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                Los últimos días habían sido toda una montaña rusa de emociones para Beth. Veía a Bruce por lo menos cuatro veces a la semana durante su turno y texteaba con él gran parte del día tras darle su número esa tarde. Probablemente esto no pasaba de una amistad pero no podía evitar pensar en lo contrario.


           
Su celular comenzó a vibrar en la mesa de noche provocando ese distintivo sonido contra la madera. Beth, aún medio dormida, estiró la mano sacándola de entre las sábanas para tomarlo sin muchas ganas. Nunca recibía llamadas y cuando lo hacía eran de su madre preguntándole dónde estaba o de sus abuelos pidiéndole ayuda con la televisión que solía fallar seguido. ¿Probablemente era alguien vendiendo cosas? ¿O su hermano que necesitaba consejo sobre una chica en medio de una fiesta? No lo sabía y sin más contestó.



—¿Hola?—preguntó llevándolo a su oído, sin moverse de su cómoda posición.



—¿Señorita Walker?—abrió lentamente los ojos —disculpe la hora. Soy Alfred Pennyworth, mayordomo de...



—Bruce—murmuró sentándose en la cama. No es que conociera muchas personas con uno—¿está bien?



—No, me temo que no—Beth podía jurar que su corazón se detuvo por un momento antes de latir con rapidez—perdí la comunicación con él hace unos momentos y creo que puede estar en problemas. Sé que son cercanos y no supe a quién más llamar.



—¿Sabe su última ubicación?—se quitó de encima las sábanas para salir de la cama directo a su closet donde sacó un par de jeans.



—Si, ya se la envío por texto—a velocidad récord cambió su pijama por la mezclilla y al verificar los datos de Alfred en su pantalla metió los pies a la fuerza en sus botas.



—Puedo estar allí en cinco minutos—respondió tomando su sudadera del perchero junto a su puerta.



Y así fue, nunca había pedaleado tanto en su vida como aquella fría madrugada por las desoladas calles de Gótica; con la respiración entrecortada bajó de la bicicleta de su hermano para caminar por la calle que indicaba el texto. Sentía un miedo inmenso pero no era a estar sola allí como solía pasarle, era a lo que le pudo haber pasado a Bruce.



La desesperación se apoderó de ella al no encontrar nada más que basura y farolas fundidas. Su mente comenzó a jugarle sucio poniéndole los peores escenarios posibles, tan mal estaba que sus ojos comenzaron a cristalizarse. Entonces, el crujir de una bolsa le hizo mirar detrás suyo.



Ese sentimiento de alivio le hizo soltar un suspiro. La alta silueta se sostenía de pie con dificultad pero estaba allí. Dejó la bicicleta caer para correr hacia él y su singular armadura. Ni siquiera le tomó atención al lema de su pecho o a las orejas puntiagudas de su máscara.



—Bruce—murmuró tomando su rostro entre sus pequeñas manos.



Un hilillo de sangre se dibujaba por debajo de la máscara hacia su mejilla, le costaba tener los ojos abiertos y se notaba. No pudo seguir de pie por lo que empezaban a fallarle las piernas, Beth trató de sostenerle pero era demasiado. Lo que mejor pudo hacer fue no soltarle para evitar que cayera tan fuerte.



—Hey, todo estará bien ¿okay?—con una mano sosteniéndole por el cuello, usó la otra para sacar el celular y marcar el último número en su registro. Bruce luchaba por no quedar inconsciente pero iba perdiendo—sólo aguanta un poco.



afterglow     ⸺     bruce wayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora