III. Capítulo 2

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Es el movimiento de Shoto detrás suyo el que le despierta.

Viene haciéndolo desde hace un rato. Primero, un abrazo inocente, tomando sus manos, pegándose más; nada que no pueda tolerar incluso si su sueño es irrumpido. Luego, un roce de cuerpos, olfateando su cuello, mordiendo levemente la zona. Lo que deriva en el incremento de feromonas en el ambiente, cosquilleándole de manera inquietante la nariz. Inasa no diría que el aroma de su alfa es desagradable, solo no le place percibirlo tan temprano en la mañana. Sobre todo, cuando es demandante y emana sexualidad pura.

—Espera —murmura adormilado, hundiendo el rostro en la almohada. Intentando no oler más.

Un pequeño atisbo de valor que no es escuchado, pues las manos de Shoto sueltan las suyas y pasan a acariciarle por debajo del pijama. Inasa se remueve sin opción a alejarse. Recuerda la enseñanza que Momo ha impartido en él hasta hace muy poco, el tema de la intimidad es algo que siempre tocaron muy por las orillas; sin embargo, de esas breves enseñanzas, la que más se ha arraigado es el hecho de que el sexo es parte fundamental en una relación para los alfas.

Y él, como buen omega, debe aprender a aceptar lo que su alfa pide.

Debe mantener contento.

Incluso cuando a ese punto, una respuesta negativa nace como una necesidad en su fuero interno, cual vocecita tímida que quiere ser oída, pero teme. Un reflejo que viene envuelto en memorias de su primera vez junto y le lleva a mostrar cierta reticencia a su cercanía. Si Shoto lo nota o no, no lo sabe. Prefiere creer que no y así, seguir creyendo que, dentro de todo, es un buen hombre. Centrarse en lo que su cuerpo siente de manera instintiva más que de su lado consciente y emocional. Como está acostumbrado a hacer.

Y hoy no es la excepción.

Cierra los ojos mientras es despojado de sus ropas. Siente las manos de Shoto darle caricias duras, la boca devorando su cuello, los cuerpos uniéndose.

Al final, como decía Momo, ambos pueden disfrutar si él pone de su parte.

...

Agradece que sus duchas puedan ser en tranquila soledad, un descanso a la cercanía excesiva que muestra el alfa a veces. Cuando apenas se mudó a esa habitación a sus doce años, notó un límite impuesto por Shoto. No era una regla, pero la cercanía entre ambos era exclusiva del momento de intimidad. Si alguna muestra de afecto era realizada fuera de ese contexto, se debía a una imagen pública que dar a la familia o invitados. Fuera de eso, todo continuaba como antes.

Ahora, aquello ha cambiado.

Culpa a su aroma, junto a la transformación propia de la edad que ha empezado a tener su cuerpo, como principales pilares en ese incremento de muestras de afecto hacia él. Los abrazos han dejado de limitarse al momento de intimidad para estar presentes todas sus noches, o incluso cuando solo se encuentra en un momento de tranquilidad por casa y es tomado sorpresivamente por la espalda. Hay toques de manos que no se limitan a eventos sociales, o roces de mejillas que van más allá de un saludo o despedida. Las miradas mismas son diferentes. En algunas ocasiones, ha encontrado los ojos de Shoto puestos encimo suyo, escudriñándolo de manera incomodo.

Y resulta asfixiante.

Ciertamente, desearía que todo ese cumulo de atenciones se limitara al ámbito sexual. Cerrar los ojos mientras aquello sucede y luego, retomar cierta paz. Como la que le obsequia el estar en la regadera, con el agua fluyendo sobre su piel. Sin nadie hablándole, sin caricias indeseadas. Se enjabona con calma, dedicándole tiempo a cada rincón de su cuerpo, deshaciéndose del aroma a deseo que el alfa le impregna.

The ChainWhere stories live. Discover now