Capítulo 22

202 44 10
                                    


Esa noche no puedo decirles bien qué pasó

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.

Esa noche no puedo decirles bien qué pasó.

Los recuerdos se ponen un poco borrosos, y es que después de haber visto la cara de Pilar en casa de mi chico, había tenido la urgencia de salir ese viernes, a donde sea que mi amigo me llevara.

Tomando lo que fuera que mi amigo tomara.

Fumando lo que fuera que este estuviera fumando también.

Tenía una bronca dentro que me carcomía hasta los intestinos y que se parecía bastante a una indigestión. Pero una indigestión de sentimientos, y todos iban a salirse de mi cuerpo hasta por los poros si no me desahogaba.

Necesitaba reírme, beber y olvidarme para no explotar. Para no llamarlo a cualquier hora de la madrugada para reprocharle todo a Thiago pidiéndole que ya no se volviera a ver con esa modelito de cuarta. Es que las intenciones de la chica se me hacían tan obvias. ¿Cómo es que él no las veía? Quería separarnos y si seguíamos sin poder comunicarnos bien entre nosotros, lo lograría.

No podía perder el foco y comportarme como una idiota con él.

Ya estaba bien, éramos mejor que eso.

Mejor que toda esta puta toxicidad.

Y hablando de intoxicaciones...

—Me quedo en tu casa hoy. – me avisó mi amigo mientras nos tambaleábamos camino a la calle. Saliendo de esa fiesta nefasta a la que me había arrastrado.

—Avisale a tu mamá con un mensaje así no se preocupa. – mascullé y él asintió, tipeando un mensaje con un solo ojo abierto. Como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por ver la pantalla de su celular. —Y ahora guardalo que lo único que falta es que nos roben. – me quejé, mirando hacia los lados y hacia atrás. —Es una zona de mierda.

—¿Vos te pensas que voy a dejar que nos roben? – sacó pechito haciéndose el malo, y por poco pierde el equilibrio. —Si alguien se nos acerca lo mato a golpes.

—Callate, payaso y seguí caminando. – me reí.

De alguna manera les juro que llegamos.

Por lo menos habíamos cruzado la puerta de mi casa y nos había dado para echarnos como peso muerto sobre los sillones del living, así como estábamos.

Despatarrados, hechos un asco y confundidos sin saber ni dónde estábamos es que Amalia nos había encontrado al otro día.

Con el ceño fruncido al ver que Mila había vomitado el suelo, nos encendió todas las luces que pudo y nos dijo que teníamos veinte minutos para limpiarlo todo.

Podría haber sido mezquina.

Podría haberle dicho que yo había tenido que limpiar sus líos por años y que nunca me había quejado. Que mil veces había tenido que hacerlo a primera hora, aunque después tuviera que irme a clases con el recuerdo de haberla arrastrado hasta su cama para que durmiera la mona. Pero no.

3 - Perdón por las mariposas, tenías razónOnde histórias criam vida. Descubra agora