Capítulo 26: Las puñaladas

187 44 0
                                    

Desperté sintiéndome desorientada, incapaz de reconocer mi habitación por unos breves instantes, y aún más de encontrar sentido a por qué todos mis juguetes sexuales estaban esparcidos a mi alrededor en la cama y claramente usados.

Necesité casi un minuto entero para recordar que, al no poder convencer a Eric de acostarse conmigo, tuve que buscar yo sola la forma de aliviar aquella necesidad que parecía no extinguirse por más que lo intentara. Porque no se trataba del placer o los orgasmos, mi cuerpo pedía a gritos el tacto de otra persona, de Eric, y ninguno de aquellos juguetes bastó para fingir que estaba allí conmigo.

Me froté la cara con cansancio. Sentía que había tenido un sueño demasiado ligero e inquieto, en absoluto reparador. Y eso que había hecho méritos para estar cansada.

Recordar el día anterior me hizo sonreír pese a que no hubiera acabado como yo quería. Había estado bien reencontrarme con Mitch y Ansari, beber un rato con sus colegas como si fuera otra vez una universitaria, la parte alocada jugando en el río...

De mejor humor pese al agotamiento, me levanté y recogí los juguetes para llevarlos al baño. Puede que se pudiera usar la magia para limpiar, pero tenía mis dudas de que sirviera para desinfectar y no iba a correr riesgos con mi salud. Así que empecé la mañana lavando a mano media docena de juguetes sexuales mientras rememoraba el día anterior con una sonrisa.

¿Guardaría aún sus números de teléfono? Tal vez podría escribirles antes de que volviera a ser raro tras meses de silencio. Eso podría estar bien. No es que tuviera mucho tiempo libre, pero podría organizarme para hacer hueco en mi agenda para el próximo concierto de las Hijas de Salem. Sí, sin duda quería volver a revivir ese momento en el concierto, había sido espectacular...

¿Qué parte exactamente?

Mis manos se detuvieron de golpe. Fruncí el ceño mientras trataba de hacer memoria. Había disfrutado muchísimo el concierto y, sin embargo, no era capaz de recordarlo apenas. Y estaba bastante segura de que no había bebido tanto como para no recordarlo, solo había tomado cerveza. Y yo no era de las que olvidaba al beber.

Además, Eric no había llevado alcohol, así que no había bebido nada tras separarme del grupo de Mitch. Y el concierto había sido después de cenar, cuando ya había bajado bastante el pedo con comida.

Dejé los juguetes nadando en el agua jabonosa y salí del baño limpiándome las manos con una toalla, tratando por todos los medios de ordenar mis ideas para luchar con el desasosiego que me estaba empezando a angustiar. Tenía vagos recuerdos de hacer el tonto en las hogueras y aquello no era propio de mí. Ni sobria ni bebida. Yo no era tan imprudente.

Entonces vi la corona de flores en el suelo del dormitorio y sentí un escalofrío recorrerme la columna. ¿Cómo había llegado eso ahí? ¿Es que la había conservado toda la noche? ¿Incluso haciendo el pino o saltando en el concierto? ¿A pesar de haber estado nadando en el río? Eso no era posible. No sin magia.

Me acerqué a ella como si fuera un objeto peligroso. Expandí mis sentidos con cautela, tanteándola lo justo para sentir que había algo de magia en ella. Pero la había llevado puesta durante tantas horas que lo único que podía detectar era mi impronta en ella. No todos teníamos los sentidos tan afinados como Eric.

Seguro que no era nada, que apenas era un simple conjuro para que no se cayera a la más mínima y se quedara en su sitio hasta que yo decidiera quitármela. Nada que no haría cualquier mago para evitar que se le volara el sombrero o que se le cayera al agacharse. Aun así resultaba inquietante con qué facilidad me había puesto algo hechizado por otra persona sin darme cuenta. Me dejaba una sensación desagradable que alguien actuara así sobre mí sin mi consentimiento. Y algo me decía que aquello también tenía que ver con la parte de la noche que no recordaba.

Palabra de Bruja IndomableOnde histórias criam vida. Descubra agora