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—🌥—


            La pequeña libreta descansaba abierta sobre la barra que le separaba de los —inexistentes a esa hora— clientes, movía con insistencia la pluma contra el papel como si eso le hiciera fácil las cosas.



Había pasado una semana desde que el suceso más interesante de su vida en los últimos meses le pasara. Debía admitir que a veces imaginaba a Bruce entrando por la puerta principal, juraba que había algo que le ataba a él pero ¿cómo podría saberlo si no lo veía otra vez?



Ansiaba, más allá de un cambio en su aburrida rutina. Ansiaba sentir la emoción de tener a alguien, no obstante, en vez de eso sólo observaba y escuchaba a sus pocas amigas hablar de ello.



La hoja en blanco indicaba cuán iguales eran sus días. Suspiró cerrándola de una vez por todas.



Levantó la mirada en cuanto sonó ese característico sonido de la puerta abriéndose. En su semblante se notó la desaparición de su ánimo al ser un hombre algo alto, usaba lentes y su cabello claro caía de linda manera.



—Buenas noches—saludó sentándose frente a ella en la barra.



—¡Hola! ¿Qué te gustaría ordenar?—trató de sonar alegre pese a la decepción.



—Uh...un capuchino está bien.



—A la orden—se dio media vuelta para ponerse en acción.



Quizá aún era temprano, quizá esa noche estaba de pasada por la zona y no vuelva a pisarla. Quizá...suspiró tratando de concentrarse en lo que hacía en vez de perderse en sus pensamientos revoltosos. Terminó de servir el contenido caliente en la taza y se lo entregó al hombre que le esperaba con su cuaderno poco más grande que el suyo y pluma en mano.



—¿Escribes?—preguntó curiosa y claro, aburrida de mirar la puerta.



—Si—mantenía la mirada en el papel.



—Cool—fue lo último que dijo antes de alejarse un poco al notar que no quería platicar con ella.



Tampoco era como si quisiera entablar una conversación con él pues le daba cierta sensación incómoda su mera presencia, había algo en ese hombre que le daba escalofríos y no sabía porqué. Le pasaba todo el tiempo así que probablemente era su ansiedad tomando el control.



Para cuando el reloj dio las doce estaba harta de seguir en el vacío lugar, una hora más y estaría de camino a casa, a su cómoda cama...había sido un día igual a los demás.



—Buenas noches, ¿qué puedo servirte?—habló aún con la atención en su libreta, en su dibujo de un dinosaurio producto del aburrimiento.



—Nada, en realidad.



Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal y lentamente miró a la persona enfrente suyo. Era Bruce con las manos en sus bolsillos y misma ropa que la vez pasada.



—Oh, hola—dejó el lápiz en medio de la libreta antes de cerrarla—¿necesitas que te cure de nuevo?



—Estoy bien—conectó su mirada grisácea con la suya—me fui sin decir gracias.



—Si, lo noté—sonrió un poco apartando sus ojos cafés. Le costaba mantener contacto visual con los demás y por más que quería perderse en lo claro de su mirar, estaba ese algo que se lo negaba.



—Así que gracias.



—De nada—se encogió de hombros.



Él recorrió su rostro una última vez. En esa ocasión Beth pudo verle darle la vuelta y salir como persona normal. ¿Porqué su corazón latía con rapidez? ¿Porqué moría por decirle que volviera?



Parecía que el sol le acompañaba a sus espaldas cuando bajó las abandonadas escaleras que le dirigían a la vieja estación Wayne, su pequeño centro de operaciones que poco a poco agrandaba, teniendo apenas un sólo monitor y herramientas junto al auto que llevaba en constante remodelación desde que tenía 17 años.



Retiró su artefacto más nuevo de sus ojos. Se trataba de unas lentillas de alta tecnología que le permitían grabar todo lo que veía. Aún estaban en prueba pero le habían sido muy útiles los últimos días en las calles.



Un par de segundos tardó su computadora en transmitir la imagen a la pantalla. Adelantando el video obtenido inconscientemente lo detuvo en el momento que entró a la cafetería, en el que Beth le sonreía.



Bruce era alguien muy metódico y directo, siempre hacía las cosas por algo pero en cuanto a la joven en uniforme amarillo...simplemente no tenía idea de porqué volvió.



—Es una señorita muy linda—giró un poco la cabeza para ver a Alfred acercándose a él por detrás—¿tiene que ver con el caso que investiga? ¿O he implorado lo suficiente como para que sea una nueva amiga suya?



—Es la mesera en una cafetería a la que fui esta noche.



—Eso puedo notarlo, pero ¿porqué...?




—Probaba mi nuevo dispositivo. Funciona—le cortó la conversación al instante bajando el cierre de la chaqueta—¿la cena está lista?



—¿Cena? Querrá decir almuerzo.



Comenzó a caminar en la dirección de donde Alfred vino, directo al ascensor que le llevaría al lugar donde vivió desde los ocho años.



—Es lo mismo—contestó entrando en cuanto la puerta se abrió.



—No, no lo es.



Exclamó algo divertido el mayordomo dándose la vuelta. Sin embargo, su atención volvió a la pantalla por una última vez. ¿Quién era ella?

afterglow     ⸺     bruce wayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora