III. Capítulo 4

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—Entonces, los aceleradores de celo son muy custodiados —concluye Mina, masajeando la espalda de Eijiro.

—Sí —responde con un tono de poca atención, concentrado en las manos suaves que acarician su piel directamente y en la presión reconfortante del cuerpo de Mina sentado sobre su espalda baja—. Antes no era así. Mi padre dice que hubo una filtración de medicamentos, algunos enfermeros estaban vendiéndolos por lo bajo. Ahora solo los médicos para omegas tienen acceso a ellos.

—Es interesante —le acaricia el cuello, ejerciendo una presión suave en la nuca con los pulgares— ¿Quiénes los compraban? ¿alfas?

—Mmmm... —apenas jadea, relajado.

—Deben ser muy potentes.

—Depende del nivel de madurez... mmm... del alfa u omega, pueden desencadenar el celo... o incluso... mmm... empeorarlo mucho.

—¿Y tu padre tiene acceso a ellos?

—¿Por qué te interesa tanto eso? —la mira por encima del hombro, aún recostado—. Parece que solo estás sacándome información —se ríe.

Mina también sonríe. Se deja caer encima de él y se abraza a su espalda.

—Vivo atrapada dentro de estas murallas —besa su hombro—. Quiero saber un poco más del exterior.

Eijiro se gira, la acuesta en la cama, quedando sobre ella. La observa en silencio, simplemente disfrutando de su presencia. Ella levanta las manos, acariciándole el rostro, y él besa sus dedos cada vez que se acercan a sus labios. Desde que le propuso pagar por ella, ha estado haciendo esto siempre que puede. Es cierto que no han llegado más allá de besos o caricias suaves debajo de la ropa, pero eso es más que suficiente para él.

No espera más.

No pide más.

Incluso cuando Mina le ha insinuado.

Y él ha reaccionado.

Una lección que ha captado entre los comentarios en las clases, y algunos otros más claros de sus amigos, es que el sexo es algo normal para su género. Una necesidad tan natural como la sumisión en los omegas. Nada cuestionable, dado que se espera que los alfas generen la mayor descendencia posible. Sin embargo, si alguna vez tiene una relación con Mina, no quiere que sea en un lugar como este, lleno de olores a otros alfas y cargado de recuerdos desagradables. Mucho menos quiere pagar por un acto que debería surgir del amor. Eijiro quiere hacer las cosas bien, incluso si la vida no es justa con lo que siente o con la relación que anhela.

Las manos de Mina dejan su rostro y empiezan a recorrer su cuello, enredándose en el cabello largo de su nuca, atrayéndolo. Eijiro cede a la invitación, dejando que sus labios se posen sobre los de ella. Sus bocas se mueven juntas, saboreándose mutuamente, experimentando algo más allá de un simple beso.

Ama los labios de Mina.

Ama imaginar que esos labios le pertenecen solo a él.

—Cuando sea un médico famoso, te llevaré a la ciudad para que vivamos juntos —dice en voz baja.

—¿Me comprarás? —pregunta ella.

Él asiente.

La sonrisa de Mina pierde un poco de su brillo y, antes de que pueda preguntar algo más, alguien golpea la puerta.

—Tu tiempo ha terminado —gritan desde fuera.

Mina retira sus brazos.

—Podría pagar por más.

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