Capítulo 41: El desayuno

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Me sentí como en trance los siguientes minutos. Entraba y salía de ese sueño liviano en el que las voces del exterior se filtran en la inconsciencia. Sin embargo, cuando oí la voz de la tal Carmen, fingí estar del todo dormida para escuchar su conversación y averiguar de una vez lo que estaba pasando.

—¿Crees que Villin nos la va a jugar? —preguntó con voz cauta.

—No. Odia perder, pero mañana lo verá como una anécdota.

Caminaron en silencio unos segundos antes de que la morena hiciera la pregunta que me estaba reconcomiendo a mí también:

—¿Por qué no invocaste el rey negro? Villin enseñó la reina roja a tu... amiga. Y no se molestó en ocultarla de mí creyendo que no podía cambiar mis cartas. ¿Es que no te diste cuenta?

—Porque conozco tu cara cuando mientes, Carmen. Vi que era un farol para que Everleigh bajara la guardia.

—¿Entonces por qué invocaste una reina roja? —insistió.

—Por si acaso —admitió con tono ligero—. Además, eso sacaría aún más de quicio a Everleigh: era una derrota doble.

Oh... Al invocar la misma carta que ella, ambos quedarían expulsados y ganaría Carmen independientemente de las cartas en su mano. Que igualmente había ganado por tener el rey negro blindado en una humilde pareja.

Carmen rio con suavidad, con elegancia, pero hasta yo que no podía verla sentía que era una risa forzada.

—No podría haberlo hecho sin tu ayuda —murmuró con pesar.

—Es más sencillo cuando otro jugador en la mesa defiende tus mismos intereses.

Se detuvieron bruscamente. Y, tras unos segundos de completo silencio y quietud, intenté abrir los ojos apenas lo suficiente para observar entre las pestañas. La tal Carmen le miraba muy seria, con una intensidad que me resultaba incómoda y, al final, bajó los hombros y empujó el cuadro que flotaba a su lado hacia él.

—Dáselo y fingiremos que esto no ha pasado.

—O dáselo tú. Mi asistente me falló hace unos días. Di que te pedí a ti que me acompañaras en lugar de a ella —dijo señalándome con un gesto de la cabeza—. Mantenla fuera de esta historia y puedes quedarte el mérito.

La morena me miró con recelo antes de volver su ceño fruncido hacia Eric.

—Se enfadará contigo si le digo eso —apuntó intentando disimular que la idea le preocupaba.

—Se enfadará menos que si descubre que te has escapado sin permiso. Y yo diría que me lo debe por lo de anoche.

Ella pareció dudar. Su vista vagó del cuadro a Eric, de Eric a mí y finalmente al suelo.

—Dile que seguía débil tras... el suceso de anoche —insistió Eric—. Y que te pedí ayuda. No se molestará en comprobarlo, y menos cuando tenga el cuadro y un puñado de regalos extra.

Carmen asintió lentamente, pero su mirada volvió a cargarse de recelo contra mí.

—¿Es de fiar?

—Le confiaría mi vida.

Eric me empujó con más firmeza contra su pecho y su voz se derramó como chocolate caliente directamente en mi corazón. Aunque sentí una punzada de culpa por escucharle a escondidas mientras decía algo tan íntimo. Pero decidí que ya confesaría más tarde, cuando estuviésemos a solas y no sintiera que me había atropellado un avión.

—Siento lo que tuviste que oír el otro día —continuó Eric con incomodidad—. Espero que sepas que yo jamás he intentado...

—Lo sé —le cortó ella, dejándome con la curiosidad de saber lo que iba a decir—. Ya me he acostumbrado a no ser más que su marioneta. Esto... Venir hoy aquí... solo era mi forma de intentar demostrarle que podía ser más que eso. Que podía ser tan competente como tú. Pero está claro que me equivocaba.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now