Capítulo 41: El desayuno

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—Sí, te equivocabas. —La voz dura de Eric me sorprendió. Había esperado palabras amables de consuelo, no aquel tono de reproche—. Yo me he jugado mi propia vida, Carmen. Tú estabas dispuesta a apostar la de gente inocente. No dejes que tu ambición te lleve por ese camino tan oscuro.

Aquella sentencia cayó con tal pesadez que caminaron largo rato en silencio. Creía que no dirían nada más hasta que Eric pronunció una única palabra llena de dudas y temor.

—Erebus...

—Está muerto.

Sentí cómo aquellas palabras sacudieron a Eric como una corriente eléctrica. Y juraría que pude notar como su temperatura corporal bajaba en picado.

—¡No fuiste tú! —se dio prisa en añadir ella al comprobar el impacto de su respuesta—. Estaba muy malherido pero... Era un traidor. Lo que te hizo no podía quedar impune. Todos debían saber lo que pasa si...

—Gracias —la interrumpió Eric, frustrándome de nuevo por la falta de información—. Solo necesitaba saber que... En fin, será mejor no hablar de estos asuntos en el exterior.

Aunque algo me decía que «en el exterior» significaba en realidad «cerca de la entrometida de Spencer». Y seguramente tenía razón, porque aquellas palabras ahora no significaban nada para mí, pero en cuanto recuperara la capacidad de pensar las analizaría una por una hasta darles un sentido.

* * * *

No recuerdo mucho más de aquel momento, así que creo que me quedé dormida. No recobré la consciencia hasta horas después, cuando las primeras luces del alba empezaron a iluminarnos a través del cristal del coche.

Miré alrededor confusa. Estaba en el asiento del copiloto, con el respaldo bajado para estar casi horizontal y puesta de lado. Eric estaba a mi lado, dormido en su asiento con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza caída.

Me incorporé para mirar alrededor. No reconocí el paisaje. Estábamos parados a un lado en alguna carretera secundaria en mitad de la nada. Aquello me alarmó lo suficiente como para llevarse la somnolencia por completo. Sentí una punzada en la cabeza por el esfuerzo mental, pero aparte de eso me sentía bastante bien.

Antes de nada, bajé la visera y me miré en el espejo. Examiné mis pupilas, los iris, hasta el blanco de los ojos. Todo parecía en orden. Y podía enfocar tanto mi mano como objetos más alejados como la gasolinera a unos metros. Vale, los ojos parecían estar bien.

Conté hacia atrás desde cien restando de siete en siete hasta que me aburrí y probé a deletrear mi nombre. Tenía un leve dolor de cabeza, pero me sentía bien. Mi cerebro parecía recuperado del ataque psíquico de la noche anterior. Incluso el golpe en el costado era ahora una leve molestia.

Suspiré satisfecha y, una vez aprobado mi examen, volví a examinar los alrededores. Tan solo árboles, carretera y las luces de la ciudad a lo lejos. ¿Por qué no habíamos vuelto a casa? No estaríamos huyendo, ¿no?

—Lo razonable después de un trauma sería dormir al menos ocho horas. O veinte.

Me giré para ver a Eric abrir sus ojos hinchados por el cansancio. Se estiró como pudo en el poco espacio que le dejaba el vehículo y, tras unos segundos para ubicarse entre lentos parpadeos, volvió a centrarse en mí cuando también despertó su preocupación.

—¿Estás bien? ¿Necesitas un sanador?

—Estoy bien —dije sin pensar, solo para poder pasar a lo que de verdad importaba—. ¿Dónde estamos?

—No estoy seguro —admitió mirando alrededor con el ceño fruncido—. Conduje toda la noche. Necesitaba pensar. Y así te tenía vigilada por si tu estado empeoraba y tenía que llevarte a un hospital. Hará unas tres horas que empezó a vencerme el sueño y como parecías estar bien, paré para echar una cabezada.

Palabra de Bruja IndomableWhere stories live. Discover now