Capítulo 32

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Bianca

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Bianca

Conociéndome, Thiago no había esperado a que lo llamara. Esa mañana me había despertado con unos cuantos mensajes suyos contándome lo que había sucedido con la maldita de Pilar.

Probablemente si no me contaba, no me hubiera enterado. Digamos que yo no seguía en redes sociales a nadie relacionado con el mundillo de la influencer, y tampoco se me daba por ponerme a leer portales de chimentos porque no veía ni televisión... pero esta vez sí que me hubiera interesado.

Digamos que mi chico había sumado muchos puntos por dar la cara tan rápido como lo había hecho y explicármelo todo, mortificado. Aunque él no tendría por qué haberlo estado, la culpable de todo había sido ella.

Y estaba enojada. Muy enojada con esa idiota.

Tanto que había hecho algo que no me enorgullecía.

A la mierda con madurar, a esas alturas, me daba igual porque lo veía todo rojo. Había contactado al periodista que había escrito la nota y le había contado toda la historia de la supuesta modelito con Gastón el futbolista y su mejor amiga Milagros. Se lo había contado con detalles que solo alguien que los conocía podía tener, y por cómo me contestó, me imaginaba que no tenía dudas de mi versión.

Se lo merecía y ya que estábamos, ponía de sobre aviso a todas sus otras amigas o parejas de los futbolistas que rodeaban a los del equipo. No me hubiera extrañado si más adelante salían más víctimas de esta zorra.

No me gustaba decirle así a una mujer, siempre me ponía del lado de nuestro género, pero es que esta bicha se había metido con la persona equivocada.

—Ya está limpia esa silla. – dijo Homero distrayéndome de mis pensamientos, señalándome la superficie que llevaba una buena media hora fregando. —¿Por qué no te sentás un ratito? – frunció el ceño y yo le hice caso.

—Es que la ahorcaría con mis propias manos. – dije y él se rio. Desde que había llegado a su estudio, había tenido que soportar que me desahogara a gusto de todo lo que había ocurrido. —Después le arrancaba el pelo y esas pestañas postizas que tiene... – hice señas con las manos, como si pudiera imaginármelo a la perfección.

—No vale la pena que te tortures tanto, Bianca. – negó con la cabeza, sentándose también. —Sabés que tu novio no te engañaría con la minita. – agregó y empujó mi bota con la suya. —Basta de hacerte la cabeza.

—Igual. – dije, contrariada. —Y que me espere porque en unos días me voy a mudar y la voy a tener cerquita. – asentí con una sonrisa llena de maldad. —Que se anime a hablarle a Thiago y ya va a ver.

Homero se rio negando con la cabeza, resignado a que era un caso perdido.

—Obvio que te ibas a ir, mariposa. – comentó con una sonrisa nostálgica. —Se te va a extrañar.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónWhere stories live. Discover now