece una caldera al rojo. Kate me observa anonadada del otro lado de la habitación.

—¡Anastasia Rose Steele! ¡Te gusta! ¡Nunca había visto a nadie mayor de edad comportarse tan... tan... estúpidamente al teléfono! ¡Y estás más ruborizada que la portada del Manifiesto comunista!

—Kate, no seas ridícula. Ya sabes que siempre me ruborizo. Tengo alergia a los teléfonos. Debe ser el silicio o algo...

¿¡Esa es mi mejor excusa!? Madre mía...

Me muerdo el labio.

No puedo dormir bien en toda la noche por estar soñando con ojos grises y overoles y cosas así. Dios, hasta mis sueños son estúpidos. A la mañana siguiente, Kate y José (mi miembro de una minoría favorito) tienen todo listo para la sesión de fotos en la pijísima suite del hotel Heathman. En eso, aparece él.

¡Oh, mierda! Parece una portada de GQ andante, vestido como siempre de riguroso gris y con el cabello rebelde, desordenado y bien peinado aún húmedo por la ducha. ¡Por Dios, es tan jodidamente sexy! Uno de sus guardaespaldas resbala y se rompe el coxis por culpa del río de baba que estoy dejando en el suelo de la suite.

—Señorita Steele, nos encontramos de nuevo.

—Yo...

Aproximándose a Kate, dice:

—La tenaz Katherine Kavanagh. Es un placer —al pronunciar la palabra "placer" vuelve la mirada hacia mí. Me sangra la nariz...

Y al ver a José, le da una moneda:

—Tome, buen hombre, y no se lo gaste en licor. Ahora, si me disculpa, tengo una sesión de fotos. Cuando terminemos, lleve mi equipaje de la habitación 237 a la limusina gris que está aparcada en frente.

—¿Pero qué chingados...?

—N-no, Sr. Grey, él es J-José Rodríguez. Mi amigo, el fotógrafo... —logro decir, y muerdo mi labio.

La inexpresión de Grey cambia mucho al oír esto.

—Su... amigo. Ya veo. Señor Rodríguez —dice, estrechando su mano con inusitada fuerza. Casi siento crujir los dedos de José.

¿Celos? Nah. Insisto, sería algo muy estúpido que sintiera celos por una desconocida.

Christian Grey se para casi desafiante ante la cámara de José y pone esa mirada sensual "blue steel" como la de Zoolander, pero sin sonreír ni mostrar expresividad. Eso me derrite completamente, por... alguna razón.

—Ándele, señor. ¿Qué tal si me regala una sonrisa, eh? —sugiere José.

—>:|

—Pos vale.


50 sombras de Grey: La versión de InciclopediaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang