capítulo 35

1.3K 193 21
                                    

Ana, me mandó un mensaje, cuando lo vi se me encogió considerablemente el pantalón.
  Me ha mandado decir que estaría en el cuarto rojo, lista y dispuesta para mí, prácticamente he dejado a Elliot tirado en la bar y he venido rápido a mi casa.

  Ahora estoy de pie en la puerta del cuarto de juegos y lo que veo hace que mis ojos quieran salirse de sus órbitas.  Mi dulce y tímida novia está acostada en la cama vestida con un pequeño traje de enfermera, con las piernas abiertas mientras juega con un consolador en su pequeño coño.

  — ¿Te gusta lo que ves?— Me dice seductoramente.

  Soy un maldito afortunado hijo de puta.

  — Tú eres... Tú eres Afrodita.—   Camino hacia ella como si estuviera poseído.

Saca el consolador de donde lo tenía y se lo mete en la boca.

  — No es tan delicioso como el tuyo,—  dice, quitándose el consolador de la boca, y con avidez se levanta rápidamente de la cama. Tira el dichoso consolador al suelo.

  Se vuelve hacia mí y me empuja haciéndome caer sobre la cama.

  ¡Maldita sea, le he cedido demasiado el control!

  —No te levantes, —me ordena, —tengo algo preparado para ti.

Se acerca a la cómoda y saca el iPod.  Mientras tanto yo aprovecho para mirarla;  el traje es de una sola pieza, es demasiado corto, puedo ver el surco de sus nalgas.  Mi polla está más dura que una roca.

  — ¿Qué me vas a hacer?—  Pregunto con evidente entusiasmo y excitación.

  Me siento a esperar su próximo movimiento.

  De repente, You Can Leave Your Hat On de la película 9 semanas y media comienza a reproducirse.

  — Te haré un striptease — dulce Jesús.

  ¡Soy una puto con suerte!

Se da la vuelta hasta quedar de espaldas a mí, y empieza a moverse muy despacio, la espalda y el culo, se da la vuelta y camina hacia mí sin perder el contacto visual, apoya una pierna sobre la cama, trato de tocarla,  pero me da un pequeño golpe en la mano.

  — ¿Te gusta lo que ves?  — ¿Que si me gusta?  ¡Me encanta!

  —  Mucho— tengo el ritmo cardíaco acelerado, la respiración agitada, y el flujo sanguíneo inflamado.

  Se aleja de nuevo y me da la espalda, levanta la pierna sobre una silla y lentamente comienza a deslizarse por su pierna una liga blanca, cuando se la quita, me la tira... la atrapo y la acerco.  mi nariz.

Baje su pierna de la silla y desabrocha un poco el vestido.

  — ¿Quieres tocarme?— ¡Claro!  Mis manos pican por tocarla.

  — Por supuesto que sí—  respondo con voz ronca.

  Ella nuevamente camina hacia mí, pone una pierna sobre la cama.

  —Quítame la otra liga con los dientes— Está muy desinhibida, y me encanta.

  Obedezco su petición.  Acerco mi boca a su pierna, aprovecho para besar su rodilla.  Saco la lengua y subo hasta la ingle donde está la liga, ella deja escapar un pequeño gemido, no quiero imaginarme lo mojada que debe estar, de solo pensarlo me agita la polla.

Muerdo la liga y empiezo a deslizarla  lentamente hacia abajo, agarrando su pierna, pero ella aparta mi mano.

  — Sin usar las manos, — me regaña.

MI DULCE REDENCIÓNOnde histórias criam vida. Descubra agora