Capítulo 59: Las heridas

169 26 9
                                    

La cabeza me iba a estallar. Respiraba de forma superficial, como si temiera que el aire, en lugar de ir hacia mis pulmones, estuviera tan mareado como yo y fuera a mi cráneo. Sentía que estaba a un suspiro de estallar como una pompa de jabón.

—Para.

Pero nada cambió a mi alrededor, nada que diera a entender que mi súplica había sido escuchada. Estiré el brazo y me aferré a su camiseta, la apreté dentro del puño mientras repetía mi petición.

Esta vez me aseguré de que saliera sonido de mi garganta. No fue un grito, pero hasta el más mínimo sonido hacía vibrar mi cabeza, me hacía sentir como si diminutas grietas se extendieran por el hueso a punto de partirme en mil pedazos.

Esta vez la petición fue escuchada y el coche se detuvo justo a tiempo para que abriera la puerta con manos torpes y pudiera asomar la cabeza al exterior. Habría sido un fastidio vomitarme encima.

Sentí las manos de Eric sujetándome el pelo y cogiéndome por los hombros, quizás porque temía que perdiera el conocimiento de nuevo y me cayera hacia el asfalto.

Había despertado en el coche hacía un par de minutos y no recordaba cómo había salido de aquel siniestro asilo. Hubo una explosión y luego... luego estaba en el coche. Sin la caminata por el bosque, sin todo lo demás intermedio. Habría querido hacer muchas preguntas, pero me sentía peor que en toda mi vida.

Si al menos me quedara algo de poder mágico, habría podido curarme a mí misma. Incluso sin hacer nada, mi magia habría acelerado el proceso de curación natural de mi cuerpo. Pero me había vaciado en Eric y no era capaz de regenerar mi poder lo bastante rápido estando tan herida. Y dado que Eric no había hecho intentos por devolverme parte, supuse que realmente había necesitado tanto como me había pedido y ambos estábamos bajo mínimos.

Vomité y vomité hasta que las arcadas no traían nada más que espasmos vacíos. Y ni por esas las nauseas me abandonaron. Por mí me habría quedado ahí hasta sacar por la boca mis órganos, hasta que por fin mi cuerpo estuviera satisfecho y parara esa agonía. Pero Eric me acercó un pañuelo y decidí no discutir. Me limpié yo misma la boca y lo arrojé al suelo, enfadada con mi cuerpo por su falta de cooperación.

Me enderecé en el asiento y cerré la puerta, alejando de mí el olor agrio del vómito. Eric encendió el aire acondicionado y me sentí algo mejor con aquel potente chorro de aire helado en la cara, aunque mi humor no hizo por mejorar. No estaba acostumbrada a sentirme débil, nunca enfermaba. Aquella era una novedad muy desagradable.

Me costaba enfocar la vista. No tanto como para ver borroso, pero me sentía como cuando pasaba toda una noche trabajando y al final las letras empezaban a difuminarse. Opté por cerrar los ojos un rato porque tampoco había nada que ver salvo un largo viaje por carreteras secundarias.

—No te duermas —me instó Eric con preocupación en la voz—. Creo que tienes una conmoción cerebral. Tienes que mantenerte despierta.

—Eso es un mito —musité.

Podría haber gastado mucha más saliva explicándole que dormir es justo lo que hay que hacer, que la cabeza necesita reposo, y que eso venía de la creencia de que entrarías en coma al dormirte, pero mi propia voz era un castigo en ese momento. Necesitaba tumbarme en una habitación a oscuras con una toalla húmeda y fresca en la frente.

Ir al médico habría estado bien, pero después de lo que acababa de ver no me apetecía acercarme a un hospital en mucho tiempo.

Pensar en ello me recordó a la mujer comatosa de la habitación donde Eric nos había hecho aparecer.

—¿Quién era? La mujer —pregunté con esfuerzo.

Cada palabra era dolorosa, pero la curiosidad me estaba matando.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now