Capítulo especial: Eric (XII)

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Miré con lástima a las dos figuras que se giraron hacia mí. Muy a mi pesar, no podía permitirlo.

Deteneos.

Marcus abrió los ojos de par en par, incrédulo al ver cómo los fantasmas me obedecían.

—¿¡Qué hacéis, inútiles!? ¡No tenéis por qué obedecerle solo porque sea un nigromante! ¡Pertenecéis a los Lane!

Negué con la cabeza. Los fantasmas parecían aturdidos, sus pobres mentes estaban en aprietos al tener que asimilar órdenes contradictorias. Y yo ya estaba harto de tolerar aquello un solo segundo más.

—Los fantasmas ven lo que para los vivos es invisible. —Los miré a todos, uno por uno, y sacudí la cabeza con pesar. —Lo siento mucho. Yo os libero, podéis marcharos.

Aquello era una irresponsabilidad, esos fantasmas no estaban en un estado adecuado para vagar por su cuenta por la ciudad. Pero prefería mil veces dedicar el resto de mi vida a encontrarlos uno por uno y liberarlos en condiciones que retenerlos allí un solo minuto más obedeciendo como esclavos.

Al principio no pasó nada, pero tras unos segundos, uno de los fantasmas se esfumó de allí. Y a ese le siguió otro. Y otro. Lentamente, como el goteo de un grifo estropeado, los fantasmas fueron comprendiendo el significado de su recién recuperada libertad y se fueron desapareciendo de allí.

—¡No puedes hacer eso! ¡No le escuchéis! —protestó Marcus, airado como un niño en plena rabieta—. Tú no...

—Yo también soy un Lane.

La tez de Marcus perdió varios tonos de color, el horror aflorando a medida que la consciencia se abría paso en su mente. Y, aun así, dejé atrás cualquier duda:

—Hola, primo.

—¿Frederick?

Carmen dejó escapar un grito ahogado, se cubrió la boca con ambas manos para ahogar el sonido, pero no dejé que el ruido me distrajera de la persona más peligrosa de la habitación.

—Vaya, vaya... —canturreó con malicia, recuperando la compostura—. Todos estos años manteniendo a tu madre con vida para nada. Al final has vuelto a casa por una vulgar expósito.

Apreté los puños con furia, hasta dejar los nudillos blancos, sintiendo el deseo de cerrarle la boca de un puñetazo del que alguien que no había peleado en su vida no se levantaría hasta que dejara de lloriquear un buen rato después. Pero no iba a caer en sus estúpidas provocaciones. No tenía tiempo para niñerías.

—Esto se ha acabado. Habéis abusado de los dones que os dio la Diosa. No permitiré que sigáis esclavizando fantasmas.

Había sido tan sencillo, ¿por qué me había preocupado tanto? Había dejado que el miedo me paralizara demasiado tiempo. Debí recordarme que yo tenía tanto o más poder que ellos, que yo también podía dar órdenes a aquellos fantasmas. Siempre estuvo en mis manos liberarlos. Pero había temido volver a aquel lugar y enfrentarme a los que un día fueron mi familia.

Me giré un momento hacia Spencer, a la mujer que me había abierto los ojos, a la que de verdad debía aquella victoria. Estaba muy pálida y parecían pesarle los párpados. Aparté con mis manos el sudor que perlaba su frente y decidí empezar a curarla ahí mismo, mientras mantenía vigilado a Lane y decidía mi siguiente paso.

Apenas fueron dos segundos. Solo aparté la mirada dos malditos segundos hacia Spencer, ni siquiera había empezado a conjurar, cuando oí el grito de Carmen:

—¡¡Cuidado!!

Me giré de nuevo, sin moverme del sitio para servir de escudo a Spencer, y descubrí con horror que Marcus, a saber cómo, había invocado un puñal y había tratado de atacarme por la espalda, pero Carmen había usado su propio poder para alejarlo.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now