Capítulo 43: El susto

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—Eric...

Se rio entre dientes sin dejar de mover sus enormes manos. Tenía que admitir que no había sido consciente de lo cargados que tenía el cuello y los hombros, y que la sensación de dolor y placer de su lucha contra mis nudos era tan relajante como irritantemente excitante.

Pero no podía permitirme parar y quedarme a solas con mis pensamientos.

—Vas a lograr que nos quedemos los dos con el calentón —le advertí inflexible—, porque yo voy a seguir trabajando.

—Vaya, vaya... ¿Te excita mi contacto a tal nivel que un masaje te hace mojar las bragas, chica picante?

Sus manos se apartaron sin esperar respuesta, dejándome en un frustrante estado de decepción pese a conseguir lo que quería. Cogió mi taza de café y se la vacío en la garganta.

—Te traeré otra. Esa estaba ya helada.

—No sé si... —dudé mirando la hora. ¿Cuántas tazas llevaba? A partir de la quinta tendría dificultades para conciliar el sueño.

—Tranquila, nena. Si luego no puedes dormir, yo me encargaré de la energía sobrante.

Puse los ojos en blanco pese a la tímida sonrisa que intentaba acudir a mis labios. Pero mi ánimo no estaba muy colaborativo y apenas un segundo después de que Eric saliera por la puerta ya había vuelto al trabajo.

Y así seguía cuando volvió al poco rato con una taza de café recién hecho y un plato con una generosa ración de su delicioso pastel de carne. El suculento aroma llamó a la puerta de mi estómago, que respondió con un fuerte rugido de aprobación.

—Debería haberte puesto una ración más pequeña para obligarte a salir en busca de más.

—Sabes que elegiré pasar hambre antes que salir de aquí —admití en tono jocoso.

Sin embargo, aquellas palabras enfriaron su ánimo.

—Tú no sabes lo que es el hambre —murmuró con los bordes de su sonrisa tirantes.

Y salió de la habitación sin esperar réplica.

* * * *

Sacudí la cabeza, tratando de apartar el cansancio como si fuera algo enredado en mi pelo. Llevaba demasiadas horas trabajando, demasiado tiempo sin darme un respiro, y el curso de mis pensamientos empezaba a ser como un toro mecánico en el que era imposible mantenerse al mando.

Releí lo último que había escrito para intentar seguir redactando el contrato de compraventa. Había aceptado varios trabajos sencillos y aburridos que no me suponían ningún tipo de reto solo para rellenar mi tiempo y mantener ocupadas mis manos y mi cabeza, algo con lo que sentirme útil y que no podía hacer mal. O eso creía...

«¿Le dolió? ¿Al menos fue rápido?»

Apreté con rabia los dientes mientras borraba esas palabras y contenía el impulso de darle un manotazo al teclado del portátil. Me estaba quedando dormida y ya no controlaba mi subconsciente. Pero no quería irme a la cama. No soportaría otra noche de pesadillas ni quería la compasión de Eric ofreciéndome compañía.

Aunque el portátil mostraba la hora en la esquina inferior derecha de la pantalla, de forma mecánica mis ojos subieron hasta el reloj de pared. Las ocho. Algo tarde para un café, pero... No, espera. Hacía ya rato que Eric me había avisado de que se iba a dormir por si cambiaba de idea y quería ir con él. ¿Eran las ocho de la mañana?

Suspiré derrotada. A lo mejor debería alegrarme de haberme librado de una pésima noche de dar vueltas, tener pesadillas y no descansar apenas, pero la idea de que empezaba un nuevo día sin haber dado una mínima pausa al anterior empezaba a parecer una prueba gratuita del infierno.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now