Capítulo 11: La sutileza

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Fui a darme una ducha para tratar de quitarme el sudor y aclarar mis ideas. Quizás así daría tiempo a que Nicole se marchara y, con ella, mi mal humor. Pero cuando bajé de nuevo al piso de abajo pude sentir su molesta presencia todavía intoxicando mi hogar.

—¡Estamos aquí! —bramó Eric para hacerse oír desde el pasillo.

Estupendo. Usaban mi casa para sus reuniones y, no conformes con eso, me querían ocupar el despacho. Mi despacho.

Al entrar, encontré a Eric sentado en mi sillón, acomodado en mi sitio y hasta con una taza de café en el sitio de mi taza de café. Nicole, por su parte, cotilleaba los libros de mi biblioteca.

Sentí mis nervios crisparse aún más. Ella no debería estar allí, guardaba información confidencial de mis clientes. Y había quedado más que claro lo que pasaba cuando se la dejaba acercarse demasiado a los asuntos legales ajenos.

—¿Quieres sentarte? —ronroneó con Eric, con un descarado tono bromista que no ocultaba lo sincero de su insinuación.

—Sí, lo cual significa que tendrás que levantarte —respondí sin seguirle el juego.

El mago sonrió mientras obedecía. Y al verle de pie dudé de si no habría sido mejor que se quedara sentado. Al menos así podía mirarle yo a él desde arriba, aunque no fuera por mucho. Pero de pie me recordaba lo intimidante que era su altura y su corpulencia y revivía el día anterior en la cocina, cuando me acorraló contra la puerta... o en la encimera... o el sábado cuando...

—Tranquila, nena, te estaba dejando el sitio caliente.

—Genial... ¿No es justo lo que más le apetece a cualquiera en verano?

Eric se puso tras el sillón, ofreciéndome el sitio, y yo me senté tratando de fingir que no me afectaba tenerle tan cerca, o el modo en que se había pegado su olor al tapizado y cómo me estremecía la sensación de sentir su calor y su tacto en aquel roce indirecto.

El mago me giró el asiento, dejándome de cara a mi escritorio. Nicole fingía mirar los libros con una sonrisa contenida y recordar que estaba allí bastó para enfriarme lo suficiente como para controlar mi tono de voz.

—Llévate tu café —espeté hacia la taza. Estaba a dos minutos de olvidar que era suya y acabar bebiendo su mejunje hiperazucarado.

Se inclinó para agachar su cabeza a la altura de la mía, apareciendo por un lateral del sillón. Pero me obligué a mirar al frente, insegura de poder enfrentarme al efecto de sentir sus labios a unos pocos centímetros de los míos.

—Es para ti.

Aquellas tres palabras me dejaron momentáneamente desubicada.

—Era mi trabajo encargarme de la cafetera, ¿recuerdas?

Su tono burlón me hizo sentir estúpida. Y desesperada, como si no estuviera acostumbrada a la amabilidad. Por favor, que no me había criado en el bosque.

Además, le había visto con Nicole un rato atrás... Al parecer, él era así con todo el mundo.

La cual, por cierto, seguía escondida dentro de la enorme chaqueta de Eric como si hicieran diez grados menos. Y hasta eso se me ocurrió pensar que lo hacía para molestarme.

Como si leyera mi mente, a la bruja le dio un escalofrío y se frotó los brazos, supuse que fingiendo tener frío para... Yo qué sé, ¿llamar la atención?

—Te tienes que dejar una pasta en calefacción en invierno, ¿eh? Con lo fría que es la casa en verano, no me la quiero imaginar cuando hace mal tiempo.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now