Capítulo 48

142 37 15
                                    

Estaba más oscuro de lo que me hubiera gustado, pero estaba perdiendo tanto los nervios que no tenía opción. Samuel me había quitado las que me quedaban y sí quería dormir esta noche después de haber visto esas fotos de mierda, tendría que tomarme por lo menos tres.

Retorcí mis manos en mi regazo mirando por la ventanilla del micro y ni me fijé que me había quedado sola en los asientos, entrando a la zona más fea del barrio.

El chofer me miró nervioso y gritó para que lo escuchara.

—Flaca, no sé si te conviene bajar. – dijo torciendo la boca. —Yo que vos seguía hasta final de línea y después me volvía. – miró hacia delante. —Cortaron la luz de esta cuadra a propósito... reventaron los foquitos con piedras, no entra ni la policía. – explicó.

—Estoy bien, me están esperando. – mentí. Mi dealer ni siquiera me había contestado los mensajes desesperados. Y es que había salido tan apurada que le había escrito unas diez veces seguidas.

Se encogió de hombros como si ya hubiera cumplido con advertirme y yo me puse de pie para bajarme en la próxima parada. Las manos me temblaban de manera vergonzosa cuando toqué el timbre sin mirar al chofer que me deseó suerte con tono preocupado mientras me bajaba en una vereda solitaria y oscura como boca de lobo.

Mierda.

Por aquí las bocacalles eran estrechas y las cuadras eran pequeños pasajes y pasillos donde se escuchaban risas, música y algunos ladridos de perro lejanos. La basura se amontonaba por todas partes y las improvisadas casas tenían grupos de personas sentadas fuera en reposeras y sillas donde apenas se adivinaban las lucecitas anaranjadas de los cigarrillos encendidos.

Apreté el paso y colocándome la capucha por la cabeza de manera mecánica giré por donde sabía que podía llegar a encontrarlo.

Normalmente él iba al parque que frecuentaba a plena luz del día, pero ya había tenido que buscarlo por la noche alguna vez. Y siempre era igual de terrorífico.

Un motor de una moto resonó a mi lado como si estuviera siguiéndome y ni me giré para confirmarlo. Hacían eso a veces apropósito para asustar y sí que estaba asustada. Tanto me había apurado que no vi la baldosa suelta y tropecé un par de pasos perdiendo el balance.

El corazón me bailaba en el pecho sobresaltado y mis sentidos estaban cada vez más alertas.

Esto había sido un error.

Mierda, había sido un terrible error.

—Ey, chiquita. – escuché que decían a mis espaldas. —¿Dónde vas tan apurada? – se rio una voz ronca y masculina que me puso todos los pelos de punta.

Haciéndome la despistada giré otra vez, me crucé de acera y me pegué contra la pared en la zona menos iluminada para perderlo, pero los pasos se sentían cada vez más cerca. Mi celular vibró en mi bolsillo pero no era tan tonta como para sacarlo ahora. No me expondría a que me lo robaran en esta zona.

—Solita y por acá, qué mala idea... – susurró burlón y yo disimulé que no me estaba por poner a gritar. Mis llaves se clavaron en la palma de mi mano y fui pensando si podría darle con el filo de mi llavero si me atacaba. —Chiquita, espera un poco che.

Seguí caminando buscando desesperadamente al idiota que me iba a dar las pastillas, rogando para mis adentros que más adelante alguna farola estuviera sana. Por favor, no se veía nada.

Mis botas hacían ruido pero mi corazón junto con mi respiración trabajosa apenas me dejaban escuchar, y el pánico estaba empezando a invadirme. Mierda, mierda, mierda.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónWhere stories live. Discover now