Capítulo 18: El café

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El café de las cafeterías no sabe, ni de lejos, tan bien como una buena taza hecha en casa. Y yo no terminaba de entender esa extraña costumbre de algunas personas de salir a tomar el café fuera por el simple gusto de salir. Pues para eso te das un paseo, ¿pero qué necesidad hay de cambiar tu sillón y tu café de calidad por una taza mediocre en un lugar ruidoso sobre una silla incómoda?

Pero esa no fue la razón por la que casi escupí el café.

—¿Que te obligó a trabajar para él? —exclamé indignada.

Dejé mi taza de café de nuevo sobre su plato, con un sonoro golpe que marcaba sentencia igual que el mazo de un juez. No me podía creer que Eric hubiera hecho algo así, pero tampoco se me ocurría qué motivo podría tener Nicole para mentirme sobre ese tema. No cuando podría contrastarlo con la otra parte y dejarla en evidencia tan fácilmente.

—Nah, no fue así exactamente —explicó sin querer hablar más, mostrándose incómoda.

Pero no la dejé escapar. No después de acusar a Eric tan a la ligera. O ella mentía o él había hecho algo detestable, y en ambos casos no podía dejarlo correr sin más.

—No creo que un chantaje se pueda malinterpretar.

Ella abrió los ojos, sorprendida por mi vehemencia.

—¡No! No fue... A ver... Lo que pasa es que Eric fue un capullo conmigo. Hizo esto para tener la oportunidad de compensarme. Así pasamos tiempos juntos y nos llevamos mejor. Soy la novia de su hermano, quiere que estemos a buenas.

—No necesitaba chantajearte para eso.

Chasqueó la lengua, molesta, y no supe si conmigo por no darle la razón o consigo misma por no saber explicarse.

—La mayoría de las veces, lo que importa es la intención. Si pisas a alguien sin querer, te disculpas y ya está. Es peor si intentas matar a alguien y fallas. No lo has conseguido pero querrías hacerlo. Tú eres abogada, ya sabes cómo va eso. Eric no es mala gente. Quiere arreglar una cagada y eso lo respeto. Y sé que al final me habría dado la información igual aunque me hubiera negado a currar con él. Porque no es mal tío.

Nicole se llevó la taza a los labios y arrugó la nariz con repulsión. Sus ojos fueron directos al sobrecito de azúcar de mi plato.

—¿Te vas a echar el resto?

—Todo tuyo.

Me había echado la mitad para mejorar un poco el sabor de aquel mejunje, pero me sorprendió que Nicole quisiera la otra mitad cuando ella ya se había vaciado dos. Al parecer su gusto por el café era de la misma escuela que el de Eric.

—¿Y te dijo lo que eras? —pregunté reconduciendo la conversación a un tema más interesante.

—Ah... sí, dijo que era magia salvaje, me llamó... bruja entrópica, eso. Dijo que era algo así como una magia muy caótica porque se activa cuando ella quiere, que es una cosa más bien inconsciente, ¿me explico? Pero a mí me parece una forma muy complicada de decir que tengo un poquito más de magia que un sintiente, pero no la suficiente como para ser una bruja bruja —dijo repitiendo la última palabra para más énfasis.

Fruncí el ceño mientras consideraba esa posibilidad. ¿Era eso lo que tanto temían los aquelarres de salirse de su endogamia? ¿Que la magia se fuera diluyendo y resultaran personas como Nicole?

Siempre había creído que era una tontería, porque yo misma era hija de una bruja y un vacuo y no era nada débil. Lo había considerado monsergas racistas, pobres pretextos para su obsesión con el linaje. Pero viendo casos como el de Honey o ella, quizás era una posibilidad a considerar.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now