Capítulo 5: El huésped

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La caricia del sol me encontró tumbada boca abajo, abrazada a la almohada como cada mañana independientemente de en qué postura me fuera a dormir. Me giré y me estiré, sentada en la cama, mientras algo punzaba desde lo más profundo de mi consciencia, tratando de hacerme notar que no era igual que todas las mañanas, que aquella era diferente.

Tras ver el campo de batalla que eran mis sábanas revueltas y sacadas de su sitio, el recuerdo de la madrugada anterior por fin hizo acto de presencia.

Eric.

Aunque sabía que no estaba allí, mis ojos no pudieron evitar sondear el cuarto como si fueran más fiables que mi propia magia. Ni siquiera necesitaba esforzarme para sentir que estaba en el piso de abajo, en la cocina.

—Vaya cagada, Jones —murmuré.

Y mi humor fue a peor cuando comprendí que ya no podía andar hablando sola porque tenía oídos ajenos en mi territorio.

Enfadada, me fui al baño de mi habitación para calibrar los daños. Al menos parecía más práctico que quedarse en la cama lamentándome por mi poco criterio. Y no era tan cobarde como para culpar al alcohol, sabía muy bien que no estaba borracha. Ninguno de los dos lo habíamos estado.

Me miré en el espejo del lavabo con reproche. Tenía buen aspecto, pero eso era porque había logrado dormir un buen puñado de horas. Aunque seguramente muchas menos de las que una persona normal necesitaría para estar en forma y sin ojeras. Claro que yo nunca había sido de dormir demasiado y, si por mi fuera, ni siquiera dormiría. Ya descansaría cuando estuviera muerta, antes era una pérdida de tiempo.

Me giré para examinarme la espalda. Incrédula, salí del baño para mirarme en el espejo de cuerpo entero de mi habitación y examinar mi trasero.

No había ni una sola marca.

A ver, no es que Eric hubiera sido excesivamente violento, pero tampoco había sido delicado. Esperaba algún pequeño cardenal en el culo o, como mínimo, una marca en la espalda, debajo del hombro, justo donde me había mordido con saña.

Fruncí el ceño, confusa. ¿Había sido un sueño? Quizás sí que había bebido más de lo que pensaba y había sido todo una mala pasada de mi cabeza, un sueño especialmente lúcido.

Me sentí un poco estúpida palpándome el culo para confirmar que no sentía ningún dolor. Y quizás también un poco... ¿decepcionada? No, eso sería asumir que yo habría preferido que pasara y no quería, necesitaba poner distancias con Eric y las insanas tendencias que despertaba en mí. En todo caso, estaría decepcionada porque echaba mejores polvos en sueños que despierta y eso... Bueno, eso es la vida real.

Rindiéndome a la evidencia, me metí a la ducha y me di prisa por recuperar el tiempo perdido. Puede que fuera domingo, pero tenía mucho trabajo pendiente esperándome en mi mesa.

* * * *

Aunque sabía que estaba allí, no pude menos que admirar que estuviera despierto de verdad. Eric estaba sentado a la mesa, disfrutando de una taza de café mientras trasteaba en su teléfono móvil con la otra mano.

No tenía pinta de madrugador. La verdad, había esperado que fuera uno de esos que duermen hasta mediodía. Después de todo, era domingo y tampoco habría sido tan reprochable con lo tarde que nos habíamos acostado. Pero madrugar era un rasgo que asociaba a la gente responsable y él... Digamos que, sencillamente, no me parecía ese tipo de persona.

Cuando entré en la cocina, giró la cabeza hacia mí con una sonrisa seductora y perversa. El brillo en sus ojos tenía un matiz cómplice que no me gustó nada.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now