Capítulo 64

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Han pasado dos días y no ha habido nada nuevo con respecto al caso de Elena y sus cómplices, Ana y yo hemos regresado a la rutina del trabajo, pero la libertad de esas mujeres me tienen inquieto, quiero que ambas vayan a la cárcel por lo que quisieron hacerle a mi nena y a mí.
A mi nena tuve que decirle todo lo que estaba pasando, se sorprendió y también está inquieta. Me molesta de sobremanera que mi esposa esté intranquila. No es justo para ella.

Estamos en la sala de juntas discutiendo acerca de la nueva tableta.  Escucho atentamente mientras Barney intenta convencer a los ejecutivos dándonos una muestra de cómo funcionaría la tableta.

  —No me convence el prototipo—, dice uno de ellos.

  — Ésta tableta funciona con energía solar, ¿quién puede asegurar si realmente funcionará en el mercado?—  murmura otro ejecutivo.

  — Sé que quieren un tipo de tableta como las que están creando otras empresas, pero no quiero contaminar el mundo.— Les respondo, saben que estoy apostando por la energía renovable. — Barney, continúa por favor — añado.

El sonido de un correo entrante me distrae, tomo mi móvil y abro el correo, es de Welch informando que atraparon a esas malditas mujeres.  Respondo de inmediato y le digo que intente entrometerse para obtener la confesión de esas perras.

  — Señores, el proyecto de la tableta de energía renovable está aprobado— , digo, y los demás giran la cabeza como si estuviera loco mientras Barney muestra una sonrisa amplia y satisfactoria.

  — ¿Estás seguro?—  Ross me pregunta.

  — Sí, confío en Barney, y como dije antes no quiero contaminar el mundo, ya está muy contaminado.

  — Gracias, señor Grey—, responde Barney Sullivan.

Después de una extensa jornada laboral estoy de vuelta en casa.

Le doy un beso largo a mi esposa, la he extrañado.

— Bienvenido a casa señor Grey — me dice ella.

— Gracias señora Grey, ¿Hace mucho que llegaste a casa?— Le contesto.

Lleva ropa diferente a la de la mañana, lleva un pantalón deportivo negro con rayas blancas, una camiseta de mangas corta, también negra, y letras blancas que dicen: I Love Seattle, unas Skechers negras. Su pelo lo lleva suelto. Se ve hermosa como siempre.

— Hace alrededor de una hora.— Me responde y se aparta de mí. — ¿Quieres algo de beber?— Añade.

— Me apete una copa de chablis— dejo mi maletín sobre el sofá y me quito la corbata.

— Enseguida te traeré una copa— me dejo caer sobre el sofá mientras mi esposa se gira sobre los talones y camina hacia la cocina, yo aprovecho de mirar su bonito culo.

Saco mi teléfono celular para buscar algún correo electrónico de Welch, pero no hay nada de él.
  Espero que esté tratando de conseguir la confesión a esas perras.
  Me inclino hacia atrás hasta que mi espalda y mi cabeza descansan en el respaldo del sofá.

— Apresúrate, tengo sed— le digo a mi mujer en un tono fuerte para que me escuche.

Ana vuelve con dos copas, me pasa una copa y se sienta a mi lado.

  — ¿Quieres hacer un brindis?—  Le sugiero.

  —¿Cuál sería la razón?  — Por nosotros nena.

  — Por Dakota— , le digo, sonriendo, y ella me devuelve la sonrisa.

  — Está bien, brindemos por nuestra perrhija—, choca su copa con la mía y ambos tomamos un sorbo.

MI DULCE REDENCIÓNWhere stories live. Discover now