Capítulo especial: Eric (IX)

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Tras entrar al reservado, Spencer cerró la puerta tras de sí, dejándonos atrapados en aquella especie de imitación de una salita del té nobiliaria.

Aquel no era mi reservado favorito, desde luego. No cuadraba con mi estilo de juego. Allí todo era delicado, frágil, diseñado para jugar a fingir ser otras personas en otra época. Algo más psicológico que físico. Y puede que yo no fuera la persona más sincera del mundo, pero quizás precisamente por eso no quería ser otro. No en la cama.

Así que no había vuelto a esa habitación desde el día que me enseñaron el local. Aunque puestos a hablar, supongo que mejor ahí que rodeados de látigos y cadenas. A Spencer sí la veía muy capaz de darme mi merecido donde su amiga se había apiadado.

En el respetuoso silencio propio de un funeral, caminé sin decir ni una palabra hasta el sofá y me senté a esperar los gritos y los reproches. Pero la riña no empezaba. Spencer se quedó apoyada en la puerta un par de minutos, no sé si tratando de calmarse o de ordenar sus ideas. Tenía el ceño fruncido y la vista clavada en la espantosa alfombra.

Tal vez debí quedarme callado, haberle cedido su espacio y esperar... pero había algo que necesitaba aclarar con urgencia.

—Dylan me dijo que no podías dormir. Aquella noche —aclaré evitando mirarla—. Me quedé charlando con él y me confesó que estaba preocupado porque tenías muchos problemas para dormir de un tiempo a esa parte. Fui a ver si estabas bien y... comprendí que lo que ocurría es que querías seguir donde lo habíamos dejado en el sofá. Pero si hubieras dicho que no...

—¡Ya lo sé! —gruñó ella pese a que un rato atrás había pretendido llamarme violador—. ¡Pero sigue estando mal que te colaras en mi cuarto y me espiaras!

Asentí con la cabeza.

—Es cierto —asumí.

Había arriesgado demasiado. Otra chica más sensible quizás habría entrado en pánico. Había tirado de instinto y en ese momento me había parecido una excusa aceptable, aunque después de lo de Nicole ya no lo tenía tan claro. Era demasiado fácil enmascarar los propios deseos de intuición y así justificar que cada uno haga lo que le plazca.

—Nicole no pretendía dejarte en mal lugar, yo la presioné para que me lo contara. Lleva dos días intentando convencerme de que no le dé importancia.

Que en un momento como ese eligiera defender a Nicole por encima de todo, me hizo sonreír. Ni enfadada perdía de vista sus prioridades.

—También estaría en su derecho de contártelo para protegerte de mí.

Spencer bufó sarcástica.

—Todo lo contrario. Si por Nicole fuera, nos habría arrojado ella misma a esta habitación y habría tirado la llave —comentó mientras por fin se alejaba de la puerta. Pero no se sentó en ninguno de los sillones, ni mucho en el sofá conmigo. Se limitó a usar su telequinesis para apartar la mesa de en medio con un manotazo y se plantó frente a mí cruzada de brazos, mirándome desde arriba con dureza—. Pero sí que vamos a hablar. Y me cargaré el pomo de la puerta si hace falta para que esta vez no te libres de la conversación.

Su amenaza tironeó de una de mis comisuras porque era bastante adorable que creyera que podía atraparme con solo hacer eso. Pero no era tan necio como para cabrearla aún más con el desafío.

—Tienes más de una cara —espetó acusadora—. Y no sé si todas me gustan.

—Es cierto —repetí.

—¿Ni siquiera vas a negarlo?

—No.

Ella debía alejarse. Había llegado el momento. Había sido bonito estar con ella y con Dylan, jugar a que tenía una casa y una familia. Había apreciado cada lavadora, cada viaje al supermercado. Había sido tan normal...

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