II. Capítulo 10

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Pertenecer a la clase alfa no es del todo divertido. Eijiro recuerda que antes de definirse, las materias eran más fáciles. No era el mejor de la clase en nada excepto deportes, pero rendía en todo lo demás lo suficiente para que los maestros no lo martirizaran. Ahora en cambio, todo era más complejos y lo que era un solo curso de matemáticas se dividía en muchas ramas más. El avance era en extremo rápido, sin dar tregua a su cerebro a procesar bien las explicaciones. Los exámenes casi a diario eran terribles. Los maestros daban por sentado que su género alfa era suficiente para hacer de ellos unos super humanos fuerte e inteligentes sin mucho esfuerzo.

Pues bien, Eijiro no confía en esa afirmación.

Admite que el crecimiento le vino encima tras declararse como alfa. Pero también, la práctica de deportes y la buena alimentación de casa ayudó a que ese gen se desarrollara más que en la mayoría de sus compañeros. Cosa que no sucedió con su inteligencia. Si antes ya traía problemas para entender la mayoría de materias, ahora parecía imposible. Los maestros eran de poca ayuda cuando tomaban a burla sus respuestas o calificaciones.

El resto de alumnos eran de menos apoyo.

Nadie niega que entre alfas no exista la amistad; no obstante, la competitividad impera por encima de eso y ninguno en el aula estaba dispuesto a ayudarle si podían pasar por encima de él. Razón por la que le hacía tanta falta Katsuki. Era él quien siempre le explicaba las clases antes de un examen.

A diferencia de lo que muchos ahí creían, los omegas no eran unos idiotas.

Aunque no fuera algo que vaya a decir. Seguramente se ganaría más burlas de la clase. Por lo pronto, prefiere mantener la relación con ellos a raya. Ni involucrarse demasiado, ni ser distante. Son compañeros al fin y al cabo y sabe que, tras las burlas, hay cierto deje de envidia. Pues ninguno de esos alfas está emparejado, mucho menos comprometido; pero ellos creen que él sí.

Y es con Katsubro.

Su estrecha relación ha ocasionado más de un rumor desde antes. Luego de que su amigo apareciera con ese collar negro, estos se habían disparado y él no había negado nada. Le daba cierto estatus superior frente a los de su clase y lo mantenía lejos del radar de la mayoría de omegas, teniendo que lidiar únicamente con Denki y Yuga. Pero eso no es gran sacrificio cuando los considera solo amigos.

La campana de descanso suena.

Eijiro es de los primer en salir del aula.

—¿Te espera tu omega? —curiosea TetsuTestu, uno de los pocos compañeros a los que puede llamar amigo.

Eijiro no responde, solo sonríe y se va.

Baja rápido las escaleras hasta dar con Denki y Katsuki en el primer nivel. Una vez en su mira, corre hasta ellos. Estira el brazo y jala a Katsuki hacia atrás. El omega le responde con un golpe y los dos juegan una lucha ficticia.

—¡Hey! —Denki interviene en medio— Katsuki es un omega comprometido, no deberías tratarlo así.

Eijiro le remeda. Katsuki ríe, Denki tensa los labios, molesto.

—Hablo en serio, vas a meterte en problemas con un alfa más grande.

Eijiro vuelve e a hacerlo.

—¡Eres un tonto! —le arroja una caja pequeña que ha sacado no sabe de dónde.

El omega desaparece entre el resto de personas que se dirigen a la cafetería. Eijiro suelta unos últimos estragos de risas hasta que ve aquello que le ha arrojado.

Chocolates. Traen una nota de feliz cumpleaños.

Fue el fin de semana.

—¿Debería disculparme? —pregunta, sosteniendo la caja entre sus manos.

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