Capítulo especial: Eric (XII)

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No podía pensar, tan solo actuar por instinto.

Salté a donde estaban ellos y salí del plano espiritual al lado de Spencer. Ella apretaba los dientes con fuerza, conteniendo los gritos de dolor que su cuerpo luchaba por dejar ir como si el sonido fuera a hacer retroceder la bala. Una bala que había atravesado su cuerpo y chocado contra el domúnculo, dejando una muesca en la piedra.

—Spencer. ¡Spencer! Ya estoy aquí. Estoy aquí, ¿me oyes? —exclamé envolviendo sus mejillas con mis manos.

Mi pequeña guerrera abrió los ojos y, por un segundo, el dolor desapareció para dar paso al alivio, a la esperanza. Pero el segundo pasó y el sufrimiento borró todo rastro de optimismo.

—Vete —gruñó sin aliento entre los dientes fuertemente apretados—. Huye.

No había un macabro hilo de sangre cayendo de sus labios como en las películas. En la vida real, la muerte es sucia, desagradable y antiestética. Y la sangre que simbolizaba la vida que escapaba su cuerpo huía por el agujero de bala de abdomen, y aunque su ropa negra lo disimulaba bastante bien, el pequeño charco que se había empezado a formar a sus pies sobre la brillante madera oscura parecía un portal abriéndose hacia el Otro Lado para llevársela de mi lado.

Había llegado demasiado tarde.

Spencer trataba de mover sus manos hacia su abdomen, no sabía si en un intento de taponar la herida o si se veía capaz de conjurar sobre sí misma para curarse como hacía no tanto tuvo que hacer conmigo. Pero el domúnculo tenía apresados sus brazos a ambos lados del cuerpo y sus manos no llegaban a tocar la herida. Supuse que no era un gesto en vano, que si forcejeaba con los brazos era porque necesitaba tocar para poder concentrarse en la zona sobre la que quería conjurar, como hacían la mayoría de los magos, y mientras el domúnculo no la soltara no podría hacerlo. Marcus lo había pensado todo.

Pero no había contado conmigo.

—¿Quién se supone que eres tú? ¿Cómo has entrado aquí? —exigió saber.

No podía curarla en esa situación, primero tenía que encargarme de él antes de acabar yo con una bala en la nuca por distraerme en plena pelea.

Y aunque lo sabía, no pude evitar que mis ojos se clavaran en Carmen en lugar de en Marcus, dolido por verla allí, eligiendo el bando equivocado. El camino fácil.

Antes de poder decir nada, Marcus alzó el arma contra mí. Lo que él no se esperaba es que, en apenas un parpadeo, desapareciera de su vista y reapareciera a su espalda. Nunca me había permitido pelear así porque no podía dejar que se supiera que podía entrar y salir con esa facilidad del plano espiritual. No quería llamar la atención más de lo necesario. Pero se había acabado el tiempo de las sutilezas.

Retorcí el brazo de Marcus a su espalda y el dolor hizo que se le escurriera la pistola, que aparté de nosotros de una patada, y después le arrojé al suelo como la basura que era, esperando que tuviera la inteligencia de quedarse quieto.

—¿Cómo has podido? —acusé a Carmen sin poder contenerme más. Al menos tuvo la decencia de parecer avergonzada—. ¿Tienes idea de lo que hacen aquí? ¡Tú también eres espiritista, joder! ¡Mira a estos fantasmas! ¿¡Esto te parece bien!? ¿¡De verdad quieres formar parte de esto!? —grité señalando con el brazo extendido a todas las pobres almas con mirada vacía y mentes destrozadas que se limitaban a estar allí, a la espera de órdenes, como si no fueran más que máquinas.

Carmen quiso decir algo, pero Marcus se interpuso entre ambos, de nuevo en pie.

¡Cogedlo! —ordenó a dos de los fantasmas.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now