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—🌤—



         Se despidió de Alfred agitando la mano con una sonrisa esperando a que desapareciera del recibidor de aquel caro restaurante ubicado en el centro de la ciudad que aún se recuperaba de la inundación de noviembre. Sujetaba con fuerza la cadena de su bolso mientras entraba a la recepción para ser guiada a la mesa donde ya le esperaban.






Los ojos de la casi decena de mujeres se posaron en ella como imanes. No sabía en qué estaba pensando cuando decidió ir pero ya era muy tarde para llamar a Alfred y que regresara por ella. Les sonrió intentando no entrar en pánico internamente porque ¿qué había de malo en un grupo de mujeres discutiendo temas sobre sus hijos?






—¡Beth!—exclamó Hilda poniéndose de pie para recibirla—nos alegra muchísimo que vinieras.






Tomó asiento en la silla vacía a su izquierda lista para escuchar los nombres de cada mujer que ya se había topado más de una vez fuera del colegio. Los temas de conversación que iban tocando le eran poco interesantes como para aportar algo más ponía atención a lo que decían.






—Okay pero ¿podemos hablar de la maravillosa mujer que se nos une hoy?—dijo una morena, Tiffany—¡la futura señora de Wayne! Cuéntanos, ¿cómo es todo en la Torre?






—Tranquilo—respondió de lo más normal asintiendo.






—¿Y ya?—miró a otra, una pelirroja—vamos, estás en confianza.






—Si...no sé que es lo que quieren escuchar.






—Bueno—Hilda soltó una risita—la verdad nos da curiosidad cómo es que Bruce y tú se conocieron. Con eso que es de puro milagro cuando sale.






—Pues...lo normal. Nos conocimos oficialmente mientras yo trabajaba—comenzó a contar con la mirada fija en su taza de té—nos hicimos cercanos muy rápido y cuando menos me di cuenta ya había aceptado ser una Wayne.






—Me imagino que la boda será de ¡en-sue-ño!






Agradeció que aquella oración comenzó a cambiar lentamente de nuevo el tópico, saliendo prácticamente ilesa de sus comentarios pasivo-agresivos que tanto les caracterizaban.






Eran apenas las diez cuando decidió disculparse con una excusa muy tonta para poder irse. Había descubierto que ese tipo de reuniones no eran lo suyo.






Lo único que necesitaba era volver a la Torre y ver caricaturas con Dick hasta que Bruce apareciera. Después de todo tenían razón. Sólo se sentía triste y ninguna cena en local caro arreglaría eso.






Recién terminaba la llamada con Alfred cuando salió del lugar al frío de la intemperie. Se abrazaba a sí misma lamentando no traer un abrigo más grueso parada en donde el inglés le había dejado rato antes. Eran sólo ella y el sujeto del valet parking.






—Vaya clima ¿eh?—preguntó el hombre cuando una fría ventisca movió su cabello y le hizo entrecerrar los ojos—de seguro no tarda en llover.






Ella, sin ganas de hablar, asintió apretando los labios en una sonrisa amable sin ponerle mucha atención esperando que eso cortara la interacción.






—Eso me recuerda a un chiste que escuché hace tiempo—siguió, haciéndola suspirar—había una vez dos ciegos bajo el intenso calor, ¿sabes qué dijo uno? Ojalá lloviera.






Una carcajada aguda y escandalosa salió de él. Beth finalmente giró la cabeza para verlo con suma confusión. Su rostro estaba desfigurado por cicatrices parecidas a quemaduras, el cabello crecía por aquí y por allá en tono verdoso y el uniforme le quedaba grande además de tener manchas rojas encima. No pudo notar con claridad lo que sostenía en la mano pero sí el reflejo que dio la superficie con la luz.






El ritmo de su respiración cambió incluso antes de que decidiera alejarse en dirección contraria a él sabiendo que si daba vuelta en la calle se encontraría con un bulevar concurrido, quizá si llamaba suficiente la atención sus planes cambiarían.






Pero era justamente eso lo que ella no sabía: tenía un plan y estaba dispuesto a cumplirlo.






Una detonación bastó para que se estrellara de costado contra la pared al perder el equilibrio. Llevó su mano temblorosa al abdomen y no tuvo que mirar hacia abajo para saber qué era el líquido que absorbía su vestido esparciendo el color escarlata que apenas se veía con la intensa luz del farol. La risa de hiena se escuchó una vez más aumentando la ansiedad que sentía, la adrenalina que le evitaba sentir el dolor.






Caía lentamente al suelo sin saber qué hacer pues lo único en su mente era el pequeño Dick. Era Bruce. Era Evan.






Frente a ella se detuvo la misma silueta con el uniforme. Estaba a contra luz. Levantó la cabeza con las pocas fuerzas que le iban quedando cortesía de lo rápido que se desangraba mirándole a los ojos.






—Salúdame a tus suegros—dijo carcajeándose como si no hubiera mañana.






Como si hubiera hecho la broma de su vida.

afterglow     ⸺     bruce wayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora