Capítulo 21: El Scrabble

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Suspiré cuando estuve convencida de que ya estaba completamente a salvo. Solo entonces aparté las manos de mi vientre y me permití enfadarme conmigo misma. Me había vuelto a acostar con Eric. Y encima sin protección. ¿Qué mierda pasaba conmigo?

Volver a caer en sus garras ya era penoso, pero eso no era excusa para perder tanto la cabeza. Y no, poder usar magia corporal para intentar arreglarlo después no era una excusa válida. Me requería demasiado tiempo y energías asegurarme de que destruía por completo su esperma de mi interior comparado con los tres segundos que tardaba en ponerse un puñetero condón y evitarnos riesgos innecesarios. Lo último que necesitaba ahora era quedarme embarazada.

Además estaba el tema de las enfermedades de transmisión sexual... No sabía si los magos podíamos contraerlas, dado que nuestro sistema inmune era especialmente fuerte. Yo, de hecho, no recordaba haber cogido un resfriado en toda mi vida. ¿Pero valía la pena correr el riesgo? Una vez más, la respuesta era un rotundo «no».

Suspiré de nuevo y me examiné con detenimiento en el espejo del baño. Me fastidiaba admitirlo, pero me sentía mucho mejor que el día anterior. Notaba la mente despejada y el cuerpo revitalizado. Había dormido del tirón toda la noche y ahora me sentía descansada y enérgica, capaz de superar cualquier cosa. Y todo eso estaba muy bien, aunque el sentimiento de culpa no me lo quitaba nadie.

Me giré buscando alguna marca delatora en mi reflejo. El espejo me devolvía la imagen de mi piel intacta, haciéndome dudar de mis propios ojos. Igual que la otra vez, acabé saliendo al espejo de cuerpo entero del dormitorio para examinarme desde todos los ángulos. Nada. Ni una diminuta marquita. Me palpé el culo, incrédula. Ni siquiera una mínima molestia.

—Supongo que lo de «no poder sentarse en una semana» era una forma de hablar —reflexioné cruzándome de brazos.

Estuve tentada de hablarlo con Honey, seguro que ella sería un referente más fiable que las novelas eróticas. Pero rápidamente descarté la idea. Ya me avergonzaba bastante de aquello como para encima ir pregonándolo. Si se lo contaba a Honey, seguro que se lo contaría a su novio, y no me apetecía lo más mínimo oír las bromitas del italiano.

Además... aquello no contaba. A ver, siendo justos, aquello había sido solo sexo. No había usado fustas, ni látigos, ni nada de todo ese arsenal de los horrores que parecía el sueño húmedo de la Inquisición. Solo había sido sexo. Sexo duro, pero sexo al fin y al cabo. Y nada más. De hecho, ni siquiera fue tan duro, ya que no me había dejado ni un mísero moretón.

Con el ánimo más ligero tras deshacerme del sentimiento de culpa, me metí en la ducha lista para empezar el día. Desayunaría y aprovecharía ese rato para hablar con Eric sobre el tema del preservativo, y luego a trabajar. Estaba convencida de que el día iba a ser mucho más productivo ahora que tenía las pilas a tope.

Por desgracia, mi plan se torció a media tostada. En el momento exacto en el que Eric entró en la cocina con dinamita emocional en las manos.

—Mira lo que he encontrado —canturreó de buen humor—. Deberíamos echar una partida.

Mi sonrisa se fue deshaciendo a trozos, cayéndose como si se despegara por partes formando una mueca hasta que mi expresión pasó por la aversión, el desagrado y la angustia al ver aquella caja tan estropeada por la mordida del tiempo y el olvido en sus manos. Aunque parecía haber intentado limpiarla, el polvo ahora formaba parte de ella como lo harían las arrugas en una cara avejentada; lo que le daba un aspecto venerable, digno de la reliquia que era.

—¿De dónde has sacado eso? —pregunté con voz ahogada.

—Lo encontré por ahí. ¿Qué me dices? ¿Quizás un Strip Scrabble? —bromeó alzando las cejas mientras zarandeaba la caja como si fuera una maraca.

Palabra de Bruja IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora