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—🌥—




              —¿Porqué estás tan feliz?—preguntó su madre viéndole desde el comedor.



Anoche llegó temprano a casa por lo que tuvo la suficiente energía para poder levantarse a la misma hora que sus padres para desayunar. Sacó del refrigerador el empaque de jugo de manzana para ponerlo sobre la barra al lado de este.



—¿No puedo estar feliz sin razón aparente?—respondió tomando un vaso de la alacena para servirse.




—No—le dijeron los dos al mismo tiempo.



Ella se dio media vuelta ya con su vaso lleno y una expresión cansada en su rostro. Tenían razón pero no esperaba que fueran tan directos. Tomó un plato de junto al lava trastes para servirse un par de hot cakes que su madre le guardaba bajo una servilleta.



—¿Tú eras quien escuchaba Nirvana anoche?—miró al hombre a su lado mientras se sentaba.



Pese a que le hablaba, él no despegaba la mirada del periódico que le tenía tan interesado.



—Ajá...



—Pensé que no te gustaba su música—continuó.



—Sólo no la conocía—tomando el tenedor que su mamá le tendió, comenzó a partir el esponjoso pan.



—La ponía todo el tiempo cuando viajabas conmigo—bajó por fin el papel para mirarla.



—¿De verdad?—frunció el ceño—huh, no lo recordaba...junto a mi infancia y lo que hice el día antes de ayer.



Sus padres se miraron. No era la primera vez que mencionaba su pérdida de memoria a raíz de los sucesos traumáticos en sus primeros años de vida, pero tampoco la primera en que no la tomaran en serio.



—¿Viste esto?—el hombre se dirigió a su esposa  ignorando de nuevo la presencia de Beth—ahora la policía le está dando mucho crédito a ese loco. ¿Una señal en el cielo? Pff, llámenlo por teléfono como lo hace la gente normal.



Beth levantó los ojos sabiendo de quién hablaban y a diferencia de ellos, creía que lo que hacía ese justiciero no era tan malo. Había hecho más por la ciudad este año lo que la policía en cinco. Claro, era raro que usara capa y máscara para hacerlo pero era Gótica.



—Me sorprende que no lo hayan mandado a Arkham aún—miró a su madre sin dejar de comer—nadie en su sano juicio saldría a cazar criminales y menos de a gratis.



—Alguien debe hacer algo, ¿no?—dijo Beth en voz baja.



—Pero no de esta manera. Que mejor se enliste en la policía o algo—exclamó Paul, su padre—lo que menos necesita esta ciudad es un indeciso más.



Y allí estaba la indirecta a Beth. Soltó el tenedor haciendo ese característico ruido contra el plato de cerámica para después levantarse de la mesa.



—¿Qué no te vas a terminar eso?



—Ya no tengo hambre—miró a Paul por un segundo dándole a entender a su mamá lo que pasaba.



Sus días se volvían más aburridos y rutinarios, más cansados y desperdiciados. Aún faltaba un buen rato para entrar a trabajar pero ya se encontraba en el lugar. Había ordenado una malteada y sentado en la mesa más alejada en el rincón.



Observaba a la gente que ocupaba las demás mesas; dos jóvenes sosteniendo sus manos sobre la mesa, una pareja de casados con un niño que jugaba con su helado y un grupo de universitarios riendo ruidosamente.



Ella podría estar en cualquiera de las tres situaciones pero tenía miedo de que le conocieran por completo. Suspiró tomando la pajilla para mover la crema batida de encima. Se sentía sola la mayoría del tiempo pero en especial los viernes, día en que todos sus ex compañeros subían a sus redes sociales lo que hacían por la noche. Día en que su madre salía con sus amigas y le dejaba la cena en el refrigerador junto a una linda nota.



—¿Estás bien?—levantó la mirada para toparse con la de Bruce—¿puedo...?



Asintió sin creer que estaba allí. Era como si tuviera una especie de conexión para encontrarse. Esta vez sólo usaba la gorra de su sudadera gris y la mochila colgando de su hombro. No había visto su rostro sin el maquillaje bajo la tenue luz del sol que se ocultaba apenas, era aún más atractivo y tenía esa vibra angelical que hizo a su corazón acelerarse.



—Cada vez apareces más temprano—es como si quisieras pasar más tiempo conmigo, pensó, más en su mente se quedó.



—No tengo compromisos a estas horas.



—Pero sí por la noche—ladeó la cabeza un poco—Bruce, ¿estás en un culto?



Él soltó una risita bajando la mirada. Negó sin dejar esa pequeña sonrisa.



—Oh...entonces olvida que dije eso—apretó los labios—ay, ahora quedaré como una rara ante ti.



—No hay nada malo en ser raro, Beth—dijo en aquel tono de voz tranquilo, casi susurrante.



Esas simples palabras hicieron del peso que tenía Beth sentirse más ligero. Todos pensaban que era extraña y por consecuencia trataba de ocultarlo por el mayor tiempo posible, pero lo que dijo Bruce era algo que nunca creyó escuchar. ¿Era seguro ser quien era frente a él?



—Escuché tu CD—añadió cambiando de tema, cosa que Bruce notó por la mirada nostálgica que tenía hace unos segundos—al parecer me he perdido de mucho.



Con esa oración no sólo se refería a la música si no a la sensación de recibir un detalle así de especial, a una compañía tan reconfortante como lo era Bruce y a sentirse querida.



—Me ha pasado—le sonrió un poco. Él la entendía sin necesidad de decir las cosas directamente y ella sin que dijera una sola palabra. Era como si se conocieran desde otra vida—luces muy linda.



—Si, el amarillo no es mi color—dijo refiriéndose a que usaba ropa normal en vez del uniforme. Sentía sus mejillas arder y no precisamente por la luz dorada que le iluminaba—tú te ves mucho mejor que en televisión.



Él permaneció en silencio.



—Debe ser molesto cómo esos buitres están esperando a que salgas para tomarte cientas de fotos y publicar encabezados ridículos—volvió a jugar con su bebida, le miró directo a los ojos—pero no te preocupes, estás a salvo conmigo.



Estás a salvo conmigo, se repitió Bruce una y otra vez como si fuera una canción que no salía de su cabeza. Una dulce melodía que le tranquilizaba estando entre las sombras.

afterglow     ⸺     bruce wayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora