Capítulo 20: El escritorio

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«A lo mejor... A lo mejor debería aceptar el acuerdo del señor Walker...».

—No —zanjé con firmeza—. Eres inocente, Marla. No nos vamos a conformar con menos que la absolución.

Por desgracia, mi convicción no era tan contagiosa como a mí me gustaría. Al otro lado del teléfono, la respiración de Marla temblaba y me hacía desear ir hasta su casa para repetírselo mirándola a los ojos. Lo haría hasta que fuera capaz de creerlo.

«Pero... es que no lo soy» insistió incapaz de no culpabilizarse. «Fue... Juro que fue un accidente, eso sí. Pero... Pero yo... yo conjuré la electricidad. Es culpa mía que esté muerto».

—¡Y él intentaba matarte a ti! ¡Fue en defensa propia!

«A lo mejor no...» lloriqueó viniéndose abajo una vez más. «A lo mejor, en el fondo, una parte de mí estaba enfadada y... y...».

—Marla —la corté intentando mantenerme serena. Odiaba oírla hablar así. Odiaba lo destrozada que le había dejado la cabeza hasta el punto de creer que merecía cada golpe y cada insulto, que hasta se sintiera mal por salvarse a sí misma cuando no había tenido más remedio que defenderse para sobrevivir—. Marla, cariño, cogió un cuchillo —intenté recordarle. Cada palabra salía a la fuerza entre mis dientes apretados.

«Pero él... Es que era muy... muy dramático cuando discutíamos. No llegó a...».

—Marla, no llegó a hacerte nada porque tú fuiste más rápida. Fin. Esta vez no iban a ser solo sus puños, ¿entiendes?

El silencio al otro lado de la línea solo se rompió al cabo de unos angustiantes segundos con sus gimoteos. Estaba llorando por ese cabrón. Como si se mereciera algo más que un escupitajo en su tumba.

—Marla... Oye, mira, sé que esto es difícil. Porque eres humana y... lidiar con la muerte es... complicado. Pero no puedes hacerlo a base de creer que puedes compensarlo quedándote en la cárcel, pagando por un crimen del que no eres responsable.

Mientras hablaba, anoté en un papel «¿psicólogo forense?». No había querido considerarlo antes, pero tal vez Marla estaba más inestable de lo que yo pensaba tras tantos años de violencia a manos de su pareja. Tal vez atacar había sido más que un reflejo inconsciente, quizás había perdido el control de verdad de su propia mente y, fatalmente, de su magia.

Pero era un camino peligroso. Recurrir a eso haría que la consideraran demasiado peligrosa para hacer uso de su propio poder. Tal vez no tanto como para ingresarla en un psiquiátrico, pero podría garantizarle el uso de por vida del inhibidor. Y no estaba segura de que vivir así fuera calidad de vida suficiente. Aunque... también en la cárcel la obligarían a llevarlo. Así, al menos, estaría en libertad.

«Sé... sé que no debería... pero yo... le echo mucho de menos... Yo no quería hacerle daño. Yo creía... creía que podríamos arreglarlo... Él no era así. Antes él...».

Irritada por su defensa, apreté el papel en mi puño con fuerza para contener el impulso de decir algo de lo que me arrepentiría. Estaba claro que necesitaba terapia. Pero necesitaba que aguantara hasta después del juicio. Cualquier mínima desviación podría ser usada contra ella de la forma más rastrera posible. Así jugaban los aquelarres.

Así lo hicieron con Honey.

—Quizás... necesitas descansar. Eso es. Tú... ponte una película y distráete, ¿de acuerdo? Deja que yo me encargue de todo esto. Tú solo céntrate en estar bien.

«Yo... Ah... Sí... Sí, supongo que... Mmm... Intentaré no darle muchas vueltas. Gracias... Lamento molestar».

Cortó la llamada antes de que pudiera despedirme y me quedé mirando el teléfono con el corazón encogido y la mente exhausta. Tratar con Marla se estaba volviendo agotador, porque ya no éramos ella y yo contra el mundo. No, ella se había unido al mundo en su odio contra sí misma y me había dejado a mí sola remando contra la tormenta.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now