Capítulo 48: La vidente

184 36 4
                                    

—Es mejor que salgamos ya. No quiero que piensen cosas raras.

Estaba muy cómoda tumbada sobre él en el estrecho sofá, casi se sentía como estar en el salón de casa mientras me leía. Pero no estábamos en casa y estábamos siendo muy groseros con el resto del grupo.

—¿Cómo que me has matado y estás deshaciéndote del cadáver? —bromeó mientras seguía acariciando mi espalda desnuda.

—Estamos en una mazmorra. Aunque sea una muy pija... creo —comenté mirando alrededor. ¿Exactamente dónde estaba el morbo en esa habitación?—. Van a pensar... exactamente lo que ha pasado. Y es una falta de respeto que les demos de lado para irnos a montárnoslo como si no pudiéramos esperar a llegar a casa.

Intenté levantarme, pero él me cogió de la cintura y me pegó de nuevo a su pecho.

—No podía esperar tanto. Y si me das unos minutos...

—Ni hablar —repliqué entre risas levantándome de un salto.

Sin rastro de cansancio, empecé a recolocarme el vestido y a buscar mi ropa interior por toda la habitación. Si es que quedaba algo por salvar... El recuerdo del olor a quemado volvió a mí, haciéndome demasiado consciente de pronto de que no había sido una buena idea. No quería pasar el resto de la noche sin ropa interior con un vestido tan corto.

—Vamos... Cinco minutitos más —suplicó Eric desde el sofá.

Tenía los ojos entrecerrados, como si estuviera a punto de quedarse dormido. ¿Cómo se podía dormir en un lugar así? Su cuerpo ni siquiera cabía en el sofá y tenía solo la espalda y la cabeza apoyadas en el asiento, con las piernas hacia afuera. De hecho, uno de sus brazos caía inerte hacia el suelo ahora que no estaba apoyado en mi espalda a falta de más sitio donde acomodarlo.

—¿Cómo puedes estar tan cansado si he hecho yo prácticamente todo el trabajo? —me burlé mientras daba al fin con mis bragas hechas una bola medio carbonizada bajo la mesita de té.

Las examiné con los labios fruncidos por el leve disgusto. Iba a necesitar el triple de magia que había gastado Eric en quemarlas para deshacer el daño. Y ni por esas quedarían como nuevas. Pero la alternativa era ir al aire, así que no le di más vueltas y me puse a reparar el tejido. Con que aguantaran hasta llegar a casa me valdría.

—Eso casi casi casi... podría dañar mi ego.

—Ajá. Ya, claro. Tu ego es indestructible —murmuré sin mirarle mientras seguía conjurando.

—Mmm... Quizás debería conseguir que estés tan cansada como yo.

Hizo ademán de ir a incorporarse, pero salté a un lado para no estar a su alcance.

—Ni se te ocurra —le advertí—. El segundo asalto lo reservas para cuando lleguemos a casa.

—Te voy a... atar al dosel... de la cama... y luego...

La frase acabó en un susurro indescifrable, aunque podía hacerme una idea de lo que estaba planeando antes de que se quedara dormido. Debía de estar agotado, ya que solo recordaba haberlo visto dormir cuando estaba malherido. Seguramente se había quitado un peso de encima al aclarar el tema de Nicole.

Sonreí con ternura y decidí dejarlo descansar unos minutos. Seguro que aquel reservado no tendría una larga lista de espera en comparación con los otros.

Me puse las braguitas tras terminar mi pobre remiendo y salí cerrando con el máximo cuidado para no despertarlo con el picaporte. Sin embargo, cuando me dirigía hacia la mesa junto a los demás, que milagrosamente seguían allí charlando, Todd llamó mi atención desde la barra. Mientras me acercaba, sirvió una copa e hizo que se deslizara hacia mí por la lustrosa superficie con un empujoncito de telequinesis.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now