Capítulo especial: Eric (VI)

192 40 4
                                    

Aquello no era muy diferente de lo que debían de sentir los gladiadores al entrar en el Coliseo. Tenía la misma forma circular y las gradas alrededor estaban colmadas de gente que ya llevaba un buen rato bebiendo y armaban barullo entre gritos y vítores.

En el centro de la sala, elevada en alto sobre una plataforma, estaba la jaula. De forma circular, para hacer honor a la temática de aquel lugar; aunque sería más correcto hablar de una cúpula ya que estaba cerrada por completo. No eran combates por tiempo o por número de asaltos; una vez que entraban los combatientes, la puerta no se abría hasta que solo uno quedaba en pie. Si el otro acababa vivo o muerto... eso dependía de lo enardecido que estuviera su rival.

En el aire, unas luces dibujaban por tiempos las caras de los que iban a combatir junto a sus títulos y sus estadísticas, como si se tratara de una gran pantalla. Giraba por el aire, para que todo el mundo pudiera verlo, así que supuse que aquella ronda de apuestas seguía abierta.

Pude contar siete caras aparte de la mía, ocho luchadores. Como se trataban de rondas clasificatorias, serían siete combates en total y, según se me diera, pelearía entre una y tres veces.

Lancé una mirada hacia donde estaban los organizadores. Me harían una señal tras la primera ronda de combates para indicarme en qué puesto debía tratar de quedar según cómo estuvieran las apuestas en ese momento.

La mitad de los combatientes eran de fuera. Eso solía ser lo normal. Idiotas con algo de músculo y un uso aceptable de la magia corporal que querían ganar dinero fácil. Si tenían suerte, al día siguiente podrían caminar hasta el bar más próximo para lamentarse por ser tan optimistas de creer que se puede ir al infierno a conseguir algo sin que te cueste el alma.

Así que los primeros enfrentamientos siempre eran entre alguien de la casa contra alguien de fuera. A partir de ahí, los combates seguían la planilla clasificatoria. En una mala noche, los de fuera serían todos una panda de inútiles y las palizas de verdad tendrían que ser entre nosotros. Y aunque siempre había algún imbécil con ganas de ascender a base de pisar el cuello de un compañero, por lo general no era plato de buen gusto tener que hacer daño a un amigo. Los combates tenían que ser realistas, la gente quería sangre como si aquello fuera de verdad el Coliseo, así que no podíamos mostrar piedad.

Sin embargo, casi todas las caras me resultaron desconocidas aquella noche. Peleaba con mucha menos frecuencia en los últimos años, así que no reconocí ni siquiera a los de mi propio bando. Y solo pude pensar con fastidio que, por estadística, entre los tres al menos uno sería un imbécil que quería demostrar a Astaroth que era digno de un ascenso pateándole el culo a un rango B.

Tras unos minutos, bajaron la música y Chax hizo su entrada. Haciendo un alarde de agilidad, se deslizó por una de las cadenas que unían los laterales con la jaula y cuya función principal era darle una apariencia más brutal al entorno más que realmente mantener la jaula anclada a ninguna parte. Se dejó caer de lado, como si fuera un tobogán, y saltó el último trecho para caer de pie en la parte superior de la jaula, que le gustaba usar de escenario porque era el punto desde el que obtenía más miradas. Hizo una reverencia a su público mientras este rompía en aplausos eufóricos.

Chax tenía una apariencia neutra en cuanto a género. Tenía un cuerpo adolescente, con el cabello rapado salvo por la parte superior, que mantenía más larga y peinaba hacia un lado como un desordenado flequillo de mechones azules de diferentes tonos. Su cara redondeada tenía unos bonitos ojos grises que brillaban con un aire travieso, llevaba un piercing en el septum y otro en una ceja, y su ropa holgada disimulaba por completo la presencia de pecho. Ni siquiera su voz terminaba de aclarar su género y él, o ella, parecía disfrutar de la confusión que eso despertaba a su alrededor, ya que nunca se tomaba la molestia de aclararlo y respondía por igual ante ambos pronombres. Y no pude evitar una pequeña sonrisa al pensar que aquello sacaría de quicio a Spencer: su mente cuadriculada no aceptaría que hubiera algo que no pudiera categorizar.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now