Capítulo 47: La rendición

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Eric tiró de mí contra su pecho y me abrazó con fuerza, con la misma que yo intenté devolvérselo. Al menos hasta que su mano se cerró en mi nuca, en ese gesto tan extrañamente cariñoso y posesivo a la vez. Y, como si tuviera algún botón oculto en esa zona, inmediatamente sentí cómo me relajaba con su contacto.

Le había echado de menos. Mucho. Muchísimo. Aunque había seguido bajo mi mismo techo, había dejado que mi dolor, y después la rabia, me separaran de él. Y no quería volver a hacerlo nunca más.

¿Por qué había sido tan tonta de negarme su consuelo cuando Wendy me había dado un susto de muerte? O en cualquier otro maldito momento de aquella infernal semana.

Me atemorizaba demasiado sentir que no podía valerme sola, pero también me preocupaba agobiarle. Veía bastante claro que alguien que considera que no tiene la confianza suficiente contigo para besarte, tampoco te considera un vínculo muy profundo... Y es que aquellas palabras como excusa para no besarme me habían dolido más de lo que podía admitir. Había sentido como un insulto que a esas alturas considerara que necesitaba mantener algún tipo de distancia conmigo después de todo lo que habíamos pasado juntos.

Pero ahora, en aquella habitación, veía con claridad que el intento de Eric por mantener las distancias nacía de un complejo similar al mío. Y ninguno de los dos tenía razón alejando al otro.

Yo le importaba. Lo sabía. Ni siquiera necesitaba darle un nombre a aquel sentimiento. Con saber que estaba ahí me bastaba.

Cuando finalmente se apartó de mí, mis manos se asentaron en sus hombros, incapaz de romper todavía el contacto. Y por cómo sus manos ceñían mi cintura estaba claro que él tampoco.

Me perdí en esos ojos chocolate, en el dibujo de las vetas más oscuras que dibujaban negros soles en sus iris, que me recordaban a las sinuosas líneas en la madera en la que jugaba a buscar formas de pequeña.

Acaricié con los dedos la parte baja de su cuello, dibujando con ellos la frontera imaginaria que marcaba el final de sus tatuajes y permitía que el cuello ajustado de un traje ocultara la tinta de su piel. Estaba arrepentida por haberme negado a observar la belleza y la sensibilidad que se escondían en los tatuajes de su cuerpo. Los había desdeñado, subestimado igual que a él. Pero ahora le veía más claramente. Veía su soledad, su miedo, lo esencial que era para él su conexión con los fantasmas, lo importante que era la religión en su vida pese a practicarla a su particular manera.

Eric no se dejaba conocer con palabras, pero llevaba su corazón expuesto en la piel. Solo hacía falta un pequeño esfuerzo por querer acercarse a él de verdad, viéndole en lugar de solo mirar.

Mis dedos trazaron sus clavículas, siguiendo con retraso el camino de mis ojos por su torso desnudo, repentinamente consciente de nuestra postura, nuestra parcial desnudez y la insatisfacción tras tantos días sin intimidad. Porque era más que deseo, más que una simple necesidad carnal y hasta mental. Era esa conexión sin palabras, las sonrisas cómplices, la confianza que se ocultaba tras cada caricia.

Había extrañado todo lo que implicaba estar a su lado aceptando el vínculo que nos unía. Y por la forma en que me miraba, me apostaba mi título en Derecho a que él también.

En silencio, igual que aquella primera noche en mi casa, cogí su mano derecha y la guie hacia el lazo que cerraba mi vestido sobre mi inexistente escote. Pero no me preocupaba mi falta de exuberancia. ¿Cómo podría hacerlo cuando Eric llevaba toda la noche alternando esas miradas de hambriento deseo con la preocupación por mi frialdad? No sentía la más mínima decepción por su parte, ni siquiera cuando nos conocimos, cuando no era más que una extraña a la que abordó en la barra de un bar.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now